Lo que para Marco, un trabajador sardo, debía ser un domingo de descanso junto a su familia acabó convertido en un calvario de precios desorbitados, caminatas interminables y la sensación de que su isla ya no le pertenece. Su plan era sencillo: disfrutar de la idílica Scoglio di Peppino, una de las playas más reconocidas de Cerdeña por su arena blanca y aguas turquesas. Sin embargo, al llegar, se topó con un panorama que definió como “indignante”: gran parte del litoral ocupado por concesiones privadas, zonas de acceso limitado y tarifas que rozan lo prohibitivo para los residentes.
Una playa familiar convertida en resort para turistas
Según relata, la escena era más propia de un exclusivo resort que de una playa pública: filas interminables de tumbonas y sombrillas alineadas como un muro frente al mar, muchas de ellas vacías, bloqueando el acceso a quienes no habían pagado por ese privilegio. “Estamos hablando de un kilómetro, quizá dos, de arena completamente ocupada”, denuncia. Para encontrar un espacio libre donde extender la toalla, su familia tuvo que caminar varios kilómetros bajo el sol, cargando neveras y bolsas.
La situación se agrava con los precios de aparcamiento, que en pleno agosto alcanzan los 14 euros por día. Para una familia que simplemente quiere pasar unas horas en el mar, el coste de la experiencia se multiplica, convirtiéndose en un lujo que, en palabras de Marco, “solo los turistas pueden permitirse”. Este encarecimiento, sumado a la presión inmobiliaria y hotelera sobre la costa, está alejando a los propios sardos de sus playas históricas.
La polémica no es nueva. En los últimos años, las autoridades locales han sido acusadas de favorecer la expansión de concesiones privadas sobre el litoral, reduciendo drásticamente las zonas de libre acceso. Organizaciones ciudadanas en Cerdeña llevan tiempo reclamando una regulación más estricta, inspirada en modelos aplicados en otras regiones italianas, que garanticen un porcentaje mínimo de playa libre para residentes y visitantes sin coste adicional.
El caso de Scoglio di Peppino no es aislado. Diversas playas de la isla, incluidas algunas ubicadas en áreas protegidas, han visto cómo las concesiones de servicios se multiplican, limitando el acceso a quienes no consumen en los balnearios o alquilan tumbonas. El problema, apuntan asociaciones medioambientales, es que esta privatización progresiva no solo afecta al acceso, sino también a la conservación de ecosistemas frágiles, ya que la ocupación masiva altera la dinámica natural de la arena y la fauna litoral.
Mientras tanto, la indignación crece entre los sardos que sienten que sus costas se han transformado en un negocio orientado al turismo internacional, como ocurre en España. Marco lo resume con amargura: “Esta no es mi Cerdeña”. Para él y para muchos otros, el mar Mediterráneo ya no es un bien común, sino un escaparate donde la belleza natural se vende por horas, dejando a los residentes con la sensación de ser turistas en su propia tierra.















