Muchas veces son las bandas sonoras el elemento que destaca, en otras son los compositores, en otras es el sound team… pero también en ocasiones puede ser el hardware de sonido. Hemos hablado otras veces del sonido de algunas consolas, pero todavía no habíamos dedicado un artículo a la que puede ser una de las máquinas más influyentes en la concepción de lo que llamamos «música de videojuegos».
Y esa no puede ser otra que Game Boy y su versión mejorada Game Boy Color, la consola que lideró la revolución portátil e introdujo las bandas sonoras de videojuegos en nuestros bolsillos. Esta semana veremos cuáles fueron sus repertorios y compositores más importantes, así como lo que definió con su sonido y los álbumes que se publicaron en Japón, que tuvo bastantes para no ser de sobremesa.
Del korobéiniki a Lavender Town
En abril de 1989 Nintendo sacaba la consola Game Boy al mundo, una máquina portátil que sería el mayor éxito de Gunpei Yokoi. En la ingeniería del sonido había trabajado Hirokazu Tanaka, que sería además el compositor que más iría nutriendo musicalmente a la consola, pues ese mismo año aportaría nada menos que las dos joyas de lanzamiento: Tetris y Super Mario Land. El segundo de ellos recibiría también el primer CD dedicado íntegro a un juego de Game Boy, el álbum Super Mario Land de Nippon Columbia.
El sonido de Game Boy se caracteriza por sus distintivos cuatro canales: dos de onda cuadrada, uno de síntesis y otro de ruido. Se acerca al sonido del chip de NES pero con un canal menos, la principal ventaja es que lo convierte en un dispositivo portátil, y uno que estaría en circulación durante más de una década gracias al relevo con Game Boy Pocket y Game Boy Color. En 1990 se hicieron dos recopilatorios: Game Boy Music y Game Boy Graffiti.
La fiebre de bolsillo se empezó a extender entrada la década de los noventa, y fue acompañada por juegos como Gargoyle’s Quest —otro que tuvo disco propio, el Red Arremer Makaimura Gaiden—, TMNT: Fall of the Foot Clan, Atomic Punk, RoboCop de Jonathan Dunn o joyas de 1991 como Probotector, Castlevania II: Belmont’s Revenge, Metroid II: Samus Returns, Mega Man: Dr. Wily's Revenge o el inicial Mana, conocido en Europa con el título de Mystic Quest. El catálogo de juegos y bandas sonoras de Game Boy ya era magnífico en solo dos años, tomando el relevo del sonido de 8 bits donde lo dejaría NES y continuando a lo largo de toda la década, introduciendo además el ansiado puerto de auriculares que anunciaba el famoso lema de Dot Matrix With Stereo Sound.
Aunque Hirokazu Tanaka fue el principal compositor en los primeros años, muchos otros grandes compositores fueron pasando por la portátil, como fue el caso de Jun Ishikawa con Kirby’s Dream Land y años después Hirokazu Ando con Kirby’s Dream Land 2, otros dos grandes juegos de Nintendo en la consola. La saga Wizardry fue tan importante en Japón que Ikuro Fujiwara se hizo cargo de la música de tres entregas para Game Boy y además recibió discos de cada una de ellas igual que lo hiciera Kentaro Haneda. En 1993 llegarían otros dos juegos cruciales, por un lado The Legend of Zelda: Link’s Awakening, que venía a solidificar la parte musical de su contrapartida de Super Nintendo, y por otro Wario Land: Super Mario Land 3, que no solo inauguraba una subsaga genial, sino que sería el reducto para la compositora Kozue Ishikawa, que participó también en el sonido de aquel Zelda portátil.
A mediados de la década pegaron fuerte sagas como la trilogía Donkey Kong Land de Rare, en la que trabajaron casi todos los músicos de los Country, desde David Wise hasta Evelin Fischer, pasando por Grant Kirkhope en Donkey Kong Land 2. En las oficinas de Atlus se gestaba la saga Last Bible, que se completaría con Another Bible, fantástica repertorios de Game Boy que han recibido CD de música más tarde gracias al sello SuperSweep. Mientras tanto, en España vivíamos la mejor etapa con Alberto J. González y clásicos inmortales del sistema como Metal Masters, Spirou o los Turok, que irían llegando a finales de la década con algunos de los mejores espectáculos sonoros de la consola.
Hacia finales de los noventa fue también cuando llegaría la gran licencia que lo cambiaría todo, una que se había estrenado en 1996 en Japón y vendría a dar la segunda inyección de vida: Pokémon. Primero con Pokémon Rojo y Pokémon Azul, más tarde sería con Pokémon Amarillo, el memorable chiptune de Pokémon Trading Card o los respectivos de segunda generación. También llegarían otros titanes como Wario Land II y Wario Land 3 o la dupla de los Zelda de Flagship, The Legend of Zelda: Oracle of Seasons y The Legend of Zelda: Oracle of Ages, algunos de los mejores juegos y repertorios de Game Boy Color.
En la actualidad, Game Boy se ha convertido en el instrumento del chiptune por antonomasia, pues es común que se utilice para crear sesiones de música en vivo usando una mesa de mezclas, el cartucho LSDJ y distintos efectos. Es una lástima que se considere un aparato obsoleto y anacrónico en muchos casos —es cierto que cosas como las pilas o la pantalla sin iluminar están muy superadas— porque todavía hoy y con modificaciones sigue siendo una pieza de tecnología única: el ‘walkman’ que llevó a toda una generación a escuchar los sonidos de onda cuadrada de 8 bits en cualquier parte.