Muchos de nosotros, que venimos de haber vivido el mundo del videojuego en casete, de habernos sorprendido con un cartucho con 256 mega bits, y de haber admirado los juegos de Neo Geo en las recreativas, seguimos compartiendo algunos pecados que se siguen dando hasta la actual generación.
Cierto es que pudimos ver con nuestros ojos la evolución de la industria con cada nuevo sistema, pero como decíamos, muchos fallamos al perdernos juegos que eran auténticas joyas, por no haber aparecido en las revistas de la época, o porque sencillamente estábamos jugando a los juegos que todo el mundo conocía por aquellos años.
Sin tanto información como hoy en día para conocer todos los títulos que salían, siempre existía alguien que se había topado con un juego al haberlo alquilado una tarde, y nos hablaba maravillas sobre él. El boca a oreja de nuestros amigos y conocidos, a veces, era el mejor sistema para descubrir videojuegos que se disfrutaban en pequeños grupos y que nunca salieron de allí, hasta nuestros días.
Leyendo muchos reportajes retro, a veces uno exclama "¡cómo que este juego nadie lo conocía!" "¡yo jugué a él!", y algo parecido pasa con el título de hoy. Metal Storm fue un juego lanzado en NES, de la siempre sorprendente Irem, y de la que ya os hemos hablado en algunas ocasiones aquí, por la columna retro de Vandal, ya que los padres de R-Type, In the Hunt o de juegos menos conocidos como Undercover Cops, se destaparon con un cartucho para la 8 bits de Nintendo, que disfrutó de una modesta distribución por el territorio PAL, pero que algunos afortunados pudieron disfrutar.
Del país de los olvidados
Metal Storm fue lanzado el mismo año que uno de los juegos más míticos de la historia de Irem, Hammerin' Harry, en 1991. El juego nos presentaba, aparentemente, un plataformas en el que manejábamos a un mecha y disparaba a sus enemigos de la misma manera que en Mega Man. Pero la cosa se empezaba a complicar cuando leíamos en las instrucciones una de las acciones que daban personalidad propia a este título: el salto en el que se invertía la gravedad.
La jugabilidad de Metal Storm giraba en torno a un preciso salto que nos hacía movernos con soltura por el escenario, pero que daba un giro -nunca mejor dicho- por completo al concepto con un salto en el que podíamos invertir la gravedad, con nuestro mecha "pegándose"" al techo. Ahí es cuando el juego de hoy empieza a descubrirse no sólo como un plataformas, sino además como un puzle caótico a partir de su segunda fase, donde debíamos esquivar los típicos pinchos en el suelo andando por el techo, pero a la vez teniendo cuidado con las trampas de esa superficie.
Las fases suponían aprenderse la aparición de los enemigos, pero sabiendo que muchos de ellos no sólo seguían un patrón rutinario, sino que también nos acompañaban al saltar y cambiar la gravedad, algo simplemente genial. Cierto es que a pesar de no ser un concepto nuevo, en Metal Storm se logra implementar de una manera magistral, que engrandecía la jugabilidad y muchas de sus fases debían ser superadas con habilidad y a la vez estrujándonos un poco el coco.
Gráficos con el sello de Irem
Los gráficos fueron sencillamente sobresalientes, ya que los chicos de Irem lograron exprimir el hardware de NES para regalarnos unos trabajados escenarios con varios planos de scroll, que en ocasiones estaban allí para incrementar la sensación de desconcierto que nos acompañaba en muchas de sus fases. Las animaciones, como era de esperar por parte de Irem, nos mostraban a un mecha muy bien animado, con unas también cuidadas animaciones en los muchos de los power ups que recogíamos a lo largo del cartucho, hasta el apoteósico final en el que nos enfrentábamos a todos los jefes finales del juego uno tras otro.
Las músicas eran pegadizas, y bastante psicodélicas en las fases de plataformas con gran número de puzles, y no hacían más que aumentar y acompañar la mencionada sensación de desconcierto -a propósito- de la que hace gala el juego, que muchos desgraciadamente nos perdimos a principios de los noventa.
El cartucho no era especialmente largo, pero sí lo suficientemente difícil como para que se nos presentase la pantalla de game over sin rubor en apenas un par de tropiezos. Los jefes finales de fase también jugaban hábilmente con el mencionado toque de antigravedad que hizo que este juego se diferenciase de muchos, a pesar de ser disfrutado por unos pocos.
La versión recortada que llegó hasta nuestros lares (la versión nipona tenía intros que desaparecieron al cruzar el charco), no hizo que mermase demasiado la tremenda calidad que derrocha Metal Storm, uno de esos juegos que a pesar de que muchos "vacilemos" de haber disfrutado de tantos juegos retro, nos lo perdimos sin remedio, y que hoy recordamos y reconocemos, como uno de nuestros pecados.