Qué complicado ha sido escribir la crítica de Spider-Man: No Way Home sin spoilers. No porque la cinta tenga un argumento enrevesado ni nada por el estilo, sino porque donde No Way Home encuentra su fuerza es con la aparición de algunos personajes que llevan siendo objeto de rumores, teorías y hasta filtraciones desde hace semanas e incluso meses. Evidentemente, y como habréis podido ver en el titular, aquí vamos a hablar sin ningún tipo de censura de la nueva película de Jon Watts y Tom Holland, por lo que habrá spoilers de todo tipo y desvelaremos parte esencial de la trama, así como la aparición (o no) de otros Spider-Man, villanos, etc. Tened en cuenta que esta crítica se complementa con la sin spoilers que también tenéis publicada en Vandal Random, este apartado es solo para aquellos que han visto ya la película o para los valientes que no le tienen miedo a nada y prefieren saberlo todo de antemano.
Sí, el Spider-verse es real
Spider-Man: No Way Home es un espectáculo desde el minuto uno. Jon Watts no nos da cuartel y desde el mismo momento en el que arranca la cinta ya tenemos a nuestro querido Spider-Man teniendo que lidiar con que su identidad se ha hecho pública. En ese sentido, es maravilloso ver que a estas alturas ya no hace falta ningún tipo de introducción ni nada que obligue a los espectadores a tener que pasar por una especie de resumen o puesta en escena. En una película que va directa a los que ya tienen experiencia con la trilogía de Holland y, desde luego, para los que ya saben cómo funciona el universo de Spider-Man. Se agradece poder arrancar el film sin esas condiciones introductorias y poder abrazar, en cierto modo, la intencionalidad seriada que Marvel Studios lleva articulando desde hace años en la gran pantalla.
Aunque No Way Home esté pensada para ser el largometraje definitivo de Tom Holland y la consagración del mismo actor como el lanzarredes por excelencia del Universo Cinematográfico de Marvel, era imposible hacer eso sin traer de vuelta a los Spider-Man del pasado que, de un modo u otro, habían perdido en la tarea en la que Holland ha triunfado. Cuando por primera vez vemos en pantalla a Andrew Garfield y Tobey Maguire hasta cuesta creerlo. Ambos actores están muy cambiados desde que los vimos por última vez caracterizados como el personaje. Y es que hay que tener en cuenta que Maguire interpretó al personaje por primera vez en 2002 y, Garfield, en 2012. Es decir, casi veinte y casi diez años desde que empezaron su camino como Spider-Man en la gran pantalla, y la edad no perdona a nadie.
De hecho, hasta ellos mismos hacen burla de eso antes de realizar el enfrentamiento final contra Electro, Lagarto, el Hombre de Arena y compañía. Maguire y Garfield protagonizan un instante en el que el dolor de espalda de convierte en la máxima preocupación de sendos lanzarredes (46 y 38 años, respectivamente, son los que cargan a sus espaldas) y eso se torna en algo mágico, en algo real. Hace que todo el paso del tiempo que hemos estado sin los personajes parezca palpable porque el tiempo ha pasado para todos, y eso genera un sentimiento de nostalgia increíblemente poderoso en los espectadores más veteranos que llevan enganchados a Spider-Man, por lo menos en el ámbito del celuloide, desde que Sam Raimi dio el pistoletazo de salida. La película da muchísimo espacio para que los tres personajes se pongan al día, cuenten curiosidades (ese interrogatorio a cómo Maguire logra sacar sus telarañas de su propio cuerpo es oro) y hasta puedan mostrar su cara más humana y menos de superhéroe. Se generan conversaciones al más puro estilo de Quentin Tarantino que se desvían de los acontecimientos que se están llevando a cabo en el hilo conductor de la trama, y que terminan resultando hasta más interesantes que lo que va a acaecer acto seguido.
Cierto es que las apariciones de Maguire y Garfield resultan mucho menos orgánicas que la de los villanos, que por lo menos tienen la excusa de haberse colado por las grietas que se han abierto a causa del hechizo fallido del Doctor Extraño. Se cuelan en escena un poco in extremis y de un modo poco épico, pero muy emotivo. Cada cual tiene que demostrar que es Spider-Man haciendo gala de sus poderes, y a partir de ahí, cuando tanto los involucrados en la secuencia de “presentación” como el patio de butacas ven que el Spider-verse es real y que esas películas originales no han caído en el olvido y que ahora sirven para algo, donde se confirma que el poder y alcanza de Marvel Studios es inigualable y que la capacidad que tiene para narrar historias y dar forma a mundos es único.
