Dragon Ball FighterZ fue uno de los grandes anuncios del pasado E3, y tras su calurosa acogida en Vandal queremos celebrarlo con el Verano de Dragon Ball, un repasado de los juegos más importantes basado en el manga de Akira Toriyama, que realizaremos del 1 de julio al 31 de agosto.
Hoy os hablamos de un nuevo juego, y estos son los títulos de los que os hemos hablado hasta el momento:
Dragon Ball Z: Budokai (2002)
Dragon Ball Z: Ultimate Battle 22 (1995)
Dragon Ball Z: Super Butoden (1993)
Dragon Ball Z: Budokai Tenkaichi (2005)
Dragon Ball: Dragon Daihikyō (1986)
Dragon Ball GT: Final Bout (1997)
Dragon Ball Z: Sagas (2005)
El juego de Dragon Ball que hoy nos ocupa es un caso bastante curioso, ya que se trata del primer título de la serie desarrollado por un estudio no japonés (americano, para ser más concretos), aunque, por desgracia, el resultado final fue el de un auténtico desastre tanto en PlayStation 2 como en GameCube y Xbox (que por cierto, fue el primer Dragon Ball para una plataforma occidental).
La idea de la que partía era interesante, ya que a diferencia de la mayoría de juegos de la época, apostaba por adaptar Dragon Ball como una aventura de acción con posibilidad de juego multijugador.
Nuestro objetivo no era otro que avanzar a tortas por varias fases reviviendo la historia de la serie desde la llegada de los saiyans a la Tierra hasta el final de la saga de Cell.
Como veis, sobre el papel la propuesta no suena nada mal, aunque a la hora de pillar el mando todo empieza a torcerse a un ritmo alarmante. De entrada, su apartado gráfico era muy pobre, poniendo en pantalla unos personajes con unos modelados muy básicos, unas animaciones rígidas y poco naturales, unos escenarios vacíos y casi sin detalles, unas texturas paupérrimas, etcétera.
Pero lo realmente preocupante lo teníamos en su jugabilidad. Los niveles no eran mucho más que unos pasillos vacíos donde iban saliendo enemigos a los que derrotar, los cuales casi siempre eran los mismos (había cinco tipos diferentes de rivales en todo el juego) y contaban con una IA nula que no ofrecía reto alguno.
A la hora de ponernos a repartir golpes, las cosas seguían sin mejorar, ya que teníamos una cantidad de movimientos limitadísima, por lo que al final casi todas las situaciones las resolvíamos aporreando botones sin ton ni son, algo que también se aplicaba en los jefes, aunque estos al menos nos obligaban a movernos un poco más para esquivar algunos ataques.
Para empeorarlo todo todavía más, la frenética movilidad de los personajes de la serie no existía aquí, por lo que el vuelo apenas nos dejaba elevarnos un par de metros en el aire y los tiempos de espera para levantarnos cada vez que nos derribaban podían llegar a hacerse desesperantes.
Quizá sus mayores virtudes fueron las de incluir numerosas secuencias de animación sacadas directamente del anime y la de seguir la historia con cierta fidelidad, al menos en el plano narrativo, ya que en el jugable cualquier parecido con lo visto en el manga es pura casualidad.
También hay que destacar que para ser el tipo de juego que es, la cantidad de personajes jugables era muy apetecible y nos permitía incluso controlar a algunos guerreros vistos en OVAs, como Bardock, Gohan del Futuro o Broly, por lo que al menos aquí cumplía.
Otro de sus puntos positivos lo tenemos en la inclusión de multijugador cooperativo local, ya que al menos así la experiencia era muchísimo más entretenida y llevadera, aunque fuese por poder estar hablando con alguien para distraernos de la monotonía general de la que hacía gala el título en todo momento.
En definitiva, Dragon Ball Z: Sagas fue otra de las grandes manchas que Dragon Ball ha tenido en su historial videojueguil, aunque por suerte, la serie todavía tendría muchas alegrías que depararnos en el futuro.