Estados Unidos y China compiten por liderar la próxima gran revolución: robots bípedos diseñados para convivir con nosotros. Pero mientras en 2018 Atlas apenas demostraba saltos y acrobacias en los laboratorios de Boston Dynamics, Rusia afirmaba tener algo más espectacular. Un humanoide que bailaba, hablaba y posaba ante las cámaras como si fuese una estrella del futuro. Su nombre: Boris. Su problema: no era un robot.
Rusia presume de robot y termina tapándolo con una lona: vuelve la sombra de Boris
Antes de que la actual generación de humanoides saliera de los talleres para participar en competiciones e incluso realizar pequeños trabajos, Boston Dynamics era la referencia mundial. Spot, el perro robot, había demostrado agilidad, y Atlas ya practicaba parkour con sorprendente precisión.
Rusia, deseosa de sumarse a la conversación global, aprovechó el foro Proyektoria 2018 -un evento respaldado por el Ministerio de Educación y que Putin solía frecuentar- para presentar su supuesto avance en esta carrera en la que no querían perder la iniciativa: un androide con estética de astronauta, lleno de luces y con un discurso preparado.
Boris se movía con una fluidez casi teatral. Tal vez demasiado. Sus bailes, sus respuestas mecanizadas y hasta sus aspiraciones artísticas -decía querer aprender música y dibujo- fueron presentadas por la televisión estatal Russia-24 como un ejemplo de la robótica nacional más avanzada. En comparación con el Atlas lleno de cables expuestos, Boris parecía un producto de cine: pulido, vistoso y sin imperfecciones. Y precisamente esa perfección levantó sospechas.
La web tecnológica rusa TJournal fue la primera en plantear dudas razonables: ¿dónde estaban los sensores?, ¿cómo nadie había oído hablar de un desarrollo tan avanzado?, ¿por qué se movía con tanta naturalidad humana? Poco después, imágenes tomadas desde el público mostraron lo que muchos ya intuían: un cuello humano sobresalía bajo el casco del supuesto robot. Boris era un disfraz.
El traje, vendido por la empresa Show Robots, podía adquirirse por unos 3600 euros. En realidad era el modelo Alyosha, un producto más cercano al entretenimiento que a la ingeniería. Una agencia vinculada a un rival político de Putin incluso publicó imágenes del actor colocándose el traje antes del espectáculo.
Russia-24 retiró el vídeo tras la burla internacional, aunque días después lo resubió alegando que todo había sido una especie de juego para niños, un “Papá Noel robótico”. El problema: el reportaje original lo presentaba como un hito tecnológico real. Y no era la primera vez. En 2019 otro hombre disfrazado fue presentado como “robot” para hacer el saque inicial en un partido de fútbol ruso.
El recuerdo de Boris volvió porque Rusia ha presentado recientemente a AIdol, su “primer humanoide”. Su debut fue un desastre: con música épica sonando, el robot avanzó tres pasos y cayó de bruces. El personal corrió a taparlo con una lona negra. Una escena que, más que avance tecnológico, parecía una metáfora involuntaria del estado actual de la robótica rusa.















