Era un día soleado y caminaba con mi chica por el barrio de Akihabara en Tokyo. Para aquellos que desconozcan dicha zona de la capital nipona, digamos que Akihabara es el barrio de la electrónica, los videojuegos, el anime y los meido café (estos cafés donde las camareras van vestidas como sirvientas para regocijo de los hombres que asisten a estos lugares). Caminando por las calles encontramos un Sega Club. Rememorando mi infancia y mi gran cantidad de tiempo pasado delante de un Arcade, decidimos entrar para echar un vistazo. En el Sega Club podíamos encontrar gran cantidad de clásicos y otro tipo de títulos más actuales. Pero principalmente clásicos ya que el tema de las arcade está un poco en decadencia, en mi opinión, en todo el planeta. El auge de las consolas y el ocio doméstico hace que juegues más en casa o vía internet sin necesidad de ir a dichos locales a gastar tu dinero.
Una vez allí bajamos a la planta sótano y vimos una serie de máquinas que pusieron mis ojos como platos; Tekken 6, citaba el cartel. No quiero alardear de mi habilidad con dicho juego pero han sido numerosas las tardes que he pasado frente a la televisión en mi casa aprendiendo poco a poco todos y cada uno de los movimientos de ciertos personajes de la saga.
Con el tiempo he olvidado muchos, pero aún me considero (o más bien me consideraba) un buen jugador de Tekken. En multitud de ocasiones vinieron amigos a mi hogar con ganas de disfrutar de unos refrigerios a la vez que jugábamos unos partidos de fútbol (pasatiempo nacional español) o bien unos combates de Tekken. Mis compadres normalmente se ofuscaban y me decían que por favor les dejase pegar algún golpe, y demás comentarios de ese tipo, que hicieron que mi ego se alzase a las nubes durante años.
Volviendo al tema en cuestión, las máquinas de Tekken 6 estaban dispuestas de dos en dos, de modo que tú te enfrentabas al contrincante que tenías en frente. En el caso de que no hubiese contricante jugabas contra la máquina hasta que apareciese alguien dispuesto a retarte. En ese momento fue mi ego el que habló: "Toma, sujétame estas bolsas, voy a probar el Tekken. ¿Sabes? Yo soy muy muy bueno en este juego", le dije a mi chica con la cabeza bien alta.
Busqué una máquina libre, me senté en el pequeño banco que cada máquina ofrecía, estudié cual era cada uno de los botones e introduje 200 yenes para jugar. Lo que pasó a partir de aquí fue digno de ser grabado. Escogí a mi personaje, Hwoarang, el coreano que hace taekwondo en la saga. Es uno de los que mejor conozco y me dispuse a dar un recital. Algunos japoneses que estaban viendo los combates se acercaron para conocer el nivel de los gaikokujin (extranjero).
Ready? Fight!, y Perfect que me colocaron. Allí estaba yo, delante de nada más y nada menos que Kuma, posiblemente el peor personaje de la saga Tekken de la historia y perdiendo el primer round sin ni siquiera tocarle. Lo peor de todo es que apenas se movía. Yo cogía carrerilla y preparaba mis combos. "Ahora salto patada fuerte, patada débil, patada fuerte, zancadilla y dos veces adelante y puñetazo". Me repetía en mi mente todos y cada uno de los combos que muy pocas personas podían recordar, pero cuando comenzaba con el mismo recibía un mísero puñetazo débil que me cortaba toda la secuencia. Y volvía atrás y preparaba otro combo y de nuevo puñetazo débil.
Era como un niño que corre con todas sus fuerzas contra un luchador de sumo que se dedica a darte tortas con la mano abierta. Y llegó el segundo round. Esta vez voy a ser precavido, esperaré a sus ataques... Y esperé, y me cubrí, y cuando me disponía a contraatacar, puñetazo débil de nuevo. Segundo perfect encajado. En ese momento miré a mi chica y recordé mis palabras. Ella empezó a reírse sin parar seguido de algún japonés que había por allí también. Mientras yo me excusaba diciendo que el mando del arcade era muy distinto, que no podía saltar bien, etc... etc... empezó el tercer round. Lo que yo no sabía es que en el arcade japonés son tres rounds, no dos como viene siendo habitual en consola, y claro, mientras yo le echaba la culp al tipo de controlador, tenía a un osito dándome su puñetazo débil, puñetazo débil. Cuando miré a la pantalla, ya estaba a mitad de vida, y la cosa acabó como imagináis, tercer perfect, y esta vez sí, se acabó.
Me levanté de mi sitio, miré un poco por encima de la máquina y allí vi a un japonés veinteañero, con el cigarro en la boca, consumido más de la mitad, y de esa forma que se lo ponen los fumadores como inclinado hacia abajo apoyado principalmente en el labio superior. Ni siquiera se digno a mirarme y la verdad es que no fui digno de ello.
Mi chica me preguntó: ¿Quieres intentarlo otra vez? Miré a mi alrededor y dije: "No, no, vámonos". Ella aludía a que este tipo de chicos son semi-profesionales, que se pasan el día jugando, etc., pero yo no hablé mucho más durante ese día. Herido el orgullo y todas las creencias de que al menos me podía considerar un buen jugador de Tekken, en la oscuridad de la noche, con la almohada como consejera, decidí crear mi propia verdad: "Esta gente son robots que les pagan por jugar y están puestos en dificultad extra difícil". Y ahora ya me siento mucho mejor.
Nota: Tras vuestra primera cálida acogida a esta columna de opinión me gustaría aclarar una cosa. En esta sección no expondremos impresiones de nuevos títulos o vídeos de los mismos. Para ello ya estamos ofreciendo contenido exclusivo en cada una de las secciones correspondientes, con impresiones de Kirby o los próximos Yakuza, por ejemplo, que ya han sido publicados en Japón. En este apartado hablaremos sobre vivencias, cultura japonesa y ciertos lugares que pueden ser de interés. Al mismo tiempo, comentaré algunas anécdotas relacionadas con los videojuegos que me hayan ocurrido durante mi larga vida como jugador (independientemente de si ocurren en Japón) y también me gustaría leer las vuestras. Siempre que sea posible, también asistiremos a eventos o realizaremos entrevistas que se publicarán en los apartados correspondientes. Un saludo a todos y muchas gracias por vuestro apoyo.