Análisis de Naughty Bear Panic in Paradise XBLA (Xbox 360, PS3)
Naughty Bear para Xbox 360 y PS3, fue uno de los juegos más curiosos del 2010. Su presentación, planteamiento y premisa, eran bastantes originales, ofreciéndonos un maravilloso y onírico mundo protagonizado por unos simpáticos ositos... que debían acabar muertos de las más diversas, terroríficas y tortuosas formas, bajo nuestros blanditos y tiernos brazos de peluche. Desgraciadamente, todo lo bueno que ofrecía a primera vista, se desvanecía a los pocos minutos, dejando al descubierto una jugabilidad limitada y un abanico de opciones poco o nada atractivo para el jugador más avezado. Desgraciadamente, y tras la sorpresa y estupor inicial, Naughty Bear se acababa convirtiendo en un repetitivo juego de acción y sigilo en tercera persona, dando como resultado algo del montón. Este nuevo Naughty Bear: Panic in Paradise, lanzado también para las consolas de Microsoft y Sony, promete mejorar la fórmula conocida y presentada por su antecesor, añadiendo jugosas novedades y cambiando la ambientación. ¿Será suficiente para justificar una secuela?
Terroríficas vacaciones en el paraíso
Naughty Bear: Panic in Paradise arranca de una forma similar a la de su anterior entrega. Los osos supervivientes de la entrega anterior, deciden tomarse unas vacaciones tras los incidentes y asesinatos sufridos en el pasado. Necesitan darse un respiro, y se embarcan todos dirección a una paradisiaca isla. Bueno, todos no, porque nuestro malvado y poco amistoso Oso Malote -absoluto protagonista- vuelve a sentirse excluido, colándose como polizón y maquinando de nuevo la venganza perfecta ante tamaña afrenta. El argumento de Naughty Bear: Panic in Paradise quizás no tiene la misma frescura y originalidad que antaño -es todavía menos variado que su primera parte-, pero sí añade más coherencia al estrafalario universo de la saga, con una serie de encargos y asesinatos a cada cual más curioso. En esta ocasión, el planteamiento y la dirección de los asesinatos a los diferentes osos en el juego es muy concreto, directo y lógico, con encargos tronchantes y directrices de lo más curiosas.
Al igual que en el primer Naughty Bear, antes de cada misión, se nos ofrecerán una serie de objetivos principales y secundarios, que deberemos realizar y completar con éxito si queremos desbloquear el siguiente nivel o lograr las recompensas ocultas. El objetivo principal, como os podéis imaginar, será el de asesinar y acabar con el oso de turno, premiando la originalidad y la forma en la que lo hagamos. Por ejemplo, en una de las primeras misiones, deberemos ocuparnos del osito que confeccionó y nos dejó fuera de la lista de invitados a estas -presumiblemente- divertidas y apacibles vacaciones. Aunque podremos ir y matarlo directamente, el juego nos invitará a que seamos lo más originales en esto del arte de "limpiar". Dicho nivel está ambientado en una fiesta de disfraces, con decenas de osos de peluche caracterizados de diferente forma y condición correteando por ahí. Así pues, antes de entrar en materia, secuestraremos a uno de ellos, le robaremos el disfraz y le daremos lo que se merece de una divertida manera. Una vez lo consigamos, podemos seguir con lo nuestro, completando distintos objetivos y buscando mejorar aquellos aspectos y características que nos plazcan.
No será fácil conseguirlos todos -al menos, no lo será en la mayoría de las ocasiones-, ya que los osos parecen ser un poco más inteligentes que antes, con una IA revisada en algunos puntos. Así podremos permitirnos estrategias un poco más complejas, teniendo esta vez que intentar no ser descubiertos por los osos -y evitar así que den la voz de alarma o pidan refuerzos a la policía, que vendrá armada con pistolas- y buscando rutas y formas alternativas de lograr matar a aquellos osos que nos marquen o se nos quieran escapar usando los barcos, coches y demás vehículos para salir de la isla.
Naughty Bear: Panic in Paradise vuelve a apostar por los objetivos secundarios como forma de alargar el juego y su duración, mostrando en esta ocasión un sistema de recompensa por la manera en la que los logramos o conseguimos. Los niveles, son pequeños, muy pequeños y algo repetitivos en aspecto y diseño -demasiados hoteles, jardines y mansiones idénticas-, en un fallo que parece repetir de su pasada primera parte. Repetimos, agradecemos que sea todo más coherente -en el anterior descolaba un poco pasar de una ambientación a otra sin más-, pero sigue sin ser suficiente para mantener la atención del jugador.
Otro achaque importante, que apenas ha sufrido modificaciones, es el control: sigue siendo igual de arcaico, mal implementado y presentado -el tutorial del juego es poco menos que una pequeña tortura en sí misma-, para lo que debería ser un juego de acción y sigilo en tres dimensiones. Tendremos dos botones de ataque, otro de agarre, uno de bloqueo y dos gatillos, uno destinado a asustar -el izquierdo- y el otro a finiquitar a los enemigos. Una vez más, será este último el que nos regale las impresionantes, brutales y estremecedoramente divertidas muertes de los osos -de las que debemos decir que se han añadido animaciones completamente nuevas más bestias aún-.
