El glaciar Hektoria, en la península oriental de la Antártida, acaba de convertirse en el nuevo caso de estudio sobre cómo puede desmoronarse un frente helado a velocidades que hasta ahora considerábamos propias de otra era geológica. Un equipo liderado por la Universidad de Colorado Boulder documenta que entre noviembre y diciembre de 2022 el frente retrocedió unos 8 kilómetros en apenas dos meses —y unos 25 km entre enero de 2022 y marzo de 2023—, la retirada más rápida registrada en la era moderna. El trabajo, publicado en Nature Geoscience, no sólo fija el récord: explica el mecanismo físico que lo hizo posible.
La clave no estuvo tanto en una súbita ola de calor o en un evento oceánico concreto, sino en la topografía del lecho: Hektoria descansaba sobre una “llanura de hielo”, una zona de roca madre plana y por debajo del nivel del mar. Al adelgazar lo suficiente, grandes tramos pasaron a flotar casi al unísono; el frente perdió apoyo (grounding) y comenzó un calving acelerado que troceó el glaciar a ritmo de vértigo. Es un proceso distinto del derretimiento superficial sostenido: aquí la geometría del glaciar y del fondo marino permitió que la inestabilidad se encendiera como un interruptor.
Un gatillo geométrico
El contexto histórico ayuda a entender por qué Hektoria era vulnerable. Tras la ruptura de la plataforma Larsen B en 2002, los glaciares tributarios de esa barrera —entre ellos Hektoria— se aceleraron durante una década, hasta que el hielo marino costero actuó como freno temporal. La salida de ese “freno” en 2022 dejó al sistema expuesto: sin el efecto contrafuerte de la banquisa, el frente quedó libre para responder a la flotación y a las tensiones internas. El resultado fue el episodio abrupto de 2022-2023 que ahora se detalla con imágenes satelitales y otros datos remotos.
Para los científicos del hielo, el hallazgo importa por dos motivos. Primero, muestra que los “planos de hielo” —esas bases llanas donde el glaciar puede desanclarse de golpe son puntos débiles que conviene cartografiar y vigilar, porque permiten transiciones rápidas sin necesidad de cambios extremos en atmósfera u océano. Y segundo, confirma que mecanismos de retirada de cientos de metros al día, conocidos en el registro del final de la última glaciación, no son reliquias del pasado: pueden reactivarse hoy si la geometría y el adelgazamiento alcanzan el umbral crítico.
Qué nos dice para el nivel del mar
¿Implica esto un salto inmediato en el nivel del mar? Hektoria es pequeño para estándares antárticos (del orden de 300 km²), de modo que su colapso, por sí solo, no reconfigura las proyecciones globales. Pero el mensaje es inequívoco: si un patrón similar se desencadena en glaciares mayores con llanuras de hielo, el aporte al nivel del mar podría acelerarse mucho antes de lo previsto. Identificar dónde existen esas geometrías —y cómo han adelgazado los glaciares que las cubren— se vuelve prioritario para afinar el riesgo regional y global.















