La batalla contra las mayúsculas ya no se libra en los teclados de oficinas o foros de Internet, sino en la estética y el estilo de toda una generación. La Generación Z ha emprendido una revolución silenciosa —pero muy visible— contra lo que consideran la mayor falta de respeto en la red: escribir en mayúsculas.
Lejos de la solemnidad o la pomposidad que alguna vez representaron, hoy el uso indiscriminado de letras capitales se interpreta como un grito digital, un acto que rompe la fluidez de la conversación online y que muchos jóvenes rechazan de plano.
Más conscientes de la salud mental
Aunque pueda parecer una moda pasajera, la asociación entre mayúsculas y agresividad tiene raíces históricas. En archivos de prensa del siglo XIX ya se encuentran expresiones como “gritar en mayúsculas”, y en 1984 un mensaje en Usenet —la antesala de los foros modernos— fijó el momento en que se consagró su valor como sinónimo de alzar la voz: “if it’s in caps i’m trying to YELL!”. Los lingüistas lo explican con claridad: las mayúsculas llenan todo el espacio y eliminan los matices, lo que equivale a un grito que acalla cualquier conversación.
En la actualidad, el rechazo tiene además un matiz práctico y estético. Estudios clásicos de Miles Tinker en los años 60 y otros más recientes de psicología cognitiva han demostrado que leer un texto íntegramente en mayúsculas ralentiza la lectura entre un 10 % y un 20 %, además de aumentar la carga mental. Es decir, son menos legibles, menos cómodas y más agresivas a la vista. No es casualidad que Google eliminara el Caps Lock de algunos de sus Chromebooks, obligando a una combinación de teclas para activarlo, o que en los móviles actuales requiera varias pulsaciones.
Pero si hay un terreno donde este debate se ha convertido en símbolo cultural es en la música. Artistas de referencia para la Generación Z, como Olivia Rodrigo, Billie Eilish o Travis Scott, han llevado las minúsculas a los títulos de sus canciones y discos como gesto estético y de identidad. Incluso Taylor Swift, con su álbum folklore en 2020, se sumó a esta tendencia, que ha terminado filtrándose en playlists oficiales de Spotify como Chill 2025, repletas de títulos escritos íntegramente en minúscula.
El rechazo a las mayúsculas también se alimenta de ejemplos extremos que rozan lo laboral. En 2009, el despido de una contable en Nueva Zelanda se volvió noticia internacional cuando la empresa justificó la medida por sus correos “agresivos”, repletos de rojo, negritas y palabras enteras en capitales. El caso mostró hasta qué punto la escritura puede transmitir emociones equivocadas y cómo el uso de las mayúsculas en un contexto inadecuado puede generar conflictos reales.
Para los jóvenes, escribir en minúsculas no solo transmite relajación y cercanía, sino también horizontalidad: un mensaje que fluye sin jerarquías, sin imponer una voz por encima de otra.















