Estados Unidos quiere frenar en seco el avance tecnológico de China. El país asiático, que estrenó armas láser y que se prepara para adelantar al gobierno de Donald Trump con cazas de sexta generación está tomando la delantera en el desarrollo militar y tecnológico con armas cada vez más avanzadas.
Pero Estados Unidos acaba de mostrar músculo. Un nuevo misil interceptor, pequeño en tamaño pero enorme en ambición, ha superado sus primeras pruebas con éxito. Se trata del NGSRI (Next Generation Short-Range Interceptor), una creación conjunta de Raytheon y Northrop Grumman que promete dejar atrás a clásicos como el FIM-92 Stinger. ¿Lo más llamativo? Pesa apenas 15 kilos, pero vuela más rápido, más lejos y con mayor precisión que casi todo lo que conocemos.
Parece sacado de una película: EE. UU. presenta un arma hipersónica que desafía a China y rompe el equilibrio militar global
Con menos de metro y medio de longitud y una velocidad que supera Mach 3 en cuestión de segundos, el nuevo interceptor NGSRI (Next Generation Short-Range Interceptor) representa un salto cualitativo en la defensa aérea de corto alcance. Este misil, desarrollado por Raytheon y Northrop Grumman, incorpora un motor con tecnología HLG (grano altamente cargado) que le permite mantener una aceleración sostenida y una trayectoria estable durante más de nueve kilómetros.
En comparación, modelos como el Stinger —también de Raytheon— alcanzan apenas los 4,8 km y se limitan a Mach 2,2. La mejora no es solo numérica: es estructural, funcional y estratégica. Uno de los aspectos que más ha llamado la atención en el sector es la velocidad de desarrollo del NGSRI. En apenas seis meses, el sistema pasó de ser un concepto en papel a convertirse en un misil probado en condiciones reales. Las primeras pruebas se realizaron en el Laboratorio de Balística de Allegany, en Virginia Occidental, sometiendo al prototipo a entornos extremos de humedad y temperatura que simulaban escenarios de combate.
Gracias a una cadena de fabricación automatizada y a la utilización de componentes modulares de alta precisión —con tolerancias inferiores a una décima de milímetro—, los ingenieros pudieron experimentar con distintas configuraciones del motor sin interrumpir el ritmo de producción. Lo que antes tomaba años, hoy se resuelve en semanas.
La aparición de este misil no es casual. En un contexto internacional marcado por la proliferación de amenazas como enjambres de drones, misiles de crucero de baja altitud y armas hipersónicas, sistemas como el Stinger han quedado desfasados. El NGSRI puede detectar, fijar y neutralizar un blanco móvil en menos de cinco segundos, incluso a nueve kilómetros de distancia. Se trata de una respuesta concreta a los desafíos que plantea el nuevo campo de batalla, donde la velocidad de reacción es tan crucial como la precisión.
El interés por el NGSRI ha cruzado fronteras. Aunque en principio está destinado al Ejército y a los Marines de Estados Unidos, países como Japón, Israel o varios miembros de la OTAN han mostrado ya su disposición a integrarlo en sus arsenales. Con un coste estimado de 120.000 euros por unidad —muy por debajo de los más de dos millones que puede costar un misil Aster 30—, su potencial es evidente.
Aunque Washington evita mencionar directamente a China, el mensaje es claro. En un escenario de creciente tensión tecnológica y militar, EE. UU. busca marcar el ritmo con un misil pequeño, asequible y letal. Y lo hace proponiendo no solo un nuevo armamento, sino una nueva filosofía de defensa: más rápida, más ágil y más precisa.















