Análisis de Trine 3: The Artifacts of Power (PC, PS4, Switch)

Con unos precedentes tan geniales como Trine y Trine 2, a nadie le debería de extrañar que muchos le tuviéramos tantas ganas a su tercera entrega desde que supimos de su existencia, especialmente tras la promesa de convertirse en el juego más ambicioso y grande de la saga. Pero algo no parecía ir bien con su desarrollo. Su lanzamiento como un título de acceso anticipado en Steam parecía fuera de lugar para un producto de estas características, y su anuncio de que alcanzaría su versión final este mismo mes de agosto cuando apenas habíamos podido probar tres pantallas, nos hacía temer lo peor. ¿El resultado? Un juego que mantiene gran parte de la magia y buen hacer de la saga, pero con una duración irrisoria y que transmite la sensación de estar incompleto.

Saltos y puzles en 3D

Para empezar, decir que Trine 3: The Artifacts of Power sigue siendo un juego de plataformas con puzles basados en físicas y ligeros toques de acción en el que tendremos que avanzar por una serie de niveles lineales buscando la manera de superar los obstáculos que irán saliendo a nuestro paso. Al igual que en las dos primeras entregas, el título vuelve a estar protagonizado por Pontius, el guerrero, Amadeus, el mago y Zoya, la ladrona.

Cada uno de estos personajes tiene una serie de habilidades concretas que tendremos que saber aprovechar para abrirnos camino.

La importancia de su multijugador vuelve a estar presente y es aquí donde Trine 3 vuelve a destacar y a brillar, ofreciéndonos una aventura cooperativa, ya sea online o local, divertidísima en la que nos tocará colaborar con nuestros compañeros para asegurarnos de que todo el mundo consiga superar ese obstáculo que tan insalvable parecía en un primer momento.

Existen dos formas de jugar en multijugador: en modo Clásico o Ilimitado. El primero es el tradicional de la saga, impidiendo que podamos controlar a un personaje que ya maneje otro jugador. Es el más divertido de todos y donde la colaboración cobra realmente sentido, por lo que os recomendamos que si lo jugáis con amigos, activéis en el menú de opciones esta modalidad. En cambio, Ilimitado es todo lo contrario, podremos controlar al héroe que queramos en cualquier momento, por lo que siempre encontraremos una forma de avanzar por nosotros mismos sin requerir de la cooperación de nuestros compañeros.

Pero sin lugar a dudas, la gran novedad de Trine 3: The Artifacts of Power la tenemos en su cambio de perspectiva. A diferencia de las dos primeras entregas, aquí podremos movernos en 3D, lo que abre nuevas posibilidades que se han sabido aprovechar para plantear situaciones y puzles que en 2D no eran posibles. El salto se ha realizado con mucha inteligencia, ya que mantiene su esencia intacta y llega a sentirse como la evolución natural de la saga, aunque también trae consigo algunos problemas.

Por ejemplo, la cámara en cooperativo nos ha dado más de un quebradero de cabeza, situándose en posiciones muy incómodas y propiciando de paso más de una muerte por no poder ver bien. Esta es fija, así que no la vais a poder controlar de ninguna manera. Por otra parte, ahora los saltos cuestan mucho más de calcular y hemos notado que las distancias y la profundidad del escenario no siempre están tan claros como deberían en determinados momentos de la aventura.

Algo que tampoco nos ha gustado demasiado es el hecho de que se haya perdido el sistema de progresión de personajes, de modo que las habilidades con las que empezaréis serán con las que terminaréis, echándose mucho de menos el ir consiguiendo nuevas habilidades que nos vayan abriendo nuevas formas de resolver puzles. Los triángulos para recolectar siguen estando desperdigados por todos los niveles, pero estos ahora nos servirán para desbloquear fases, tanto principales como secundarias, en lo que se siente un intento de alargar artificialmente la duración del juego, ya que no serán pocas las veces en las que tengáis que ir a los niveles opcionales para poder continuar con la historia.

Continuando con sus errores, la simplificación de las habilidades de algunos personajes también le hace un flaco favor, como las del mago, que ya solo puede crear cajas de un único tamaño y solo una a la vez (nada de puentes ni de plataformas especiales) o la pérdida de las diferentes armas del guerrero o los tipos de flecha de la ladrona. Esta última al menos ha ganado nuevos usos para su cuerda, lo que da pie a puzles muy interesantes.

