Oír el nombre de Tecmo Koei es suficiente para que a muchos les venga a la cabeza dos títulos: Dinasty Warriors y Samurai Warriors, dos de las más longevas series de la compañía nipona. La segunda saga nació como un spin-off de la primera y tras casi 15 años desde la publicación del primer Dinasty Warriors, las entregas se de ambas series se suceden con resultados bastante similares, repetitivos y, siendo bastante realistas, algo cansinos.
Lo cierto es que en a este lado del mundo, este tipo de juegos de acción multitudinaria o de "yo contra el mundo" o de liquidar a todo un ejército con un espada gigante, gozan de un buen éxito, (especialmente la saga Dinasty Warriors) y es por ello que mientras la situación siga así por el Lejano Oriente las entregas seguirán sucediéndose con apenas mejoras entre una y otra. Por poner un ejemplo, en esta nueva entrega los chicos de Koei realizaron el gran anuncio de que podríamos escoger hasta 600 generales, para luego darte cuenta de que los diseños son iguales con cambios en la paleta de color o en algunas de sus características. Muchos números y cifras, muchas supuestas novedades que no dejan de arreglar el principal lastre que acarrea el juego, su repetitiva jugabilidad, la absurda Inteligencia Artificial y la falta de un verdadero reto.
Por otro lado, en la entrega que nos ocupa, se añade también el componente estratégico y de gestión, pero no debemos más que echar la vista atrás para ver que el título con la coletilla Empires viene siendo utilizado en múltiples ocasiones desde Dinasty Warriors 4 y vuelve a ser el mismo sistema con poca innovación.
A pesar de que la tercera entrega de Samurai Warriors nació en la sobremesa de Nintendo y en febrero del presente año se publicó en Japón en su versión en alta definición en PS3 (sin noticias para su localización a Europa), esta nueva entrega Empires vuelve a tomar la exclusividad en la consola de Sony mostrándose a 60 imágenes por segundo pero sufriendo algunas ralentizaciones muy puntuales.
La era de los samuráis
Una vez más, y tal como indica su nombre japonés (Sengoku Musou) nos situamos de nuevo en la era Sengoku, momento en el que el territorio nipón se encontraba dividido y en constante lucha entre diferentes reinos feudales (daimyo). Esta situación duró hasta la victoria de Tokugawa y el comienzo de la era Edo cuando los samuráis comenzaron a desaparecer paulatinamente.
Nuevamente en este marco político se conjugan elementos reales tales como la arquitectura de los elementos de los escenarios o la historia comentada, con un conjunto de diez personajes principales con capacidades sobrehumanas y armas imposibles. Estos diez protagonistas entre los que se incluye alguno nuevo, tendrán su propio argumento independiente en el modo historia, el principal modo de juego pero no el único.
Una vez más nos enfrentamos ante unas historias bastante banales, sin una buena narrativa y, aunque con un doblaje aceptable, no consiguen meternos para nada dentro de la historia. Los abundantes diálogos que se nos muestran mediante un fondo fijo y los personajes en primer plano resultan aburridos y en más de una ocasión decidiremos ignorarlos y pasar directamente a la parte jugable.
Dos modos de juego con parecida mecánica
Lo primero que debemos comentar por si alguien no conoce los títulos con el añadido Empires, es que a pesar de seguir la mecánica jugable y contenido de Samurai Warriors 3, es decir liquidar a miles de soldados y cientos de generales enemigos, también se incluye un pequeño apartado de gestión de la capital de tu feudo.
Siguiendo la misma mecánica contaremos con dos modos de juego, el modo historia y otro modo que podemos denominar conquista. En el primero de ellos el juego evolucionará a través de unas misiones, mientras que en el segundo el objetivo es continuar una campaña imperialista e invadir todo Japón.