Desgraciadamente, moverse por los escenarios en tres dimensiones del juego no es demasiado práctico, teniéndolas y deseándolas con cada oso cada vez que queremos realizar cualquier acción, y viéndonos vendidos, en algunas ocasiones, por una cámara poco ajustada. Las armas no están nada mal, encontrándonos con bates de béisbol, ganchos, palancas, palas, pistolas, cuchillos y casi cualquier cosa que podamos ver en los escenarios, con lo que elegir el objeto propio para el asesino es casi una cuestión de gusto o estética de lo más personal. Como decíamos, también se han potenciado las muertes originales. Ahora podemos acercar el cuerpo de un oso a un contenedor, a los engendros genéticos de un invernadero un tanto extraño o al cactus, mina, planta carnívora o cepo más cercano. El resultado es igualmente truculento que las muertes normales -y suele tener el mismo fin, con el pobre oso objetivo muerto-, pero añade un extra estratégico y nos reportará al mismo tiempo, más experiencia y mejores recompensas.
Naughty Bear: Panic in Paradise no es un juego difícil, pero sí mal planteado o ajustado. Al igual que en su primera entrega, será complicado no caer en la tentación de mandar el título lejos nuestra cuando veamos que no nos ofrece nada nuevo con el paso del tiempo. Hay objetivos distintos, pero idénticos a los de la primera parte: niveles donde prima ser rápidos, otros donde ser unos verdaderos artistas de sigilo y algunos donde no podemos dejar que escape ningún oso con vida. Sí, no están mal, y si le sumamos los objetivos secundarios -que pueden ir desde recoger monedas a asustar de muerte a los pobres ositos-, pueden llegar a convencer a más de uno, pero ¿es suficiente después de dos años con respecto al primer título?
Uno de los cambios, son las remodeladas mecánicas de mejora de experiencia y aspecto. Naughty Bear: Panic in Paradise tiene un pequeño componente rolero, que permite que el jugador personalice a su violento osezno en base a nuevas armas, ropas y aspectos, así como en sus características. Según nuestra forma de juego, y de las muertes acumuladas, ganaremos experiencia en diferentes habilidades, como la resistencia, la fuerza, la regeneración o la salud, consiguiendo un personaje adaptado a nuestro estilo. ¿Nos gusta jugar con barba, guantes de boxeo y pantalones cargo? Pues podemos.
¿Nos encanta ser sigilosos y tener una barra de energía grande y versátil que nos permita correr mucho detrás de los objetivos? Pues la mejoramos. Podemos obtener la maestría en cada objeto, y habilidad, así como su desbloqueo permanente en la tienda del juego, si conseguimos usarlo mucho en los diferentes niveles -once zonas principales, regadas con hasta treinta objetivos distintos y más de un centenar de misiones secundarias-. Invertir en nuevas armas, aspectos, disfraces y habilidades, es un añadido interesante y divertido que aporta variedad a un juego que lo necesitaba a gritos.
Osos adorables... Pero visualmente mejorables
El apartado técnico de Naughty Bear: Panic in Paradise no es muy allá. Siendo sinceros, la verdad es que nos ha costado mucho encontrar la diferencia entre ambos títulos de la saga, separados por dos años completos el uno del otro. Si los pusiéramos pantalla contra pantalla, o captura frente a captura, hasta el más fanático caería en la trampa de no poder reconocerlos a simple vista. Se parecen y mucho -y no para bien-. Sí, Naughty Bear: Panic in Paradise se ve mejor que su pasada entrega, goza de algunas texturas mejores y un par de elementos -como la iluminación- que parecen haber mejorado y evolucionado con el tiempo, pero nos sigue sin convencer demasiado. En lo que sí sigue siendo imbatible, es en su apartado artístico y visual.
Pese a que en esta ocasión ya nos sabemos el truco de la yuxtaposición y el contraste de conceptos radicalmente opuestos -osos adorables que se matan entre ellos de una forma exagerada y brutal-, el juego sigue impactándonos de forma evidente, y nos costará mucho no echar alguna que otra carcajada cuando veamos a nuestro oso sacarle el relleno de las entrañas o cuando vislumbremos las caras de terror y pánico de las víctimas cuando nos ven aparecer detrás suya. Las animaciones, marca de la casa, vuelven a tener un componente esencial en darle postín al juego, ya que están exquisitamente realizadas. La música, poco destacable, y el doblaje al inglés, igual. Eso sí, la traducción de los textos al castellano es impecable.
Conclusiones finales
Naughty Bear: Panic in Paradise es un título prácticamente idéntico a su primera entrega, pero más honesto y menos pretencioso -no olvidemos que es un juego de descarga digital lanzado a precio reducido-. Aboga más por la personalización de habilidades del oso protagonista, que ahora puede ser modificado y creado al gusto del jugador y su forma de afrontar las misiones y sus objetivos, pero lamentablemente sigue acarreando con ciertos fallos heredados del primer títulos. Sigue siendo un juego más o menos duradero, pero extremadamente repetitivo y poco variado. Puede que el humor que destila, el diseño visual o la posibilidad de desbloquear armas, logros y aspectos inviten a algunos jugadores a seguir adelante, pero os advertimos: os cansaréis muy pronto. Naughty Bear: Panic in Paradise debería descansar un poco en las bucólicas playas y lujosos complejos hoteleros del juego, y esperar un tiempo, tranquilamente, antes de volver a pisar nuestras consolas. Quizás le venga bien.