Análisis de Imperivm Civitas II (PC)
Tras triunfar en el mercado español con la exitosa trilogía de juegos de estrategia en tiempo real Imperivm, el equipo de desarrollo Haemimont Games, de la mano de la distribuidora FX Interactive, lanzaba al mercado el año pasado una nueva entrega de esta franquicia que rompió por completo con los moldes establecidos hasta el momento. Y es que con
Ahora, un año después, Haemimont Games regresa dispuesta a revalidar el éxito logrado con este título de gestión sin ofrecer grandes novedades, pero sí perfeccionando al máximo la fórmula jugable.
Como en el título original, en Imperivm Civitas II nos encontraremos ante un juego de gestión de centros urbanos en el que tendremos que hacer frente a una gran cantidad de desafíos relacionados con los asuntos bélicos y, sobre todo, con la economía de nuestra urbe. En este sentido, la obra de Haemimont Games destaca esencialmente por dos motivos. En primer lugar, por el fantástico diseño de la interfaz de usuario, denominada sistema Rotae, que elimina por completo las grandes barras laterales que en la mayoría de casos han poblado nuestros monitores en este tipo de juegos, para ofrecernos todas las opciones posibles en un sencillo e intuitivo menú radial en el que tendremos al alcance de pocos clics todas las herramientas necesarias para desarrollar nuestra gran ciudad.
Por otro lado, Imperivm Civitas también destaca por su sistema de juego propiamente dicho, ya que a la hora de diseñar nuestra urbe, deberemos tener en cuenta no solo la cantidad de recursos disponibles a invertir en nuevos proyectos, ni tampoco la felicidad de nuestros ciudadanos, sino que por encima de todo, tendremos que pensar desde el principio en planificar al detalle la ciudad para que todas nuestras estructuras se encuentren conectadas entre sí. Como es habitual en el género, las viviendas de nuestros ciudadanos mejorarán su nivel de calidad si a su alrededor cuentan con los servicios básicos y de lujo que todo buen patricio desearía; pero en el caso de Imperivm Civitas, también nuestras manufacturas deberán estar conectadas entre sí para conformar una auténtica cadena de producción que permita a todos nuestros ciudadanos, que tendrán nombre propio, dedicarse en cuerpo y alma al progreso de nuestra ciudad. Por lo tanto, no bastará con crear un almacén en el que amontonar todas las materias primas. Los almacenes seguirán cumpliendo la función de centro al que acudirán los gerentes de los mercados para distribuir los productos entre los ciudadanos; pero las manufacturas actuarán dentro de su rango de alcance (que será representado como un gran círculo, como el resto de edificios públicos) compartiendo materiales con el resto de empresas.
Teniendo en cuenta este aspecto, deberemos centrarnos en crear la ciudad perfecta sin perder en el intento todos nuestros ahorros, ni mucho menos enfurecer de tal modo a la plebe hasta tal punto de hacer que se revelen contra nuestra autoridad. Como en el original, partiremos del foro, centro neurálgico de nuestra ciudad (que podremos ir mejorando pagando una importante cantidad de denarios tras cumplir unos requisitos básicos), desde el cual comenzaremos a diseñar nuestra gran urbe. En este sentido, del mismo modo que las manufacturas, los hogares de nuestros ciudadanos deberán encontrarse influenciados por una serie de estructuras como las fuentes de agua (que deberán construirse cerca de depósitos de agua o acueductos), escuelas, o templos, que serán los elementos básicos que permitan después a nuestros ciudadanos prosperar en la ciudad. Lo destacable de este sistema es que a diferencia de otros títulos de corte similar, en Imperivm Citivas II cada uno de nuestros habitantes tendrá su propia vida, por lo que si lo deseamos, podemos seguir a uno de estos ciudadanos desde su humilde hogar hasta la mina en la que trabaja durante varias horas, para luego beber con los amigos en la taberna (que nos permitirá conocer la opinión de la plebe) y regresar a media tarde a su casa para reunirse con su esposa e hijos.
