Análisis de The Swindle (PS4, Switch, PC, Xbox One, Wii U, PSVITA, PS3)
The Swindle no es la primera obra de Size Five Games, pero sí el que lo eleva a un nuevo nivel en la escala de lo comercializable, en la línea que separa los juegos indie a considerar de aquellos menores que prácticamente son resultado de los procesos de aprendizaje del desarrollador. Este sneak'em up (gran término) ya está disponible en ordenadores, PS3/PS4, PS Vita, Xbox One y Wii U. Es esta última versión la que analizamos, aunque no cuenta con ninguna característica distintiva respecto al resto.
Estamos en Londres, siglo XVIII-XIX. Scotland Yard está fabricando un nuevo dispositivo de seguridad llamado Basilisco del demonio, con el cual se les acabará el chollo a todos los ladronzuelos de la ciudad. Nuestro objetivo es robarlo y, para ello, tendremos que comenzar por los cimientos, desde pequeños hurtos hasta el asalto a bancos, para ir construyendo un personaje capacitado para esta temeraria misión. Tal como se intuye, la historia es solo un recurso funcional para la ambientación steampunk y su adictiva jugabilidad.
La partida dura, como máximo, 100 días (uno por golpe, sea fallido o exitoso). Este es el tiempo que tenemos antes de que el Basilisco alcance su estado final y veamos el Game Over en pantalla. Si esto sucede, todos nuestros avances habrán sido en vano, pues nuestra única opción será empezar una nueva partida, en la que no se conserva absolutamente nada de la anterior. Si tu personaje muere, llevarás a otro caco distinto en el próximo golpe. No hay límite, pero conviene mantenerlos vivos lo máximo posible, pues conseguir victorias consecutivas nos bonifica con un bonus creciente que multiplica los ingresos obtenidos en cada asalto.
Este planteamiento, bastante común entre muchos indies actuales, promueve la mejora del usuario como jugador. El progreso real no lo marcan las habilidades y herramientas que compras, sino tus conocimientos sobre lo que ofrece cada una, el orden en que debes adquirirlas, el funcionamiento de cada mecánica, los patrones enemigos... El concepto es interesante y adictivo para aquellos a los que les gusta profundizar en un juego para llegar a dominarlo, pero también implica que es repetitivo y, en ocasiones, frustrante. No hay un sistema de guardado manual que nos permita corregir nuestros errores. Los fallos se pagan caros y el centenar de días se pasa volando.
The Swindle requiere reflejos, precisión y paciencia. Existen cinco "niveles de dificultad" distintos, a medida que vamos adquiriendo los pases que nos permiten acceder a una fase más avanzada, y enseguida nos veremos zambullidos en escenarios que demandan una gran pericia, no solo por la combinación de sigilo y plataformeo, que son las bases jugables, sino por la gran cantidad de información que hay que tener en cuenta al mismo tiempo: montones de enemigos encerrados en un mismo espacio, variantes en sus acciones y reacciones, los recursos que tenemos disponibles... Definitivamente, se trata de un juego difícil y exigente.
Los niveles se generan de forma procedural. Esto significa que nunca nos enfrentaremos al mismo edificio y, por lo tanto, no es este un juego de ensayo y error en ese sentido. La decisión de diseño es acertada para el propósito general, pero falla en su aplicación cuando nos encontramos resultados absurdos como una puerta tras la que solo hay hormigón, enemigos atrapados en un agujero o una zona totalmente cerrada, inaccesible. Sucede suficientes veces como para que deje de ser gracioso, y es que hay variantes que se tendrían que haber tenido en cuenta en base al avance de la partida. No se deberían necesitar bombas en tu segundo día, cuando no ha existido aún el dinero que vale comprarlas.
La misma sensación de injusticia se siente en los controles, que son muy ágiles en general, pero adolecen de una respuesta extrañamente arcaica en los saltos. Uno se acaba acostumbrando y, al igual que todas las acciones, que se van aprendiendo sobre la marcha y a base de perder personajes, despiertan esa chispa de curiosidad por parte del jugador, que debe ir experimentando con cada elemento, sean enemigos, obstáculos o nuevas habilidades adquiridas, para descubrir su funcionamiento. El juego te explica lo básico y no más.
Las mejoras que se adquieren en la terminal, para lo cual necesitaremos el dinero que estamos robando en cada golpe o nivel, son de lo más variopintas (¡y nada baratas!). Conseguir saltos adicionales, habilidades de piratería que van aumentando sus posibilidades (hackear ordenadores, estaciones de seguridad o incluso enemigos), multiplicar las ganancias, indicadores de la localización de los puntos de interés o del ruido que estamos haciendo, retrasar la llegada de la policía cuando seamos descubiertos... Hay de todo. También existe un abanico de herramientas disponibles: bombas, sanguijuelas (imprescindibles para ir generando ganancias de fondo), detonación remota o un mecanismo de vapor que nos hará invisibles durante unos segundos.
Las más caras son las que marcan la diferencia a la hora de sobrevivir en los escenarios más complejos: vapor automático que te salva de ser visto una sola vez por golpe, fuerza física mejorada al máximo o el teletransporte que te permite atravesar paredes son de las últimas que se consiguen, pero sin duda necesarias para completar con éxito el nivel final. También hay una sumamente interesante para los más torpes: una estación de piratería instalada en la aeronave que te permite añadir días adicionales al cómputo restante. Eso sí, el coste va creciendo con cada uso.
Por todo ello, es esencial realizar un orden inteligente de la adquisición de habilidades en los comienzos de la partida. No obstante, ya hacia el final, el dinero se obtiene con suma facilidad y la estrategia de compra se esfuma por completo. En este punto, ya a las puertas del nivel donde debe robarse el artefacto, la tensión se genera por el hecho de que el pase a dicha localización se ha de volver a adquirir para cada intento. Es aquí donde debe usarse todo lo aprendido.
Lamentablemente, el apartado técnico no es tan bueno como su parte jugable. Estéticamente no es nada llamativo y tampoco la música destaca, cumpliendo una mera función contextual para darle ritmo a las partidas. El aspecto sonoro puede llegar a ser incluso irritante, con efectos que se repiten hasta la saciedad y, en las primeras partidas, acabando todos los niveles con la alarma policial taladrando el oído. No ayuda el hecho de que algunos efectos se quedan atascados en menús y pantallas de carga. Hay que mencionar también que experimentamos unos pocos bugs menores y numerosas ocasiones en que la propia consola se quedó colgada.
Conclusiones
The Swindle es una propuesta irregular, mediocre en la superficie y tremendamente adictivo si llegas a conectar con su fórmula. Precisa de voluntad y paciencia, pero recompensa el buen hacer y la experiencia real del jugador, no la que un numerito marque en pantalla. Exigente, amplio en las posibilidades que ofrece y desafiante, pero no imposible. Altamente recomendable para los que disfruten de juegos como Spelunky.