Después de recorrer medio mundo tras su jubilación en 2006, Elmi Smit y su esposo Gerar, de 76 y 80 años, decidieron abandonar definitivamente los Países Bajos para instalarse en el corazón tropical de Tailandia. Fue durante una visita navideña en 2013, cuando buscaban alojamiento temporal para recibir a su hijo, que el destino les cambió la vida: un agente inmobiliario les mostró una casa aún sin construir en un resort de Hua Hin, y la compraron sin pensárselo. Una década después, viven rodeados de vegetación, a diez minutos de la playa, con piscina propia y mangos al alcance de la mano.
Mejor jubilarse en un país más pobre que el de origen, claro
Elmi admite que la mayor transformación en su rutina diaria ha sido su relación con la cocina. "¡Casi nunca cocino! Es tan barato comer fuera", explica. En Hua Hin, una sopa cuesta apenas un euro, una cena para dos no supera los 10, y alimentar a nueve personas puede salir por tan solo 20 euros. La pareja se permite lujos como estos sin comprometer su economía, gracias a su pensión occidental. Su vivienda costó 200.000 euros, una cifra con la que hoy apenas se accede a un apartamento modesto en Países Bajos. El mantenimiento mensual tampoco representa una carga: cinco euros de agua y unos 50 de electricidad, principalmente por el aire acondicionado y la piscina.
La compra de la casa no estuvo exenta de desafíos. En Tailandia, los extranjeros no pueden adquirir terrenos, solo arrendarlos a largo plazo. “Tenemos un contrato de treinta años, renovable dos veces más”, explica Elmi. Aunque reconocen que hay casos de extranjeros que han perdido sus propiedades por desconocer la normativa, ellos consideran su situación estable y ventajosa. Lo único que supone un gasto elevado es el seguro médico internacional, un coste que aumenta con la edad y antecedentes médicos, pero que garantiza una cobertura completa, clave en un país donde la sanidad funciona de forma distinta.
Con dinero todo es posible
De hecho, la diferencia cultural en la atención sanitaria fue lo que llevó a Gerar, médico de cabecera jubilado, a impulsar la apertura de una clínica general en Hua Hin. En Tailandia, la figura del médico de cabecera no está muy extendida: los pacientes acuden directamente a farmacias o hospitales. Con la experiencia acumulada en consulta —ella también trabajó en el sector sanitario—, la pareja ayudó a establecer un centro con consultorios, dentista y fisioterapia, del que hoy son asesores voluntarios.
Lejos de los grises cielos de su país de origen, Elmi y Gerar han construido en Tailandia una jubilación activa, asequible y conectada con la comunidad. Su historia se suma a la de otros europeos que han cambiado el modelo de retiro tradicional por uno más cálido, relajado y económicamente viable. Y todo empezó con una sopa de un euro… y un atardecer junto a una plantación de mangos.
