Donald Trump ha reavivado su pulso con Apple en un momento clave para la política comercial de EE. UU. En un mensaje publicado en Truth Social, el expresidente —y actual candidato en campaña— ha advertido directamente a Tim Cook, consejero delegado de Apple, que la empresa deberá pagar un arancel del 25% si no fabrica los iPhone vendidos en Estados Unidos dentro del propio país.
De China a India, pero Trump quiere EE. UU.
Esta nueva amenaza ha sacudido a los mercados y ha generado una caída inmediata de más del 2% en las acciones de Apple. La presión llega justo cuando Apple trata de diversificar su producción fuera de China. El plan de expansión en India, donde ya se ensamblan varios modelos del iPhone a través de proveedores como Foxconn o Pegatron, forma parte de una estrategia geopolítica para reducir riesgos en su cadena de suministro. Sin embargo, Trump rechaza esa transición si no beneficia directamente al tejido industrial estadounidense. “No quiero que construyas en la India”, insistió recientemente durante un viaje a Oriente Próximo.
En paralelo, el secretario de Comercio, Howard Lutnick, hizo una polémica afirmación: “Queremos que un ejército de millones atornille iPhones aquí, no en Asia”. La visión, sin embargo, choca con la realidad: la infraestructura, la capacitación técnica y el ecosistema de proveedores especializados que exige la producción de Apple están fuertemente consolidados en Asia, especialmente en China.
¿Qué implicaría traer el iPhone a EE. UU.?
Trasladar la producción masiva de iPhones a Estados Unidos tendría consecuencias graves en costes, tiempos y precios. Las plantas asiáticas operan con una eficiencia y una escala difíciles de replicar en suelo estadounidense. Según diversos analistas de mercado, montar un iPhone en EE. UU. podría elevar su precio final en más de un 30% para los consumidores.
Apple ya advirtió que los aranceles actuales —producto de la política comercial de Trump— implicarán un coste añadido de unos 900 millones de dólares solo en este trimestre. A pesar de los intentos de Cook por suavizar tensiones —como prometer una inversión total de 500.000 millones de dólares en el país durante el mandato de Trump—, la cifra incluye gastos operativos ya previstos, y no representa nuevos compromisos de relocalización.
Este nuevo capítulo forma parte de una estrategia política más amplia por parte de Trump. Desde su regreso al poder ha combinado medidas de presión económica con discursos proteccionistas radicales. Empresas como Walmart, universidades y bufetes también han sido objeto de sus intimidaciones públicas. En este caso, Moody’s ha considerado necesario emitir un comunicado asegurando que, pese al tono del presidente, el Estado de derecho y la independencia de poderes aún se mantienen en EE. UU., aunque bajo presión.

Trump ya utilizó el iPhone como símbolo durante su primer mandato. En 2019 visitó una fábrica de Apple en Austin, Texas, y lo presentó como ejemplo de relocalización, a pesar de que la planta ya estaba operativa antes de su visita. Su estrategia parece repetir el guion: asociar empleo industrial con patriotismo económico, aunque las condiciones técnicas y económicas no respalden esa narrativa.
Claves del conflicto
- Amenaza directa: arancel del 25% si Apple no produce el iPhone en EE. UU.
- Golpe bursátil: Apple cayó más del 2% tras el anuncio en Wall Street.
- Realidad industrial: EE. UU. no puede competir con la infraestructura asiática en escala y costes.
- Relocalización limitada: Apple ya fabrica algunos Mac y chips en Texas, pero es anecdótico frente al volumen de producción global.
- Tensión electoral: Trump busca reforzar su imagen de defensor del empleo nacional en plena campaña.
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