Si hay un símbolo universal de poder y estabilidad, ese es el oro. Durante siglos ha sido mucho más que un metal precioso: es la columna vertebral de las finanzas internacionales, la reserva última cuando todo lo demás se tambalea. Sirve para respaldar la moneda nacional, garantizar liquidez en tiempos de crisis y proyectar fortaleza económica ante el resto del mundo.
A día de hoy, Estados Unidos sigue liderando el mapa dorado del planeta. Según el World Gold Council, las reservas norteamericanas ascienden a 8.133,46 toneladas, una cifra que nadie ha conseguido igualar. Sin embargo, en la última década el tablero ha comenzado a moverse. Potencias emergentes y rivales estratégicos han decidido reforzar su posición, y Rusia está entre los más agresivos.
Putin juega con oro: Rusia amasa 142.000 millones y desata el miedo en las potencias occidentales
El país que dirige Vladimir Putin acumula ya 2.326,5 toneladas de oro, una cantidad que, traducida en valor, equivale a casi 142.000 millones de dólares (unos 122.000 millones de euros) más que hace apenas dos años. Una escalada vertiginosa que responde a algo más que una mera inversión: es una política de Estado. Moscú ha seguido una ruta muy similar a la de China, donde el oro se ha convertido en un instrumento para diversificar activos y reducir la dependencia del dólar y de los bonos del Tesoro estadounidense.
En el caso de Pekín, las cifras también impresionan. Las reservas chinas ya superan las 3500 toneladas, reflejo de una apuesta deliberada por fortalecer su posición frente a los vaivenes financieros internacionales. Ambos países —con economías sancionadas o vigiladas por Occidente— parecen haber encontrado en el oro una vía de resistencia y autonomía económica.
En el caso ruso, la carrera por el oro también tiene un matiz político. Desde la invasión de Ucrania en 2022, el Kremlin ha usado la compra masiva de este metal como escudo frente a las sanciones impuestas por la Unión Europea y sus aliados. La estrategia ha surtido efecto: pese al aislamiento, Rusia mantiene su sistema financiero en pie y exhibe una resiliencia que desconcierta a Occidente.
Mientras tanto, el precio del oro ha superado los 3500 euros por onza, impulsado por la incertidumbre global y las tensiones geopolíticas. Una cifra que no solo engrandece las arcas de Moscú, sino que redefine el equilibrio económico internacional en un mundo cada vez más multipolar.















