Durante estos últimos días, en Tokio, he podido seguir en las noticias la historia de un alumno japonés que hizo trampas en los exámenes de ingreso a las universidades niponas. Hasta aquí no es nada nuevo, las chuletas o los murmullos son algo que todos hemos visto (o realizado) alguna vez, pero lo que llama la atención de la historia es, primero, el seguimiento de esta noticia en los medios y, segundo, el método con el que el alumno copio.
En primer lugar la noticia ha sido extensamente seguida en algunos telediarios, los cuales a mi opinión tienen un carácter excesivamente sensacionalista en algunos momentos. Saltaba la noticia. Se encontró en una especie de foro de Internet que alguien planteaba una serie de preguntas a los navegantes que eran exactamente iguales a las del examen de ingreso de la Universidad de Kioto y Waseda (Tokio), y las había subido a Internet a la misma hora en que el examen estaba teniendo lugar. ¿Cómo lo hizo? Pues al parecer utilizó una aplicación de su teléfono móvil que mediante una foto crea un texto similar, y después lo subió a un foro donde gente comparte preguntas para ayudarse mutuamente en sus estudios. La alarma ya había saltado y los máximos mandatarios de ambas universidades declararon que habían encontrado esta irregularidad en exámenes de acceso tanto de la Universidad de Kioto como en la de Waseda.
Primero me impresionó que alguien pudiera averiguar esto, teniendo en cuenta la magnitud de Internet y la cantidad de información que se incluye, pero bueno es algo que puede pasar. Sin embargo, lo que más me impresionó es ver cómo cada día, algo tan nimio (a mi parecer), podía tener tanto seguimiento por los medios, así como por las autoridades policiales. Se consiguió averiguar por cuestiones de IP que se trataba de una sola persona, sin embargo el rastreo de la misma tenía ciertas dificultades debido a que el dispositivo era un móvil. Más tarde se investigó a aquellas personas que habían respondido a esas preguntas, intentando encontrar el compinche de dicha acción. Algunos eran personas completamente normales que intentaban ayudar a otro compañero en sus estudios. Se llegó a mencionar que incluso los padres de dichos alumnos podrían haber sido los cómplices. Creo que sólo les faltó llamar al 221 de Baker Street…
Cada día las noticias comentaban la evolución del caso con extensos periodos de sus noticiarios. Todo con una voz en off que ofrecía una entonación que le otorgaba una verdadera sensación de misterio y duda. En fin, que allí estaba yo en casa pegado a la televisión como si de un culebrón se tratase.
Finalmente, a través del seguimiento de la línea móvil dieron con el teléfono de una señora de 40 años, cuyo hijo había sido el que había realizado dichas trampas. El estudiante confesó su culpabilidad haciendo trampas en la Universidad de Kioto, Waseda, Doshisha y Rikkyo, donde utilizó el móvil para recibir ayuda en matemáticas e inglés. La presión mediática tuvo que acabar con él.
Pero aquí no acaba la cosa, aunque la identidad del mismo se ha guardado en secreto, las noticias mostraban cómo un gran despliegue policial acudía a arrestar al susodicho. Sí, en Japón las trampas en los exámenes están consideradas como una obstrucción de las operaciones de las universidades por métodos fraudulentos. Aun así el chico parece que no irá a la cárcel porque sólo tiene 19 años (en Japón la mayoría de edad es a los 20 años), pero personalmente me parece algo exagerado. Es decir… sí, el chaval ha hecho trampas, pero ¿hay que llevarle a una cárcel por ello? No sé, creo que tiene suficiente con una marca tan negra en su expediente que le será prácticamente imposible entrar en cualquier universidad.
Aparte de este caso, las noticias japonesas no dejan de sorprenderte, como el otro gran caso en el que un ídolo de japonés recibió un puñetazo de otra persona. El despliegue de medios sobre la noticia y el tiempo dedicado a la misma fue de nuevo impresionante. Estamos hablando de un personaje famoso, sí (perdonadme, no recuerdo el nombre ahora mismo), pero el dramatismo con el que llevaban el reportaje hacía parecer a la parte agresora como una persona tan mala que el mismísimo demonio sería un monaguillo a su lado. Decenas de fotógrafos con el famoso en rueda de prensa, palabras de afrenta y honor y finalmente cárcel para el agresor.
Ya para terminar, existen también una serie de programas que explican las noticias. Un grupo de "famosillos" se sientan en una zona y un maestro de ceremonias va explicando que pasa con la economía de Japón o el problema de la inmigración como si de un Leopoldo Abadía se tratase, hablando todo despacito y claro.
La verdad es que me voy acostumbrando a la programación dispar y los rótulos de colores, pero aún no consigo entender dónde se fabrican los ídolos. Eso lo investigaremos en otro momento.