Así por ejemplo en el modo historia se nos propondrá una misión que deberemos realizar en un número de turnos establecido. Durante los primeros turnos nos dedicaremos a reforzar y enriquecer nuestra ciudad, para ello construiremos distritos, casas, campos de arroz, barracas para los soldados, etc. Estas construcciones tienen su efecto en diferentes parámetros de la ciudad, como la recuperación de soldados tras una batalla, la felicidad de los habitantes, el número de población, el orden público etc. Todos estos elementos tienen más tarde su importancia en las batallas así que deberemos evolucionar en lo posible nuestra capital, para que nuestro ejército sea más poderoso. Cuando creamos que estamos preparados, realizaremos la misión oportuna, en las que predomina la conquista de otro territorio.
En cada turno podremos construir un número específico de edificios, aunque a medida que invadamos otros territorios podremos añadir más edificios en un mismo turno y el área de nuestra ciudad se expandirá. Además, estos edificios tienen diferentes niveles, y para que por ejemplo un distrito suba de nivel 1 hasta el máximo nivel 3 deberemos siempre rodearlo de otros distritos siguiendo un esquema específico. No es sólo construir, sino también mantener un orden lógico.
En este modo historia las misiones irán desde construir un edificio específico hasta defenderte de un ataque, siendo bastante más heterogéneo que el otro modo del que hablaremos ahora. El juego además plantea una última misión específica como es por ejemplo conseguir una población superior a los 100.000 habitantes.
En este modo historia con argumentos independientes para los diez protagonistas, podremos relajarnos un poco, centrarnos un poco más en el apartado de la gestión de la ciudad y avanzar en las misiones con calma. Sin embargo si entramos al modo conquista la cosa cambia radicalmente. En este segundo modo en el que deberemos hacernos con todo Japón no habrá un sistema de misiones, siendo completamente libres de atacar y gestionar nuestra ciudad a nuestro antojo, sin embargo resulta especialmente tedioso. Si escogemos algún luchador cuyo territorio haga frontera con varios daimyos, seremos continuamente atacados sin piedad, teniendo así que repetir la fase de la defensa de la ciudad en el mismo escenario y pasar por donde ya hemos pasado las otras diez veces que han intentado invadirnos. Así, apenas podremos dedicarnos a la mejora de nuestra capital, ya que cada dos turnos seremos interrumpidos por los ataques enemigos y deberemos pasar a la fase de lucha, algo que nunca pasa en el modo historia donde los enemigos permanecen estáticos.
Debido a lo monótono que resultan las fases de acción tras varias horas jugando, el componente más atractivo del juego es sin duda el elemento estratégico y de mejora de la ciudad, por lo que estar siendo interrumpido cada dos turnos por algún ataque enemigo resulta completamente aburrido y tedioso. Además, aunque venzamos, nuestro ejército queda mermado, algo que no ocurre con el enemigo y ni siquiera tendremos tiempo para recuperar a nuestros héroes y militares ya que volveremos a ser atacados por los enemigos de otro territorio y vuelta a empezar. Una guerra de desgaste en la que sólo se desgasta tu ejército.
En ambos modos también podremos forjar alianzas con otros feudos, un pacto que expira a los dos años (8 turnos, ya que cada turno supone un cambio de estación), y contratar nuevos generales y tenientes. La contratación especialmente en este segundo modo es esencial, ya que cada vez que nos hagamos con nuevo territorio podremos ser víctimas de la agresividad enemiga, y tendremos que mantener defensas en las zonas invadidas.
Falto de nuevas sensaciones
En lo que se refiere al apartado del combate bastaría con decir que sigue la línea a la que estamos acostumbrados, esto es avanzar por diferentes áreas liquidando a un montón de soldados con una inteligencia artificial nula. Maniquíes con espadas y con un gran cartel en el que se puede leer: "Mátame" sería la justa definición para ellos, aunque también es parte del encanto del juego. Estos soldados apenas nos harán daño y bastará con utilizar el combo adecuado para liquidar a cien de los pobres incautos de un golpe. Aunque en este tema tampoco se salvan nuestros compañeros, nombrados generales porque de vez en cuando sueltan alguna estocada y tienen un aspecto visual diferente, pero nada más.
