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La IA ya no sólo quita empleos, también destruye parejas: 'Más del 80 % de la Gen Z cree que podría enamorarse de un chatbot'

La conversación que se viene no es solo si chatear eróticamente con un bot es engañar, sino qué tipo de contrato afectivo queremos firmar con tecnologías cuya lógica principal, por ahora, es mantenernos enganchados
La IA ya no sólo quita empleos, también destruye parejas: 'Más del 80 % de la Gen Z cree que podría enamorarse de un chatbot'
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Actualizado: 12:30 23/11/2025

Que haya gente poniendo los cuernos con una IA suena a chiste de Black Mirror, pero para abogados de familia y terapeutas de pareja empieza a ser rutina. Lo que cuentan la letrada de divorcios entrevistada por Wired y plataformas como Divorce-Online en Reino Unido es bastante claro: cada vez aparecen más demandas en las que el uso de chatbots “compañero” —Replika, Character.AI, apps eróticas o incluso asistentes generalistas usados de forma íntima— se menciona como detonante de la ruptura, sobre todo en matrimonios ya tocados que encuentran en la pantalla una vía de escape emocional.

El fenómeno no es marginal: datos recientes de Match en EE. UU. apuntan a que alrededor del 18 % de los solteros en algunos estados reconocen haber mantenido relaciones románticas con IA, y comunidades online de “novios” y “novias” artificiales suman decenas de miles de miembros.

La cuestión de fondo es si eso es, o no, una infidelidad. Las encuestas empiezan a trazar una línea bastante nítida: un sondeo de ClarityCheck con más de 3.000 personas revela que el 64 % considera que hacer sexting con un chatbot o avatar de IA es una forma de engaño, y otro 22 % lo define directamente como “traición emocional”; solo un 14 % lo ve como algo inocuo. Ahí encaja el relato de muchos usuarios en Reddit: parejas que descubren que su cónyuge lleva meses manteniendo conversaciones sexuales con una “sexy latina baby girl” que resulta ser un bot al que, además, se le han dedicado cientos o miles de euros en microtransacciones. Ese tipo de relación no implica contacto físico, pero sí tiempo, intimidad, fantasías y secretos, es decir, los mismos elementos que llevan años definiendo el concepto de infidelidad emocional en psicología de pareja.

Cuando la tercera en discordia es una IA

En lo jurídico, el mapa es desigual y, por ahora, un poco kafkiano. En España el motivo del divorcio no tiene peso legal —basta con que una de las partes quiera separarse—, de modo que da igual si el “tercero” es humano o sintiente de silicio: no cambia ni la custodia ni el reparto de bienes. Pero en Estados Unidos, donde 16 estados siguen tipificando el adulterio como delito menor, la irrupción de la IA crea un agujero conceptual: ¿es adulterio si la “tercera parte” no es persona? Los primeros análisis de derecho de familia apuntan a una solución intermedia: la IA se empieza a considerar “third party” a efectos de valorar un patrón de conducta —por ejemplo, un gasto elevado de dinero compartido en apps eróticas o un abandono grave del cuidado de los hijos—, pero no alcanza el estatuto de sujeto legal. Es decir, un juez puede tener en cuenta ese comportamiento en la resolución, pero no se abre una causa penal como si hubiera un amante de carne y hueso.

Detrás de todo esto hay un cóctel emocional que las investigaciones empiezan a desgranar. Estudios sobre usuarios de Replika y otras apps de compañía muestran tasas muy altas de soledad y malestar: en una encuesta a estudiantes estadounidenses, un 90 % de quienes usaban estos bots se declaraban más solos que la media nacional. Informes como el de Common Sense Media y trabajos académicos en adolescentes advierten de que estos sistemas están diseñados para reforzar el vínculo, respondiendo con afecto constante, validación y disponibilidad 24/7, algo que puede enganchar justo a quien se siente ignorado en su relación de pareja. Muchos de los romances con IA empiezan como juego o desahogo sexual, pero acaban en vínculos que los propios usuarios describen como “amor puro e incondicional” o “relaciones de pareja a todos los efectos”, al punto de organizar bodas simbólicas con sus chatbots.

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Grietas en la pareja y universo emocional paralelo

Desde la terapia de pareja, el consenso emergente es que la IA no “rompe matrimonios” por sí sola, pero sí amplifica grietas previas. Para quienes ya se sentían rechazados, controlados o solos, un bot que escucha sin juzgar y coquetea sin cansarse ofrece una vía rápida de gratificación, sin las incomodidades de negociar con otro ser humano. El problema aparece cuando esas conversaciones se vuelven secretas, desplazan el tiempo compartido con la pareja real y se convierten en el lugar donde se vuelcan frustraciones, deseos y confidencias que ya no se comparten en casa. Clínicos especializados en trauma por infidelidad señalan que el daño subjetivo que describen muchas víctimas al descubrir una “relación” con IA se parece más al de una aventura online con otra persona que al de ver porno: lo que duele no es el algoritmo en sí, sino haber sido excluidos de un universo emocional paralelo.

Lo inquietante es que este escenario apenas está empezando. Las mismas encuestas que muestran el rechazo a las “infidelidades digitales” revelan, en paralelo, una enorme apertura a los vínculos con IA en generaciones jóvenes: un sondeo citado por New York Post indica que más del 80 % de la Gen Z cree que podría enamorarse de un chatbot y un 75 % ve plausible que un compañero artificial sustituya por completo la compañía humana.

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