Análisis de Muscle March WiiW (Wii)
Los japoneses suelen ser especialistas en dejar a los occidentales con una mueca de incomprensión en el rostro con algunas de sus preferencias en el ocio; bueno, eso dicen los estereotipos. Y aquí llega Muscle March para dar rienda suelta a multitud de comentarios al respecto.
Y es que cuando salen unos tipos cachas, carne de gimnasio extrema, que dan vueltas haciendo posturitas por el escenario, uno no puede más que sentirse algo extrañado, y, acto seguido, empezar a jugar y a reírse, que es de lo que se trata. Pero ahí está su principal virtud: en lo estrambótico que resulta, más que en la chicha que llega a ofrecer.
Desde luego, hay que tener en cuenta que es el tipo de propuesta que es posible sólo en distribución digital, por lo atomista de su concepto jugable, y precisamente por su estética y temática. Aunque no debemos olvidar que el título, en sí mismo, nació para ser lanzado en recreativa, aunque esta propuesta no llegó a cuajar y no pasó de las fases de prototipo, aunque sí fue rescatado para WiiWare.
Pare empezar, hay que tener en cuenta que el juego está hecho sin complejos, y, por tanto, puede resultar estéticamente agresivo para los inseguros de su sexualidad por la presencia de culturistas y, claro, osos polares. Además, van con apenas una braga náutica (sí, rijosos, el oso también), y representan toda suerte de estereotipos nacionales: una rosa entre los dientes en el caso del musculitos español, pelo afro imposible para el ghanés, o el oso polar, en el caso de Noruega, por poner unos ejemplos. Desde luego, vale la pena verlo, pues en muchos sentidos nos recuerda al gamberrismo de series japonesas como Chicho Terremoto. Todo ello acompañado de música techno-pop nipona, y similar.
La ambientación es igualmente estrambótica, pudiendo escoger entre el Japón medieval, una futurista ciudad espacial, y un entorno contemporáneo, aunque las diferencias que hay son, en esencia, estéticas. En todos estos casos, debemos dar captura a un malvado ladrón que quiere llevarse los anabolizantes; perdón, complementos proteínicos. Los dos primeros ladrones son diferentes, pero el tercero es una suerte de "jefe final" y repite aparición en todas las localizaciones: otro tipo cachas, muy azulón y ceñido.
La jugabilidad consiste en perseguir al ladrón en una fila mientras éste huye por los entornos y, mientras lo hacemos, atravesamos paredes, y debemos hacerlo en una posición determinada, que se marca por la situación en la que colocamos el mando remoto y el nunchuk de la consola. Debemos imitar el movimiento del ladrón, que es quien ha abierto el camino, para atravesar ese hueco, algo así como ese gran éxito televisivo (perdón por el sarcasmo) titulado El muro infernal (pero que, según parece, tuvo cierto éxito en Japón).
Si fallamos, nos estampamos contra la valla, pared o superficie que sea que debíamos atravesar, y perdemos velocidad. En total, se nos permiten cinco fallos en el recorrido, y es importante no fallar, pues empezamos al final de la cola de musculosos. Los que van por delante, irán fallando (así que tampoco hay que fiarse de lo que hagan ellos en todo momento), y así adelantamos posiciones. Cuando sólo quedemos nosotros, el juego mete un estirón y es la hora de ser más precisos y ágiles para alcanzar al mangante. Al darle caza, un nuevo ladrón cogerá el tarro de las esencias, y vuelta a empezar; hay que hacerlo, como decíamos antes, en tres ocasiones, pues en cada fase hay tres chorizos.
El sistema de control se basa en situar los brazos en posiciones diferentes gracias a la detección de movimientos: los dos brazos en alto, los dos brazos abajo, y uno arriba y otro abajo (alternando izquierda y derecha, claro), lo que nos da un total de cuatro posiciones diferentes. El juego tiene buena sensibilidad a la hora de detectar qué movimientos marcamos, pero hay que tener en cuenta que según se progresa (sobre todo, cuando llegamos al tercer ladrón de la fase) que el movimiento que hay que hacer se marca casi en el último instante, mientras el ladronzuelo va cambiando constantemente. Como nuestro personaje va realizando las animaciones que le marcamos, su respuesta no es todo lo rápida que podría ser… en apariencia.
Realmente el juego no es tan exigente como parece, y da un margen lo suficientemente amplio; incluso cuando la animación no ha concluido, ésta ya vale. Hay que coger experiencia, y compensar esas animaciones, con todo, por lo que hay que practicar e ir haciéndose con el juego; no es llegar y besar el santo. Lo importante es tener en cuenta que, pese a esas animaciones, el juego responde bien, y tan sólo hay que familiarizarse con éste. Además, es recomendable tener los brazos abajo, lo que es bastante más relajado, y nos garantiza algo más celeridad en la transición de la animación. Cuando ya somos los primeros, debemos dar un sprint, que se hace agitando mando remoto y nunchuk a toda velocidad.
Eso sí, cuando llegamos a esa sección final de la fase, el ritmo superior, el cambio en la perspectiva de juego y demás, pueden hacer que nos pongamos nerviosos y el juego parezca frustrante (hay que agitar a mucha velocidad en algún momento), lo que es una pena, porque realmente no es así. Al menos, hay continuaciones ilimitadas, por lo que siempre que tengamos ganas de intentarlo de nuevo, e ir haciéndonos con el juego, no habrá problema alguno. En cualquier caso, sí es cierto que Muscle March acaba siendo exigente y demanda rapidez y agilidad en nuestros reflejos y movimientos.
Al modo principal se añade el modo infinito, en el que nos movemos, en velocidad creciente, por un camino de arco iris dando vueltas a una papilionácea gigante… como en el cuento de Jack y las judías mágicas, vamos. Y si lo haces bien, llegarás más allá de las nubes, hasta el espacio. Esto se ve acompañado de un modo multijugador para hasta cuatro participantes, pero sólo por turnos, por desgracia.
Técnicamente, el juego luce bien, pero sin alardes excesivos. Destaca mucho más por su humor, por los elementos extraños que se esconden en los escenarios, y por los divertidos diseños realizados, que por su potencia bruta, incluso siendo un juego de distribución digital. Igualmente, el sonido es bueno por su banda sonora (no tanto por los efectos, un tanto flojos), pero es un estilo que debe gustar; eso sí, es innegable que le pega, y mucho, y sirve para dar ritmo e intensidad, que es lo que se pretende.
Conclusiones
Muscle March es un juego muy estrambótico, con una estética y una personalidad únicas, lo que es digno de elogio, pero su jugabilidad resulta quizás demasiado limitada. Esto lo limita, y está claro que habrá quien lo disfrute como un enano debido a su espíritu arcade sin complejos, y quien encuentre que su propuesta es insuficiente, y no llegue tampoco a hacerse con el control. Realmente, para esta gente, el juego será más divertido de ver que de jugar (aunque simple, esconde sorpresas y humo en todos sus escenarios). Pero lo cierto es que, si gusta, gusta muchísimo, y su originalidad está fuera de toda cuestión, haciendo de él una gran propuesta, a un precio muy ajustado, que bien vale la pena probar.