Para aniquilar a la buena cantidad de carne de cañón contaremos con dos botones para realizar combos (cuadrado y triángulo) así como los ataques especiales Musou disponibles cuando la barra oportuna esté disponible pulsando el botón círculo. Por su parte el botón X nos servirá para saltar además de incluir una nueva habilidad que nos permitirá escapar de los combos enemigos con un movimiento rápido en la dirección que deseemos.
En la parte superior de la pantalla tendremos además las clásicas barras que nos indicarán el estado del ejército aliado y enemigo. Deberemos hacer decrecer la barra enemiga hasta cero para hacer salir al jefe final oportuno y para ello la mejor manera es matar a los máximos generales y lugartenientes que podamos. Los soldados menores los asesinaremos cuando necesitemos recargar nuestra barra para ataques Musou, o bien cuando estén en nuestro camino o decidan por sí mismos suicidarse poniéndose enfrente de nosotros. Así bastará con montar a caballo, matar a un lugarteniente que hará huir a una buena parte de los soldados, volver a montarse en el caballo y buscar al próximo hombre al mando hasta que la barra del enemigo llegue a 0, entonces liquidar al jefe final.
A pesar de que se añaden en el campo de batalla puntos estratégicos como cañones, puntos que hagan subir la moral o el ataque de nuestros aliados etc., el resultado sigue sin proporcionar nada nuevo, es más, bastaría con ver unos pocos segundos de la jugabilidad para saber que estamos enfrente de un Samurai Warriors, o bien para confundirlo con su hermano Dinasty Warriors. Por otro lado los movimientos son escasos y las animaciones se hacen muy repetitivas aportando así aún más desidia al combate. Este tipo de títulos enmarcados dentro del hack’n slash deben imperativamente salir de su estancamiento, proporcionar nuevos retos al jugador o nuevas mecánicas jugables si quieren volver a impresionar al público.
Gráficamente aceptable
Si hablamos del aspecto gráfico del videojuego, al igual que en el resto de apartados del título sólo podemos dar el apelativo de continuista. Buenos diseños artísticos de los personajes pero con un diseño gráfico solamente aceptable. Los escenarios siguen luciendo algo acartonados, las animaciones son escasas y el "copia y pega" de modelos, como ya es natural, está a la orden del día. Por otro lado el movimiento con el caballo sigue siendo algo complicado de controlar y en algunas ocasiones hemos llegado a percibir ciertas ralentizaciones. Por destacar algo podemos hablar de las secuencias de vídeo, que aunque no sean excelentes sí que se comportan de una manera notable a pesar de su poca duración.
Por su parte el apartado sonoro es quizás es mejor elemento del título, con melodías del Japón medieval que consiguen introducirnos mejor en la historia que el propio argumento o su jugabilidad.
Un capítulo más
Samurai Warriors 3 Empires, sigue la larga estela dejada por sus anteriores títulos, tanto de esta saga como de su hermana Dinasty Warriors, por lo que para un fan acérrimo de este género es una apuesta interesante. Para el resto, nos encontramos con un juego continuista en la mayoría de sus aspectos, añadiendo el componente estratégico pero sin llegar a profundizar mucho en él y guardando relación con lo ya visto en otros "Empires" de las sagas mencionadas.
Queda patente de que este tipo de títulos requieren un lavado de cara completo, o sino en sus bases, ya que estamos sufriendo el bombardeo de capítulos y más capítulos de sagas que apenas aportan nada nuevo y siguen sin arreglar sus grandes defectos como el caso de la inteligencia artificial de los enemigos o una excesiva monotonía en el apartado jugable. Estamos ante una versión extendida y con algunos extras de la tercera entrega de Samurai Warriors, y no sería una gran lástima que fuera la última si Tecmo Koei sigue la línea a la que nos tienen acostumbrados en estas sagas.
