Cada año suelen salir unos cuantos títulos indies que se convierten en juegos imprescindibles, muchas veces salidos de la nada. Ahora bien, pocos consiguen levantar tanta expectación incluso antes de su lanzamiento e incluso superan las expectativas. Ese fue el caso de este maravilloso proyecto con el que Studio MDHR y los hermanos Moldenhauer se ganaron al público entre homenajes a la animación.
Cuphead fue toda una sorpresa cuando se anunció, y no solamente por su atrayente apartado visual, sino por contar con un sublime repertorio de jazz que no tiene rival, Krisofer Maddigan se encargó de dar vida a las composiciones que interpretan la big band y la ragtime band. Esta semana hablaremos de los maravillosos momentos que la convirtieron en una de las bandas sonoras top de su generación.
La escuela Fleischer Studios
El desarrollo de Cuphead comenzó en 2010, programado sobre el motor Unity y movido por el éxito de indies como Super Meat Boy. Los hermanos Chad, Jared y Marija Moldenhauer juntaban el núcleo de Studio MDHR. A finales del verano de 2013 se uniría el compositor Kristofer Maddigan, un músico de jazz de Toronto. Maddigan era un fan de Billy Joel desde pequeño, de ahí le vino el interés por estudiar percusión clásica, la rama en la que se acabó graduando. Aunque no había trabajado en un videojuego fue la mejor opción para los Moldenhauer debido a su formación, así que se puso a escribir música inspirada por grandes músicos de los años 30 como Duke Ellington, Benny Goodman o Cab Calloway, así como el ragtime de Scott Joplin.
El estilo de Cuphead está profundamente influido por la edad dorada de la animación americana, principalmente las obras de Fleischer Studios como Betty Boop, Koko the Clown, Popeye o Swing You Sinners!, y por supuesto la Silly Symphony de Walt Disney en cortometrajes como Hells Bells (1929) o los primeros protagonizados por Mickey Mouse y Oswald the Lucky Rabbit. Por ello la banda sonora se acerca mucho más al jazz, el swing y el ragtime de aquellos años que a lo que se ha venido a utilizar en videojuegos de su género.
La BSO fue grabada por un ambicioso grupo de más de 40 músicos divido en dos conjuntos. Por un lado la big band formada por tres secciones: las lenguetas (clarinetes, saxos altos, saxos tenores y un saxofón barítono), los viento-metal (trompetas, trombones, trombón bajo, fliscorno y tuba) y la sección rítmica (piano, guitarra, bajo, banjo, batería, vibráfono, percusión y percusión brasileña). Por otro lado una formación ragtime que se compone de viento-madera, viento-metal, cuarteto de cuerda y la sección rítmica. El propio Maddigan grabó el xilófono, el vibráfono y algunas percusiones. El estudio elegido fue el Canterbury Music Company, que se encuentra en la misma ciudad de Toronto.
El juego abre con el barbershop «Don’t Deal with the Devil» interpretado por el Barbershop Quartet —a las voces del Shoptimus Prime—, que tiene luego su propia variación para la pianola. Entonces hace aparición la introducción animada con su inconfundible swing, alternando las intervenciones de los vientos con el acento percutivo del piano y los timbales. A estas alturas resulta imposible no seguir el ritmo marcando con un ligero taconeo, lo tendremos metido hasta los huesos. El vals del «Elder Kettle» está inspirado por los niveles acuáticos de Koji Kondo para Super Mario, ya que iba a haber algún nivel acuático en el juego pero finalmente no ocurrió, pasando a ser el tema de esta tetera.
A partir del tutorial el orden de juego queda un poco a nuestra elección, pero cualquiera de los caminos que tomemos nos van a llevar a un encuentro absolutamente memorable con alguno de los jefes del inicio del juego, desde «Botanic Panic», «Ruse of an Ooze» o el duo anfibio de «Clip Joint Calamity» a los vertiginosos idiófonos de «Threatenin’ Zeppelin» —la primera fase de naves— o la letal descarga de samba jazzera en «Floral Fury», el más querido de entre los temas del juego. Todo ello sin descanso, aderezado con el alegre leitmotiv central de la isla Inkwell, el ragtime de «Treetop Trouble» o ese gran «Die House» que canta King Dice cuando aparece, interpretado a la voz de Alana Bridgewater.
Cambiando de isla siguen los momentazos musicales con «Sugarland Shimmy» o «Aviary Action», y llegan hasta «Carnival Kerfuffle» con su espectacular solo de saxofón, «Fiery Floric» o «Pyramid Peril», la favorita y más personal de Maddigan. Encontramos más ragtimes para las secciones run and gun, el xilófono de «Legendary Ghost» y la rotura de la cuarta pared con el barbershop «A Quick Break». La tercera isla sigue tan brillante con «Honeycomb Herald», «Murine Corps» o «High Seas Hi-Jinx», algunos de los temas más famosos del juego. «The Airship» esconde también un homenaje a los temas de barco volador de Nobuo Uematsu en Final Fantasy. El leitmotiv de la isla se vuelve de cine negro en «Inkwell Hell» para recibir el último tramo con ese tremendo «One Hell of a Time» del jefe final.
Los «Closing Credits» traen de nuevo la voz de Alana Bridgewater, que invoca al Cab Calloway que cantaba ese «St. James Infirmary Blues» en Betty Boop in Snow-White (1933), un cierre inmejorable para una de las bandas sonoras más frescas y aclamadas de los últimos años. Entre las claves que hacen tan buena la música de Cuphead está que nunca se repite, en los jefes no hay bucles porque la pieza siempre dura más de lo que nos lleva terminar el combate. Además utiliza una función dinámica en la que los solos cambian en cada intento y resurrección, por lo que la música es mucho menos lineal de lo que escuchamos en las grabaciones del álbum. Cuphead Original Soundtrack fue publicada en digital a través de sitios como Bandcamp, Spotify, iTunes o Amazon, además de recibir dos ediciones en vinilo de la mano de iam8bit, la Selected Tunes From Studio MDHR's Cuphead de 2LP y la completa Cuphead Deluxe Vinyl Soundtrack en 4 LP.
