A punto de estrenarse la cuarta temporada de The Witcher en Netflix, la conversación sigue centrada en el relevo más delicado de la serie: la salida de Henry Cavill y la llegada de Liam Hemsworth como nuevo Geralt de Rivia.
La marcha de Cavill en 2022 no fue un movimiento menor, ya que el actor se había convertido en abanderado de la fidelidad a los libros de Andrzej Sapkowski y a la estética narrativa del videojuego de CD Projekt Red, algo que dejó huella en el tono y la interpretación del brujo: un héroe lacónico, endurecido y casi siempre impermeable a las emociones. Por eso, la expectación alrededor del “nuevo” Geralt no se mide únicamente en términos de cambio de actor, sino en cómo ese cambio repercutirá en la esencia del personaje.
Lauren Schmidt Hissrich, showrunner desde la primera temporada, ha querido anticiparse a las comparaciones explicando que Hemsworth llega con un enfoque distinto, moldeado por el propio desarrollo narrativo de la serie. Según confirmó en una conversación con Dexerto, esta versión de Geralt será más emocional y también más irónica, con un humor más seco, algo que la creadora vincula directamente al momento vital en el que se encuentra el personaje: la búsqueda desesperada de Ciri, la fractura con Yennefer y el desgaste físico y psicológico acumulado tras años de batallas, pérdidas y responsabilidades que nunca pidió asumir. No se trata, insiste, de suavizar al brujo, sino de abrirle una grieta.
Un Geralt que muestra fisuras
Esa grieta es narrativa y también generacional. Cavill interpretó a Geralt como un guerrero que se protegía a través del silencio, reflejo directo del protagonista literario: alguien que ha sobrevivido a base de levantar muros emocionales. Hemsworth, en cambio, llega en un punto donde la máscara empieza a caerse. El amor que Geralt siente por Ciri —una hija no biológica, sino construida a través del vínculo— funciona aquí como catalizador dramático.
Según Hissrich, Hemsworth fue capaz de acceder a niveles de vulnerabilidad que la serie no había mostrado, precisamente porque el arco ahora lo permite: no es el mismo brujo que cruzaba el continente matando monstruos por contrato. En el rodaje, el cambio se vivió con mezcla de cautela y alivio. La propia showrunner reconoce que el equipo estaba nervioso cuando Hemsworth entró por primera vez en el set, consciente de que el reemplazo iba a ser examinado plano a plano por una de las comunidades fan más intensas de la cultura televisiva contemporánea.
Pero, según describe, el actor australiano sorprendió por su naturalidad: “todo en él parecía esfuerzo cero”, una cualidad que ayudó a equilibrar la energía del equipo y a evitar la sensación de ruptura. La producción se apoyó en la familiaridad del elenco y del equipo técnico para integrar la transición de forma fluida.
Continuidad emocional como mandato
En cierto modo, este movimiento devuelve The Witcher a un principio básico de las sagas seriadas: los personajes pueden cambiar de intérprete siempre que la coherencia emocional permanezca intacta. Y ese es el reto. El Geralt de Cavill era una muralla; el de Hemsworth, promete ser una muralla que empieza a mostrar fisuras. La pregunta no es si uno es “mejor” que otro, sino si la audiencia aceptará un guerrero que habla menos con los puños y más con las miradas rotas y los silencios significativos. La narrativa, desde luego, lo avala: en la literatura, Geralt también evoluciona de la dureza inicial a un cansancio amoroso que roza lo trágico.
El veredicto, en cualquier caso, no se decidirá en los tráilers ni en los titulares, sino en el primer episodio donde Hemsworth aparezca empuñando las espadas.