Por lo tanto, hay que tener en cuenta que cada una de nuestras acciones tendrá su consecuencia en el devenir de nuestros habitantes. Así pues, por ejemplo, si construimos escuelas los ciudadanos que vivan cerca de las mismas optarán por tener descendencia. También, si construimos templos, jardines, y baños públicos cerca de un barrio de hogares al que no le falta ningún bien de primera necesidad, estos edificios se convertirán en grandes mansiones en las que habitarán los patricios, o clase alta en el sociedad romano, y por tanto su nivel de vida aumentará considerablemente, encontrándonos con una nueva serie de exigencias que deberemos saciar construyendo estructuras cada vez más caras y monumentales. Al final, deberemos controlar una gran cantidad de parámetros tanto a nivel social (hay que saber qué problemas o necesidades tienen nuestros ciudadanos) como económico, ya que por supuesto, dependiendo del lugar en el que nos encontremos, tendremos mayor facilidad para hacernos con un tipo u otro de recursos básicos. En este caso, si nos encontramos con escasez de materias primas, podemos usar el comercio para vender los excedentes y adquirir otros bienes que de otro modo sería imposible lograr (las rutas comerciales marítimas son una de las novedades del juego).
Como novedad, aparte de todas estas cuestiones, ahora también deberemos preocuparnos de la economía de cada una de nuestras familias. Y es que como decíamos, en todo momento deberemos velar por el bienestar de nuestros ciudadanos, no solo porque deseemos ser los mejores gobernantes posibles, sino también porque de este modo evitaremos las huelgas que paralicen la producción, o la proliferación de la delincuencia en nuestras calles. En este sentido, ahora cada familia contará con una riqueza acumulada que obtendrán de su trabajo, por lo que todo aquel ciudadano que no cuente con un empleo, no contará con el dinero suficiente como para sobrevivir y, por tanto, será más propenso a caer en la delincuencia (incendiar casas, por ejemplo). No obstante, no debemos pensar que por crear el máximo nivel de empleo posible vamos a librarnos de este mal, ya que nuestros ciudadanos únicamente trabajarán cuando sea necesario que trabajen. De este modo, si los almacenes están repletos de madera, ningún leñador saldrá a talar más árboles hasta que lo requiera nuestra ciudad.
Si nuestros ciudadanos nos dan demasiados problemas, o no tenemos los suficientes, también podemos optar por la esclavitud, que es otra forma de mejorar la economía de nuestra urbe, al menos de forma provisional. Por supuesto, a nosotros nos interesa sobre todo que las arcas públicas estén repletas de monedas de oro, por lo que la recogida de impuestos, el comercio, y las donaciones que harán nuestros ciudadanos en los templos serán nuestras principales fuentes de ingresos. Por ello, deberemos mantener un equilibrio sensato entre lo que poseen nuestros ciudadanos y lo que mantenemos nosotros, ya que por ejemplo, sería estúpido ahogarles con impuestos cuando nuestras arcas se encuentren repletas de dinero.
Otro de los aspectos que más han cambiado con respecto al original lo encontramos en la vertiente bélica de Imperivm Civitas II. En este campo destacan varios añadidos como la posibilidad de construir murallas y empalizadas que nos permitan defender nuestra ciudad de los ataques enemigos, y la mayor importancia que ganan las batallas con el empleo de los arqueros, équites (caballería) y hastati (infantería). No obstante, las escaramuzas contra las hordas bárbaras seguirán siendo un elemento menor en el desarrollo de la acción, algo que se nota sobre todo en la limitada capacidad de movimientos con la que nos encontraremos. Y es que en caso de entrar en guerra, únicamente podremos ordenar a nuestros batallones que se dirijan a un punto concreto del escenario (lo más cerca posible de las posiciones enemigas), y luego, a cada tipo de unidad englobada en estos pelotones, indicarles que ataquen o se retiren adoptando una formación determinada.
