La imagen de Luke Skywalker observando dos soles en el horizonte, en el planeta Tatooine, trascendió el terreno de la ficción para convertirse en un símbolo de asombro cósmico. Durante décadas se asumió que esos mundos eran poco probables o incluso inviables. Sin embargo, la investigación astronómica ha avanzado hasta un punto en el que esa escena ha dejado de ser metáfora.
Gracias a las observaciones del telescopio espacial TESS de la NASA, un equipo internacional ha identificado un sistema planetario a 72 años luz de la Tierra que no solo orbita dos estrellas, sino que lo hace de una manera estable y compleja, desafiando lo que creíamos saber sobre la formación de planetas. El hallazgo ha sido descrito con detalle en la revista Astronomy & Astrophysics y ya se considera uno de los descubrimientos estelares más llamativos de los últimos años.
El sistema, catalogado como TOI-2267, está compuesto por dos estrellas enanas rojas (específicamente de tipo M5V y M6V) que se encuentran a una distancia entre sí de apenas ocho unidades astronómicas. Para contextualizar: Saturno orbita el Sol a unas 9,5 unidades astronómicas. Esa proximidad convierte al sistema en un entorno gravitacionalmente dinámico y, según modelos teóricos previos, demasiado inestable como para permitir que se formen planetas a su alrededor. Sin embargo, la presencia de al menos tres mundos de tamaño similar a la Tierra en órbitas coherentes demuestra que los sistemas binarios pueden ser mucho más versátiles de lo que pensábamos.
Dos soles, varios mundos: arquitectura inesperada
La clave del interés científico reside en la configuración orbital. El análisis de los tránsitos —variaciones en la luz que permiten detectar planetas al pasar frente a sus estrellas— señala que los tres planetas no orbitan una única estrella, como ocurre en la mayoría de los sistemas observados hasta ahora. La hipótesis más sólida, respaldada por modelos de dinámica orbital, sostiene que dos de los planetas estarían ligados a la estrella principal (TOI-2267A), mientras que el tercero se movería alrededor de la estrella secundaria (TOI-2267B). Esto convierte a TOI-2267 en el primer sistema binario conocido en el que se han detectado planetas en tránsito alrededor de cada una de sus estrellas. Es decir: dos mundos diferentes orbitando dos soles distintos dentro del mismo sistema.
Para llegar a esta conclusión fue necesaria una campaña de observación prolongada y coordinada. Tras la detección inicial por TESS, el sistema fue seguido desde observatorios terrestres como SPECULOOS —un conjunto de telescopios situado en Chile y Tenerife diseñado específicamente para estudiar exoplanetas alrededor de estrellas frías— y el observatorio TRAPPIST, conocido por haber identificado el famoso sistema TRAPPIST-1 en 2017. La participación del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) ha sido significativa en el análisis de los datos y en la modelización de la arquitectura dinámica del sistema.
De la detección a la caracterización
Los próximos pasos están claros: utilizar instrumentos más potentes para estudiar la composición y atmósfera potencial de estos planetas. La comunidad científica espera poder dirigir el Telescopio Espacial James Webb hacia TOI-2267, lo que permitiría, en palabras de varios investigadores implicados, “pasar de la detección a la caracterización”. Esto significaría obtener datos sobre densidad, masa y, en el mejor de los casos, indicios de atmósferas estables o compuestos químicos relevantes para la habitabilidad. No se trata tanto de buscar vida, sino de comprender hasta qué punto la formación planetaria es capaz de adaptarse a entornos que hasta hace poco considerábamos hostiles.
El descubrimiento de TOI-2267 no solo ilumina la imaginación de quienes crecieron con Star Wars; también reconfigura nuestra comprensión del cosmos. Demuestra que la naturaleza no se ajusta siempre a los modelos que diseñamos desde la Tierra y que los sistemas estelares son más diversos y sorprendentes de lo que nuestros telescopios habían alcanzado a anticipar. Cuando hablamos de “mundos con dos soles” ya no lo hacemos desde la ciencia ficción: lo hacemos desde la observación empírica. Y cada hallazgo como este nos recuerda que el universo sigue siendo más amplio, más creativo y más difícil de encasillar de lo que pensábamos.















