Análisis de Babel Rising PSN (PS3, PC, Wii, Xbox 360)
Cuenta el antiguo Testamento que el pueblo babilonio intentó construir una torre tan alta que alcanzará el cielo, y Dios, para evitar el éxito de la edificación, hizo que los obreros comenzasen a hablar diferentes idiomas y aquello se convirtió en un caos, impidiendo su construcción y provocando que la gente se dispersara por toda la Tierra propagando las diferentes lenguas. Esta es la versión más popular, aunque también hay otra recogida en el Apocalipsis que habla de grandes vientos y rayos salidos del cielo, que es lo que haremos en este juego.
Babel Rising es un título descargable para Xbox Live y PlayStation Network que apareció hace unos meses en móviles en una versión 2D y que ahora también se puede encontrar en la App Store en su versión 3D, similar a la que hoy estamos tratando.
Tendremos que tomar el papel de Dios e impedir que los trabajadores babilonios construyan una enorme torre, y para impedirlo no nos inventaremos diferentes idiomas para confundirlos, sino que utilizaremos más bien la fuerza bruta.
Poderes afines al fuego, el agua, la tierra y el viento que acabarán con las numerosas oleadas de obreros que incansablemente intentan levantar la torre. Estamos por tanto ante una especie de tower defense, aunque en vez de impedir su destrucción, tenemos que evitar su construcción. En el modo Campaña muy lentamente –quizás demasiado- nos van enseñando las nociones básicas para aprender jugar, en un título que es bastante sencillo y simple, lo que acaba jugando bastante en su contra.
Con el stick izquierdo movemos un puntero y con el derecho la cámara, girando alrededor de la torre o ascendiendo de manera vertical, y con los cuatro botones principales del mando lanzamos los diferentes poderes. Antes de comenzar una misión tendremos que equipar dos elementos de los cuatro disponibles –fuego, agua, viento y tierra-, aunque hay fases que no nos dejan elegir y nos obligan a jugar con dos predeterminados. Cada elemento tiene dos tipos de ataque: poder local y de seguimiento. El primero es un ataque que cae en un sitio concreto, y el segundo es un ataque que podemos arrastrar, por ejemplo dejando una columna de fuego y afectado a un área más amplia.
En el caso del fuego podemos lanzar una bola de fuego o crear un muro; con el agua o bien lanzamos lluvia, una nube que ralentiza el movimiento de los obreros que se encuentran debajo de ella, o usamos la ventisca, una columna de frío que congela y destruye a todos los trabajadores a los que toquemos. Con el poder del viento podemos lanzar un rayo que electrocuta o un tornado que manda a los babilonios por los aires, y con la tierra podemos lanzar una piedra que aplasta solo a un obrero cada vez o bien crear una escisión, una columna de piedra que arrasa con todo lo que pilla.
Mediante estos ataques tenemos que impedir que los obreros se acerquen a la torre y la vayan construyendo. Cada vez que uno llega al último lugar construido, esta sigue creciendo y el trabajador desaparece. No solo podemos matar a los obreros, ya que ciertos poderes también pueden dañar los bloques en construcción, aunque lo mejor sea asegurarse de que los trabajadores nunca lleguen a su objetivo. Según destruimos babilonios, obtenemos puntos, y hay combos si lo hacemos de una manera muy seguida y numerosa. Los cuatro poderes básicos que equipamos necesitan maná para usarse, y este se rellena con el tiempo. Cuanto más fuerte es el poder, con menos frecuencia puede usarse, y cada uno de los poderes cuenta con tres niveles, así que a veces conviene esperar que el maná esté a tope para usar el ataque más poderoso.
Además de estos ataques básicos que tenemos que combinar con inteligencia y usar con cabeza, están los poderes definitivos. Cada elemento cuenta con un medidor de furia que se llena matando babilonios, y cuando lo rellenamos podemos ejecutar estos poderes definitivos, un ataque especial que dura un tiempo limitado y que podemos hacer más poderoso apretando los gatillos del mando. Una lluvia de meteoritos, una piedra gigante que baja rodando por la torre arrasando con todo, una inundación que ahoga a todos los babilonios en pantalla, o una tormenta de viento que manda por los aires a cualquier obrero que se encuentre.
Al principio el juego parece muy sencillo, unos pobres obreros que se acercan cargando piedras y a los que podemos arrasar con nuestros increíbles poderes de Dios, pero como es de esperar la cosa se va complicando poco a poco con nuevos desafíos. Por ejemplo con la aparición de los sacerdotes, un personaje que lleva un aura de un color determinado que le protege a él y a los de su alrededor de un elemento concreto, lo que nos obliga a utilizar poderes contra él que no sean de ese elemento. Después aparecen los tarros malditos, unos obreros que portan estos recipientes que si destruimos nos anulan el poder concreto que hemos utilizado durante un tiempo determinado.
