Volvemos a la carga una vez más con la columna VGM tras el descanso estival, y lo hacemos con un juego que este mismo mes de septiembre cumple un año desde su lanzamiento. Un título que en ese tiempo ha conquistado los corazones de miles de jugadores y lo ha hecho con el poder de la música, en una propuesta original y rompedora que nos dirá mucho en el futuro del potencial del videojuego.
Sayonara Wild Hearts ha entrado directo al Olimpo de los juegos independientes, heredando ideas de clásicos como Rez, OutRun o Panzer Dragoon, pero llevando las mecánicas a un nuevo nivel con su narrativa musical. Hoy hablaremos de toda su banda sonora, a cargo de los suecos Jonathan Eng y Daniel Olsén, y de las claves que lo hacen tan bueno, bello y especial en su planteamiento.
Volviendo a su cadencia
La base de Sayonara Wild Hearts se encuentra en los álbumes conceptuales, una idea que Simogo ha conseguido convertir en videojuego. El juego está dividido en niveles arcade con puntuación, pero en realidad no representan niveles sino pistas de ese álbum, uno que además nos contará la historia con la letra de las canciones; todo en el juego está dictado por la música. Si bien los niveles intermedios tendrán un empleo instrumental, los jefes —representados como unas bandas de moteros— serán los que reciban esos fragmentos grabados con la maravillosa voz de Linnea Olsson, cantante y chelista sueca.
Para lograr la conexión con el jugador, el equipo planteó un estilo de tintes synthpop —aunque en su origen iba a ser surf rock— muy similar al de artistas como Carly Rae Jepsen, en especial su álbum E·MO·TION (2015), CHVRCHES, Grimes o Lorde, una tesitura en la que Olsson lo borda. En lugar de seguir el orden que siguen en el juego hablaremos del orden que llevan en el disco de la banda sonora, que separa las canciones de las intrumentales. Esto además de facilitar la escucha en doble LP estaba pensado así desde el punto de vista creativo, ya que Jonathan Eng fue quien se encargó de la composición de las pistas pop con letra, y Daniel Olsén completaba lo restante: instrumentales, arreglos, efectos de sonido y producción.
Álbum
La partida entra con la homónima «Sayonara Wild Heart», algo más corta que las demás y adaptada al menú de juego, pero deslumbrando a través de una hipnótica progresión que culmina en el estribillo Goodbye, so long… que nos cautiva por completo. «Begin Again» es por contra la canción individual más larga, el primer nivel de este tipo y el que nos introduce al trío de los Dancing Devils, razón por la que integra tres estribillos —I have tried to forget, All the pain and regret…— que nos enfrentan a cada uno de ellos a lomos de las motocicletas, el primer momento que se graba a fuego del recorrido.
La velocidad de estas fases está adaptada al tempo de la canción, por lo que niveles como el que nos plantea ese magnífico «Dead of Night» contra los lobos de los Howling Moons será más frenético y complicado que otros. Aquí se nota todavía más cómo las partes de cada nivel van sincronizadas con la música, nunca se adelanta a las acciones, produciendo un gran efecto de Mickey Mousing. Por eso también nos dolerá repetir un tramo y que se corte la música, una constante en los juegos de ritmo.
En «Mine» se despliega otra marchosa secuencia en carrera de dos minutos junto a los Stereo Lovers, siguiendo las representaciones de los arcanos del tarot que se asocian a los personajes de la aventura. «The World We Knew» es la más dream pop de todas, recordando por momentos a Cocteau Twins o la voz de Julee Cruise en las escenas de cierre de Twin Peaks. El gran clímax llega en el emocionante estribillo, que armoniza las voces cono ese And it’s too late… que sigue al título de la canción y que enlaza con la narrativa central del They say begin again, también unida en una bella armonía coral.
«Inside» es otra de las piezas rápidas del repertorio. El encuentro con Little Death es uno de los grandes subidones de adrenalina, una veloz cadencia que lleva hasta la fase final Wild Hearts Never Die. El nivel es altísimo todo el tiempo, lo único que podría echarse en falta es que el juego integrara las letras en el gameplay para poder traducir su mensaje, quizás muchos jugadores no se fijen en ese detalle.
Original Score
Daniel Olsén se encargaba así de los momentos instrumentales del juego, empezando por ese primer nivel llamado Clair de Lune, que interpreta la obra de Claude Debussy aunque claramente inspirada en la versión que compuso para sintetizador Isao Tomita en su disco Snowflakes Are Dancing (1974). Los segmentos de «Heartbreak» a «Heartbreak V» simbolizan los cinco trozos de corazón, que se van alternando con otros como «Doki Doki Rush», «Forest Ghost» o ese «Night Drift» que nos ameniza los derrapes con el vehículo como en cierta cabina de SEGA. El último nivel es un espectacular medley que recompone fragmentos musicales del juego y los mezcla con otros nuevos como «Dragon Heart» o las dos últimas canciones del álbum, el memorable «Wild Hearts Never Die» y ese «A Place I Don’t Know» que cierra los créditos. iam8bit fue la encargada de lanzar la banda sonora en un doble vinilo.
El repertorio es redondo y magistral de principio a fin, hacía mucho que un videojuego no causaba esas sensaciones con tanta fuerza, y menos aún haciendo la música protagonista de forma tan original. Tendrá que pasar algún tiempo hasta que se valore a Sayonara Wild Hearts como es debido. En una primera partida suele impresionar y cautivar, pero la curva que hace la música en la memoria sugiere que cuanto más lo juguemos y más calen en nosotros esas canciones, más nos gustará. Simogo ha conseguido un éxito instantáneo que, casi seguro, bien reposado se convertirá en un clásico absoluto.