No son solo cameos, Maguire y Garfield están espectaculares
En lo que respecta a nivel interpretativo podéis estar totalmente tranquilos, porque tanto Maguire como Garfield están para quitarse el sombrero. El primero juega el papel de Spider-Man más veterano, más fatigado, con un pasado más complejo, digamos. El segundo, sigue un poco los pasos de Maguire pero, sin esperarlo, brinda la mejor interpretación de Spider-Man que ha realizado hasta la fecha. Cuando los tres están juntos, Garfield es capaz de captar toda la atención y robarle también el papel protagonista a Tom Holland. Una lástima que el actor haya por fin entendido cómo funciona su personaje y se haya sentido a gusto con él, ahora que el papel de lanzarredes titular no le pertenece. Garfield está natural, divertido y roto por dentro porque todavía se culpa de no haber podido a salvar a Gwen, su MJ (Mary Jane o Michelle Jones) de aquella terrible caída provocada por el Duende Verde de su universo. Un punto que aquí se soluciona y que termina con la sala de cine repleta de aplausos y en estado de furor.
No Way Home, incluso, sirve para que tanto Maguire como Garfield puedan cerrar asuntos pendientes que tenían consigo mismos y con los villanos a los que se enfrentan. Es un patio de colegio repleto de adultos que jugaban juntos de pequeños, y que tenían cuentas que tratar para poder cerrar sus arcos y caminos de cara al público y, por supuesto, hacia ellos mismos. Ahora que el multiverso existe y que se han introducido de nuevo a los personajes antiguos, no dudamos que veremos productos relacionados con ellos en el futuro. Puede que series para Disney+, puede que más cameos o puede que hasta sus propios proyectos cinematográficos, pero desde luego valdrá la pena todo teniendo en cuenta que aquí sí que se respira amor por la historia que cada uno representa.
Spider-Man: No Way Home, como decíamos, es la consagración de Tom Holland como Spider-Man, el film que lo transforma ya en un lanzarredes adulto, maduro y con una mirada muy diferente a anteriores películas protagonizadas por el mismo actor. Hay lugar para la comedia y para los momentos de humor, sí, pero generalmente no vienen provocados por el actor que protagonizará Uncharted en 2022, sino por esos nuevos lanzarredes que refuerzan la fórmula de Marvel acompañados de Zendaya, Jacob Batalon e incluso por los villanos antiguos como el Doctor Octopus o Electro, que tienen que adecuarse ahora a las normas de la Casa del Ratón.
Un Daredevil que no encuentra su sitio y un Willem Dafoe espectacular
Eso sí, lo que no encaja absolutamente para nada es la aparición que realiza Charlie Cox como Matt Murdock en No Way Home. El Hombre sin miedo no tiene lugar en este largometraje y se le ha colado de una forma un tanto violenta para que pueda tener un futuro en el UCM asegurado, con películas propias o con más temporadas de su serie, pero un futuro al fin y al cabo (como el resto). Pero lamentablemente, a pesar de que sea un placer volver a reencontrarnos con este actor encarnando a Daredevil, Cox no pinta nada en la trama y es un puro ejemplo de fan service para seguir conectando personajes, mundos, y productos.
Entrando ahora con los villanos, la misión de presentarlos a todos ha sido inmensa. Es de admirar cómo Jon Watts ha conseguido que cada antagonista tenga su propio espacio y pueda lucirse mínimamente en pantalla, pero la balanza está demasiado descompensada con el Duende Verde, el Doctor Octopus, Electro y el resto de los enemigos de Spider-Man. Estos tres mencionados son los que llevan la batuta cantante y los que orquestan, verdaderamente, el espectáculo, siendo el monstruo de Dafoe quien mueve los hilos desde el principio sin que se sepa, usando al personaje de Alfred Molina como “tapadera”. Jamie Foxx, por su parte, parece que ha logrado encajar mejor con Electro evitando ese tono azul que tanto pidió a gritos no lucir si volvía a meterse en la piel de este ser eléctrico. Pero el resto de los villanos, por desgracia, no logran destacar en nada y toda esa parte humana que nos mostró del Hombre de Arena en la Spider-Man 3 de Sam Raimi quedan recudidos a polvo, nunca mejor dicho.
Con todo, y al final, sanear quién conoce la identidad de Spider-Man termina siendo algo secundario. La cinta se enfoca en cómo evolucionamos, maduramos, crecemos y aprendemos a hacer frente a los problemas más difíciles de nuestras vidas. Ser el lanzarredes es una gran responsabilidad, y eso quiere decir que no se puede llevar una vida normal y que hay que cargar con una serie de circunstancias que pocos podrían. Maguire y Garfield se comen la pantalla siempre que aparecen y Holland hasta queda un poco de lado, pero el actor saca lo mejor de sí mismo en su tono más dramático para sobrepasar a los veteranos en los instantes más decisivos. Garfield, empero, tiene ya ganado su perdón como Spider-Man y merece una nueva entrega en solitario para demostrar precisamente eso que No Way Home quiere transmitir: que ahora ha pasado a una etapa de madurez y puede con todo.