Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore no ha sido un completo desastre después de todo (aunque se estima que sea un desastre en taquilla). La saga de Harry Potter tuvo un glorioso final con su segunda parte de Las reliquias de la muerte, allá en 2011, y desde entonces han sido Eddie Redmayne, Jude Law, Ezra Miller y compañía quienes han tomado el relevo del joven Daniel Radcliffe y el resto de magos de la escuela Hogwarts, de magia y hechicería. Con estas tres películas de Animales Fantásticos se ha repetido un poco la situación de la nueva trilogía de Star Wars a manos de J.J. Abrams con la colaboración de Rian Johnson en Los últimos Jedi.
Demasiados cambios de tono en muy poco tiempo
La primera entrega de Animales Fantásticos (con la coletilla de 'y dónde encontrarlos') presentaba un spin-off interesante con un Newt Scamander como personaje central, al que acompañaban otros secundarios que han terminado convirtiéndose en ejes vitales de la narración a medida que han ido avanzando las películas. Esa cinta original de esta saga mantenía un tono más familiar, más mágico, permitiendo al espectador explorar otras capas del universo de J.K. Rowling antes de que Harry Potter existiera, usando a las criaturas fantásticas como hilo conductor. En Los crímenes de Grindelwald, la secuela, se pegó un volantazo supino y el tono cambió radicalmente.
El film, con Johnny Depp con mayor peso como villano en las pieles del mismo Grindelwald, apostaba más por la oscuridad, por el misterio, por dejar ya a un lado ese mundo mágico de fondo y centrarse en los arcos propios de los personajes. Una evolución natural que también vimos en Harry Potter, pero en ese caso se necesitaron más películas y el contexto sobre el que ocurrían los hechos era más amplio, por lo que el espectador estaba mejor situado.
En Los secretos de Dumbledore se ha intentado fusionar un poco lo visto en las dos primeras partes y se ha vuelto a romper con el tono establecido, lo que provoca que la continuidad de las películas sea un desastre en líneas generales. En Harry Potter veíamos ese camino paulatino hacia los tiempos oscuros y duros para los protagonistas, hasta culminar con un final en el que aparece la luz.
En esta tercera pieza, tenemos animales fantásticos y únicos que son pilares fundamentales para el tercer acto de la historia y tenemos a un criminal, ahora interpretado por Mads Mikkelsen, cuya intención es hacerse con la presidencia del mundo mágico para empezar una guerra con los muggles (ya sabéis, las personas que no pueden usar magia). Pero por extraño que parezca, se hace un poco raro ver en la misma coctelera esos dos elementos, porque la importancia de Newt cae en picado y la presencia de Dumbledore y Grindelwald es tan poderosa que lleva la película hacia otros caminos, alejándose en parte del estallido del conflicto y enfocándose en la estrecha relación de ambos. Cosa que no es para nada mala, pero desde luego le quita importancia a ese ascenso al poder que busca el criminal para dar pie a uno de los peores horrores del mundo.
Los secretos de Dumbledore no es para nada una mala película, pero siempre y cuando se trate a la misma de una forma un tanto independiente y no extremadamente ligada al esqueleto de Animales fantásticos. Si tratamos a esta saga como una historia episódica en la que simplemente los personajes van entrando y saliendo en función de las necesidades del motor narrativo, podríamos decir que incluso esta tercera parte no está mal. Pero por desgracia suceder a Harry Potter es una carga tanto para bien, como para mal, y Rowling y Steve Kloves (guionista de la saga de Potter a excepción de La orden del fénix) han dado demasiados bandazos en esta tercera entrega como para que sea sólida y se adecue a lo visto en el pasado.
El reparto funciona muy bien
Al final, que Mads Mikkelsen sustituya a Johnny Depp es lo de menos, porque a decir verdad hasta se le ve más cómodo con el papel a pesar de haber llegado en un punto avanzando. No destaca como antagonista como lo ha hecho en otros proyectos como Hannibal o Casino Royale, donde tan bien ha estado, pero se percibe su fuerza interpretativa y transmite esa seriedad y crudeza que se busca con Grindelwald. No hay lugar aquí para la teatralidad del Voldemort de Ralph Fiennes, por lo que el protagonista de Valhalla Rising puede sacar a relucir ese carisma tan extraño que logra transmitir con sus expresiones.
Por su parte, Eddie Redmayne sigue exactamente igual que en la primera entrega (motivado todavía con el personaje y muy conectado con el mismo) y el que sí logra comerse la pantalla es Jude Law con su solemnidad. Puede que porque interpreta a Dumbledore y todos sabemos que eso es sinónimo de grandeza, pero Law hace que no se echen en falta a Michael Gambon o a Richard Harris, porque en su versión joven consigue mantenerse igual de enigmático, sabio y portentoso. Y lo que se hace con el personaje de Katherine Waterston (Tina) es mejor dejarlo, porque está claro que no va a gustar a nadie que vea la película.
Cuesta cada vez más ver la firma autoral de David Yates, quien ha firmado múltiples obras dentro de la saga de Harry Potter con bastante acierto pero que, desde que se puso manos a la obra con Animales Fantásticos, da la sensación que va con el piloto automático. Tres películas dirigidas por el mismo cineasta y cada una con un tono y finalidad diferente, algo que solo puede venir impuesto desde la producción.
No es mala, pero necesitaría unos cuantos ajustes
Animales Fantásticos: Los secretos de Dumbledore intenta lidiar con lo acaecido en sus dos cintas predecesoras para enfocar de forma alternativa el spin-off de Harry Potter, dejando tramas sin cerrar, personajes colgados, secuencias que puede que sean atractivas visualmente pero que no llevan a ningún lado y una ligerísima presentación de Hogwarts que desde luego sirve como antesala de lo que veremos en el futuro. Pero desde luego dista mucho de ser un producto digno de Harry Potter. Como decíamos, si se trata como una obra independiente puede funcionar, pero arrastra demasiado a sus espaldas y tampoco sabe muy bien qué hacer con ello o cómo darle ese enfoque para continuar con la historia.
La política aquí se muestra como algo prioritario pero, en el fondo, es un plato frío que no sabe a nada ni tampoco recibe la importancia que debería, repetimos, teniendo en cuenta el problema que Grindelwald está planteando sobre la mesa, que es arrancar un guerra contra el mundo no mágico que sin duda sería también un daño colateral para el universo de magia en el que habitan los personajes principales. Animales Fantásticos necesita algo más que buenos efectos digitales y combates de varita espectaculares para resucitar cual ave Fénix. La película cae simpática, y hasta se podría ver de forma independiente, pero como bloque o continuación solo añade más piedras al camino.