El diseño de niveles sí que sigue estando a la altura, ofreciéndonos una aventura repleta de desafíos muy variados, aunque en líneas generales no nos han parecido tan redondos ni elaborados como en su segunda parte, lo que no significa que no sean muy disfrutables. El problema es que hay muy pocos (ocho principales, de los cuales tres son de tutorial para cada personaje y otro solo una batalla contra el jefe final) y las fases secundarias no son nada del otro mundo, ofreciéndonos unas minisecciones con un personaje concreto o arenas de combate, por lo que nunca llegan a aportar nada al conjunto más allá de hacernos pasar por ellos para conseguir triángulos.

Completar el juego con todos los niveles opcionales completados nos ha llevado unas tres horas y media (añadidle un par más si queréis conseguir todos los triángulos), una cifra inferior a la de sus predecesores (aunque no por mucho, ya que a fin de cuentas, Trine 1 y 2 duraban poco más de cinco horas cada uno) y que en realidad no nos parecería tan mal si no fuera porque el juego se siente totalmente inacabado y no tiene casi ningún valor rejugable.

La sensación que transmite el llegar a su final es la de habernos pasado el primer mundo y que por falta de presupuesto (algo confirmado por el propio estudio de desarrollo) se ha tenido que cerrar ahí con un final totalmente abierto y que no deja nada atado. Imaginaos que en Super Mario Bros., tras completar el primer castillo, Toad os dice que la princesa está en otro castillo y entonces Mario comenta "pues ya solo quedan dos más para terminar esta aventura" mientras os muestran un pequeño adelanto de los planes de Bowser y salen los créditos. Eso es exactamente lo que sentiréis al completar Trine 3. Y lo peor de todo es que en Frozenbyte no saben si la serie podrá ser continuada de algún modo en el futuro, ya sea por medio de contenidos descargables, actualizaciones gratuitas o una cuarta entrega, así que es posible que nos quedemos sin descubrir cómo terminan las aventuras de este carismático trío.

Por algún motivo, también se han eliminado los diferentes niveles de dificultad (incluyendo el modo hardcore), lo que hace que la aventura sea considerablemente más fácil que en otras entregas, especialmente con el nuevo sistema de resurrección de personajes en cooperativo, (nos bastará con acercarnos al alma del que haya muerto para revivirlo), y con la posibilidad que tenemos de regenerar salud de forma automática.

Donde sí que no falla Trine 3 es en su apartado visual, que vuelve a ser simplemente fantástico, algo que no consigue tanto por su apartado técnico (si nos fijamos, los modelados de los personajes no son nada del otro mundo) como por su espectacular diseño artístico, consiguiendo trasladarnos a un mundo mágico de ensueño y de una belleza pocas veces vista en un videojuego. De hecho, hay dos pantallas concretas que son una auténtica maravilla y todo un placer para la vista, situándose sin ningún problema entre lo mejor que ha dado la saga.

El sonido tampoco se queda atrás, gracias a una maravillosa banda sonora que ambienta a la perfección cada una de nuestras aventuras y que os costará quitaros de la cabeza. Los efectos también mantienen muy buen nivel y el doblaje español es de calidad, aunque la sincronización labial en algunas escenas deja muchísimo que desear.

Conclusiones

Trine 3: The Artifacts of Power es un juego que sabe mantener el espíritu de la saga y hacerla evolucionar en ciertos aspectos, aunque también da varios pasos hacia atrás que no le hacen demasiado bien. A pesar de ello, mientras dura, y especialmente jugado en cooperativo, se trata de una experiencia amena y divertida que sabrá haceros pasar un muy buen rato (sobre todo si jugasteis a los anteriores).

Por desgracia, su duración y su final nos dejan con la sensación de haber pagado por un producto incompleto y a medias, siendo este, sin lugar a dudas, su mayor pecado, ya que no consigue dejarnos satisfechos, algo que sí lograban, y de sobra, sus dos primeras entregas. Esperemos que Frozenbyte tome nota y sepa (y pueda) darle la conclusión que realmente se merece esta saga con la que tan buenos momentos hemos pasado.