Aún así, no debemos caer en el error de pensar que las batallas son pan comido ya que tendremos que tener muy en cuenta la moral de nuestras tropas y la de los enemigos. En este caso, como en otros tantos juegos, la moral aumentará o descenderá dependiendo del desarrollo de la batalla, por lo que si nuestras tropas comienzan a morir a gran velocidad, la moral de nuestras unidades descenderá drásticamente lo que repercutirá en su eficacia de combate. Lógicamente, desarrollando correctamente una estrategia de batalla evitaremos este tipo de problemas, ya que con movimientos acertados podremos reducir la moral de los enemigos en cuestión de segundos.
El resto de novedades en el juego las encontraremos en un mayor número de estructuras a construir, entre las que se incluyen grandes monumentos históricos como el Coliseo; o las nuevas misiones que deberemos afrontar en la novedosa modalidad Campaña, en la cual se nos permitirá gobernar en importantes ciudades históricas como Pompeya (las catástrofes naturales pueden ser un problema) o Roma siguiendo un orden cronológico. También podemos encarnar a los prefectos de grandes urbes en la modalidad Ciudades del Imperio, que volverá a presentarnos una serie de desafíos verdaderamente difíciles que nos obligarán a pasar horas y horas delante del PC tratando de solucionarles la vida a los habitantes de estas ciudades. Por último, los más avezados en el juego pueden hacer frente al más difícil todavía: construir cinco espectaculares monumentos en la capital del imperio romano.
Todos estos logros quedarán registrados en Internet para que luego otros usuarios comprueben lo geniales dirigentes que somos. Y es que como en el original, la vertiente multijugador de Imperivm Civitas II se basará únicamente en comparar puntuaciones entre usuarios. Por supuesto, este aspecto potencia considerablemente la rejugabilidad de esta obra de Haemimont Games, ya que los aficionados a la serie querrán demostrar al resto de usuarios sus habilidades al frente de una ciudad, para lo cual tratarán de diseñar un centro urbano perfecto.
A nivel gráfico, el juego no presenta grandes cambios con respecto al original, si bien es cierto se ha mejorado el nivel de detalle en general tanto en estructuras como en entornos y ciudadanos. En pocas palabras esto se traduce en la posibilidad de disfrutar con un notable nivel de detalle de unas preciosas postales de paisajes y ciudades romanas. En este sentido, resulta encomiable el diseño artístico de todas las estructuras del juego, ya que presentan una gran fidelidad histórica. También determinados detalles como los reflejos del agua, o la sensación de vida que transmiten nuestras ciudades, harán que nos quedemos embobados durante varios minutos observando el transcurrir de un día normal en la vida de un romano.
El apartado sonoro tampoco ofrece grandes cambios con respecto a la primera entrega de la serie, volviendo a destacar sobre todo el magnífico trabajo de localización al castellano llevado a cabo por FX Interactive, y el buen repertorio musical que nos acompañará en el transcurso de la partida, aunque en este caso se echa en falta una mayor variedad de melodías.
En definitiva, Imperivm Civitas II se trata de una notable continuación del título original que, sin ofrecer grandes cambios a nivel jugable, vuelve a convertirse en un juego imprescindible para cualquier aficionado al género y a la época histórica en la que se basa por las grandes posibilidades que nos ofrece a la hora de gestionar una ciudad. Y aunque las batallas siguen sin ser un elemento destacable en el juego (aunque se han mejorado considerablemente), y el equipo de desarrollo podría haber incluido más novedades y modalidades de juego, el resultado final es de lo más satisfactorio.
Por lo tanto, los usuarios nóveles que quieran iniciarse en el género no deberían dejar escapar la oportunidad (más si tenemos en cuenta el precio al que se comercia el juego) de hacerse con Imperivm Civitas II, ya que tanto la brillante interfaz de usuario como el propio desarrollo de la partida facilitan enormemente a los neófitos en el género hacerse rápida y cómodamente con su sistema de juego. E igualmente, los aficionados al original tampoco deberían perderse la oportunidad de convertirse de nuevo en el prefecto ideal capaz de comandar importantes huestes de combatientes mientras gestiona con mano sólida una gran ciudad del Imperio Romano.