En Nadie 2, Bob Odenkirk regresa a su papel de Hutch Mansell, el padre de familia con un pasado letal que ya conquistó a crítica y público en 2021. Sin embargo, esta secuela dirigida por Timo Tjahjanto no busca reinventar la fórmula, sino amplificarla, abrazando sin pudor el “más de lo mismo” como marca de identidad.
El guion de Derek Kolstad y Aaron Rabin traslada la acción a un resort vacacional, un escenario que, aunque más luminoso y veraniego que el de la primera entrega, sirve únicamente como nuevo campo de batalla para una sucesión de peleas y tiroteos que rara vez igualan la creatividad visual del ya mítico combate en el autobús de la original.
El carisma del protagonista es parte fundamental de la cinta
La película se apoya, de nuevo, en el carisma de Odenkirk, cuya fisicidad poco convencional para el género de acción sigue siendo su mejor arma. Aquí el actor combina apatía y letalidad con una naturalidad que le permite alternar momentos de comedia doméstica con estallidos de violencia extrema. El problema es que el factor sorpresa ya no está, y aunque su interpretación sigue siendo magnética, la sensación de “ya visto” planea sobre gran parte del metraje.
Tjahjanto, conocido por su energía desbordante en el cine de acción indonesio, se enfrenta aquí a las limitaciones de un gran estudio. Aunque hay destellos de su estilo —montajes desenfrenados, coreografías rápidas, golpes que buscan doler en cada plano—, la dirección parece más controlada, como si la producción hubiera domesticado ligeramente su lado más salvaje.
En el reparto secundario, Sharon Stone brilla como villana, aportando una energía histriónica que equilibra la inexpresividad calculada de Hutch. Connie Nielsen obtiene más presencia como la esposa que, entre el hastío y la complicidad, empieza a asumir que la violencia forma parte del paquete matrimonial. Christopher Lloyd reaparece como el abuelo armado, aunque su impacto es menor que en la primera entrega, y Colin Hanks sorprende en un papel que juega con un carisma inquietante.
El guion se conforma con encadenar secuencias de acción separadas por breves interludios de humor costumbrista y algo negro. En este sentido, la película funciona más como un episodio piloto para una posible saga episódica que como un largometraje con entidad propia. La comparación con El equipo A o las comedias de vacaciones familiares no es gratuita: el tono coquetea con la autoparodia, pero sin abrazarla del todo.
El tramo final, con un clímax que recuerda a una versión ultraviolenta de Solo en casa, es quizá el momento en que la película se permite divertirse de verdad con su premisa. A pesar de sus carencias, Nadie 2 ofrece un entretenimiento funcional, un pasatiempo veraniego que cumple para quienes solo buscan ver a Odenkirk repartiendo golpes con una mezcla de cansancio y precisión quirúrgica. Su valor reside menos en la historia que en la personalidad del protagonista, que sigue siendo un antihéroe refrescantemente alejado de los arquetipos musculados del género.















