Los años noventa fueron una década que relanzó las luchas callejeras y las puso de moda. Final Fight fue el título que desencadenó una corriente por la que muchos juegos nadaron, mientras el resto seguía su curso con pocas alteraciones.
Capcom dio donde dolía, demostrando a la industria que el género de los beat 'em up podía y debía dar un paso adelante para enamorar como nunca a los jugones, y así lo hizo. La antigua Capcom, la que arriesgaba con cada nueva saga, creó un videojuego con la fórmula que se fabrican los éxitos: un mundo decadente donde todos los personajes, con sus tópicos, tenían personalidad, y los gráficos deslumbraban de la misma manera que lo hizo la jugabilidad, teniendo que enfrentarnos a grandes enemigos que aguardaban hasta en el último rincón de aquella Metro City por la que nos perdimos tantas veces.
Este es quizás el mayor problema de Growl, un videojuego de Taito que está lleno de buenas y bien ejecutadas intenciones, pero que fue lanzado en los arcades en la misma franja temporal que Final Fight, lo que hizo que pasara desapercibido, y que unido a una baja distribución hizo que pocos pudieran disfrutarlo.
Más armas que puños
Growl, conocido en Japón como Runark, nos presentaba un beat 'em up de desplazamiento lateral ambientado en el siglo 20, donde controlamos a cuatro personajes que son guardas forestales, a cargo de despachar a un grupo de cazadores furtivos que se están llevando a algunos animales a la extinción. Lo cual hace que estos se tomen su trabajo muy en serio y nos libraremos de ellos de todas las formas posibles, pero poniendo énfasis en una de ellas: la cantidad de armas disponibles.
Los cuatro personajes son diferentes en cuanto a fuerza, ataques y longitud de salto, lo que hace que podamos elegir nuestro favorito dependiendo de nuestros gustos. A lo largo de siete fases encontramos las mencionadas armas, bien dentro de los barriles y cajas de madera que destruimos o desarmando a los enemigos que las llevan.
Tenemos hasta ocho armas diferentes, y algunas pueden ser lanzadas de la misma manera que muchos elementos del escenario, lo que hizo que este juego de acción se diferenciase de otros. Un cuchillo, granadas de mano, una pistola, una espada, un látigo, una ametralladora y hasta un lanzacohetes son el tremendo arsenal con el que disfrutaremos a lo largo del juego, haciendo que este arcade fuera bastante atípico, puesto que muchas pantallas las recorremos sin los ataques cuerpo a cuerpo.
Además debemos de estar atentos, ya que si un arma se queda en el suelo desaparece. Los siete escenarios nos llevan por una ciudad, un tren en movimiento, un barco, la selva una caverna hasta llegar a la guarida de los furtivos para acabar con todos ellos.
Además algunos animales nos ayudan tras rescatarles, desde un águila hasta un elefante, pasando por una manada de ciervos. Todo esto movido por el hardware de Taito, que aunque como decíamos está lleno de buenas intenciones, muestra unos gráficos algo extraños, ya que la perspectiva elegida muestra algunas proporciones de edificios o estancias mal representadas en proporciones.
Pero lo cierto es que el aspecto gráfico y sonoro, a pesar de mostrar algunas carencias, se pasa por alto ante el espectáculo de explosiones y demás efectos que están bien ejecutados.
Lo cierto es que muchos nos perdimos este juego, pero aún hoy es bastante disfrutable, habiendo sido incluido en varios recopilatorios como el Taito Legends, y sin duda nos dará tardes de diversión junto a tres amigos si le damos una oportunidad, ya que en el año que fue lanzado, se le privó del éxito que quizás podía haber tenido de no ser por los juegos con los que convivió.