Correr es mucho más que atarse unas zapatillas y lanzarse a la calle. Para el doctor David Campillo Recio, cirujano ortopédico especializado en pie y tobillo, el verdadero secreto para alargar la vida deportiva de cualquier corredor está en lo que muchas veces se ignora: la preparación física del pie.
La preparación invisible del corredor
Desde su consulta en el Instituto Catalán de Traumatología y Medicina del Deporte, advierte que el running exige una atención especial a la movilidad, la fuerza y la propiocepción, tres pilares que deberían trabajarse al menos dos o tres veces por semana, según revela a AS durante una entrevista. Ejercicios como el toe yoga o el entrenamiento en superficies inestables pueden prevenir lesiones antes de que aparezcan.
Campillo insiste en que no basta con correr bien: también hay que calentar correctamente y saber estirar. Un error común es lanzarse a estiramientos estáticos en frío, algo que puede ser más perjudicial que beneficioso. En su lugar, recomienda activaciones dinámicas que preparen el sistema neuromuscular. El calentamiento no es solo una rutina: es una medida de protección. Y lo mismo ocurre al terminar, cuando estiramientos enfocados a la cadena posterior —como sóleos y fascia plantar— ayudan a la recuperación muscular.
Pies, zapatillas y señales del cuerpo
Si el cuerpo es el motor, el calzado es la suspensión. Campillo lo define como “la conexión entre el cuerpo y el terreno”, y por eso considera vital hacer una buena elección basada en el tipo de pisada. No existe la zapatilla perfecta, sino la adecuada a la morfología y necesidades de cada corredor: pronador, supinador o neutro. Además, factores como el drop, la flexibilidad de la suela o incluso el contrafuerte trasero pueden marcar la diferencia entre correr cómodamente o arrastrar una lesión por meses.
Y si las zapatillas son el escudo, los calcetines son la segunda piel. Muchas veces infravalorados, su papel es clave para evitar rozaduras, ampollas y sobrecalentamiento. Campillo recomienda materiales técnicos, sin costuras, con zonas de refuerzo anatómico y una correcta transpirabilidad. En este punto, recuerda también que no todo lo que suena dentro del cuerpo es una señal de alarma: los crujidos articulares sin dolor son normales. Solo si vienen acompañados de inflamación o fallo funcional, debemos preocuparnos.
Finalmente, el experto advierte sobre las lesiones más frecuentes —desde la fascitis plantar hasta las fracturas por estrés— y ofrece una guía clara para identificarlas antes de que se agraven. Dolor persistente, sensación de fatiga que no remite, o inflamación localizada tras correr deben ser señales para parar y consultar. Porque como él mismo dice, “escuchar al cuerpo es la clave” para seguir corriendo muchos años más. Y en ese arte de escuchar, los pies tienen mucho que decir.
