A lo largo de estos años hemos visto en la columna la importancia de los lanzamientos discográficos de una banda sonora, algo que muchas veces puede suponer la diferencia entre poder acceder a ella fácilmente o que acabe casi condenada al olvido. Ahí suele entrar el factor music rip, que viene a ser la extracción del audio del videojuego de manera no oficial, lo que sería correspondiente a un bootleg.
Por eso esta semana veremos un episodio muy importante para la música de videojuegos, que fue la entrada en la industria discográfica y cómo eso moldeó su impacto en Japón, donde siempre ha sido considerada con mayor respeto. Desde esos pioneros sellos especializados hasta los escasos primeros lanzamientos en Occidente, pasando por marcas discográficas creadas por empresas de videojuegos.
Los sellos de Alfa Records
A principios de los años ochenta los videojuegos estaban en plena fiebre de las máquinas recreativas, la primera edad de oro, pero aquello no iba a durar demasiado. Atari caería en la crisis de 1983 junto a otras grandes empresas norteamericanas, suponiendo el relevo al liderazgo de Nintendo y Japón. Durante aquella época la música de videojuegos todavía era algo precario, por lo que lo único que se había publicado eran los discos de Kid Stuff, un sello estadounidense que lanzaba álbumes drama y vocales de juegos como Donkey Kong, Pac-Man, Asteroids, Star Raiders o Missile Command. Aquello se sumaba al éxito de singles como «Pac-Man Fever» de Buckner & García, del que hablamos en el artículo de la cultura pop, pero nunca se mostró interés por la música original, la banda sonora.
No sería hasta 1984 cuando la primera discográfica se interesase por la música de videojuegos, y no fue otra que la japonesa Alfa Records. Ese año, la matriz crearía un sello bajo el nombre YEN Records al mando de Haruomi Hosono, miembro de la reputada banda Yellow Magic Orchestra, que ya había experimentado con samples de juegos arcade en su disco homónimo de 1978. Hosono fue el encargado de producir el álbum Video Game Music (1984), considerado el primer disco de música de videojuegos, un recopilatorio de música de arcades de Namco como Xevious, Dig Dug o Galaga.
La actividad de YEN Records no duraría mucho, pues en 1985 fue abandonado habiendo lanzado solamente aquel disco y un vinilo de 12’’ de Super Xevious. La gran diferencia es que esta vez sí había servido para crear un referente, así que el productor Kazusuke Obi, que operaba junto a Hosono en Alfa Records, decidió formar G.M.O. Records —por Game Music Organization— también como un sello de Alfa pero ahora sí centrado en música de videojuegos, el primer sello especializado en ello.
Las actividades de G.M.O. Records son mucho más conocidas en esos primeros años a mediados de los ochenta, pues fue el sello que consiguió lanzar los primeros recopilatorios de grandes compañías japonesas más allá de Namco, como Capcom, SEGA, Konami, Hudson, Tecmo, Taito, Falcom, SNK o Nintendo con los dos Famicom Music. El sello seguiría muchos más años activo, recogiendo incluso los lanzamientos de Yuzo Koshiro a principios de los noventa, pero el productor Kazusuke Obi se iría en 1986 para fundar Scitron & Art, otro de los grandes sellos japoneses de videojuegos. Scitron, que operaba junto a Pony Canyon, fue una empresa más centrada en fusionar música y vídeo, tal como demustran su ediciones en VHS y Laserdisc, que incluye el concierto del Game Music Festival ’90 .
Muchas otras compañías discográficas japonesas se unieron a G.M.O. y Scitron en los años siguientes, cuando entran Fun House / Toshiba EMI —que editaron los exitosos discos de Super Mario Bros. en 1986—, Tokuma Japan, King Records, Apollon Music, Nippon Columbia, Polygram, Victor Entertainment o Sony Music. El paso final fue cuando algunas compañías de videojuegos empezaron a formar sus propios sellos, como harían Falcom y Konami aliándose con King Records, SNK con su serie Sound Wave, SEGA con Sega Digital Media, Square con DigiCube o Capcom con Suleputer.
Una larga sequía occidental
Hacia 1990 Japón registraba ya alrededor de cien lanzamientos discográficos al año, una cifra que no haría más que ascender según fuese avanzando la década. Durante ese tiempo el resto de regiones siguieron prácticamente inactivas. En Estados Unidos hubo un primer acercamiento en 1986 con la edición en vinilo de 7’’ de un medley del arcade 720º, editado por la propia Atari. Sin embargo, el primer álbum completo no llegaría hasta ese año 1990 con Dungeon Master y Dungeon Master The Album. Después le seguirían en 1991 el recopilatorio Origin Soundtrack de Origin Systems y la banda sonora de Apidya, firmada por Chris Huelsbeck para Commodore Amiga y lanzada en 1992 como Apidya Soundtrack.
En 1993 el ritmo comenzó a aumentar un poco con los discos de Mortal Kombat y Mortal Kombat II, pero seguía siendo cien veces menos de los que se lanzaba en Japón. Llegaron a ocurrir cosas tan extrañas como que la música de la saga Wizardry se lanzase en Japón entre 1987-1998 —recogiendo la música que hacía Kentaro Haneda para las versiones japonesas— gracias a sellos como Apollon o Nippon Columbia, pero nunca lo hiciera en su región de origen, la de la norteamericana Sir-Tech.
A Europa no llegaría ningún lanzamiento oficial hasta 1992, con la edición de parte de Virgin Records del CD de Dune, conocido como Dune - Spice Opera. Al igual que en Norteamérica este fue un hecho aislado al que siguieron discos como el Lemmings / SFX y el disco de Mortal Kombat de 1993 o los famosos WipEout - The Music y TEKKEN: Windermere the Jungle mixes que trajeron Sony Music y JVC respectivamente en 1995. Aquel ritmo no mejoraría en Occidente hasta el cambio de década.