También llegarán torres de asedio que ayudan a los humanos a acceder con más rapidez a los niveles superiores, y naves de carga que llevan piedras a la obra, y sin habernos dado cuenta pasaremos de un juego que parecía excesivamente fácil o una locura en la que no damos abasto para frenar las continuas oleadas de trabajadores. Y sobre todo lo que es más difícil, al principio comenzamos con la torre Gran Zigurat, que solo tiene una rampa de ascenso, y basta colocarse en su base para ir viendo a todos los obreros y destruirlos. Pero luego se incorpora la verdadera Torre de Babel, que cuenta con dos rampas de subida, lo que nos obliga a estar girando la cámara constantemente de una a otra multiplicándose la dificultad.
Las misiones de la campaña nos piden cumplir determinados objetivos, como acabar con un número concreto de obreros o sacerdotes, resistir X oleadas, o aguantar un tiempo determinado como 8 minutos sin que construyan la torre. Además de la Campaña tenemos el modo Supervivencia, en el que elegimos una de las dos dificultades –divinidad (fácil) o todopoderoso- y uno de los tres tipos de torres –gran zigurat, Torre de Babel, jardines colgantes-, y el objetivo como os podéis imaginar es aguantar el mayor tiempo posible, para luego fardar en los marcadores en línea. Además hay un modo Multijugador, local desde la misma consola y a pantalla partida, luchando por resistir la construcción de la torre más tiempo que tu rival, conseguir más puntos, o incluso una modalidad cooperativa en la que los dos jugadores se reparten los 4 elementos y tienen que resistir juntos.
Estamos ante una propuesta simple pero entretenida, que cuando comienzas a jugar se siente fresca y divierte bastante, pero que tiene poco recorrido. Bastará con jugar poco más de una hora para que te empiece a parecer repetitivo y un poco monótono, y no soporta muy bien largas sesiones de juego. Por su origen y su destino parece más apropiado para un teléfono móvil, para partidas cortas, y en consola debería haber sido más complejo y elaborado, ofrecer algo más, lo que no quiere decir que ni mucho menos sea fácil. Una buena idea de partida, pero que quizás no se ha explotado como debería. En su modo multijugador entretiene bastante, y seguramente si le damos una oportunidad nos echaremos un buen vicio junto a un amigo.
En PlayStation 3 es compatible con Move y en Xbox 360 con Kinect, que es la versión que hemos analizado. Y como pasa en otros muchos títulos que ofrecen al jugador la posibilidad de jugar con mando y con el periférico de control por movimientos de Microsoft, siempre es mejor jugar con el mando de toda la vida. Con una mano controlamos el puntero y con la otra acercándola a los extremos de la pantalla movemos la vista.
Si queremos cambiar de elemento tenemos que decir la frase en voz alta o dar una palmada, y moviendo la palma de una mano en vertical y rápidamente lanzamos un poder local, y si la elevamos y la movemos hacia los lados lanzamos un poder de seguimiento. Los poderes definitivos se efectúan levantado un brazo o diciéndolo en voz alta, y una vez ejecutado movemos los dos brazos como locos para realizar el mayor daño posible. No es un desastre, se puede jugar, pero llega a frustrar por su imprecisión y volveremos rápidamente al mando.
Gráficamente es discreto, utilizando la técnica del cell shading para ofrecer unos gráficos estilo dibujo animado que le quitan peso dramático a lo que estamos haciendo, que no deja de ser masacrar a cientos de pobres trabajadores que vemos en un tamaño muy reducido. Y la música y los efectos de sonido pasan muy desapercibidos, no dicen absolutamente nada y las melodías pueden llegar incluso a cansar.
Babel Rising es otro de esos ejemplos de un juego que funciona en móviles no tiene por qué hacerlo en consola, y se hace pronto repetitivo, monótono y muy plano. Es una pena, ya que la idea es buena, no está mal ejecutada, pero le falta algo y se queda en un título muy discreto que cuesta recomendar, pese a no tratarse para nada de un mal juego. Podemos encontrarlo para teléfonos móviles mucho más barato, y en esta plataforma se adapta mucho mejor a la simpleza de su mecánica.
Por 10 euros en consolas cuesta recomendarlo, y quizás ya va siendo hora de que PlayStation Network y Xbox Live ofrezcan un mayor rango de precios, para propuestas como estas tan sencillas que a un menor precio sí se le podrían perdonar sus evidentes defectos. Su mayor pecado sin duda es aburrir pronto, ya que entretener es el mínimo exigible en cualquier videojuego, y Babel Rising solo lo consigue por un espacio muy corto de tiempo.