En marzo de 2022, el cielo de ciudades como Málaga, Granada, Almería, Murcia y Alicante adquirió un intenso tono naranja. Poco después, el fenómeno se extendió por gran parte de Europa, arrastrando una densa nube de polvo sahariano en una de las calimas más intensas de los últimos años. Pero esta vez, los científicos descubrieron algo inesperado: el polvo contenía isótopos radiactivos procedentes de pruebas nucleares de la Guerra Fría. ¿Estuvimos expuestos a la radiación sin saberlo?
El episodio de polvo sahariano de 2022 contenía rastros de ensayos nucleares del siglo XX y se desata la polémica
Un equipo de investigadores tomó muestras del polvo y detectó la presencia de cesio-137 y plutonio-239 y 240, materiales liberados en detonaciones atómicas. Los resultados, publicados en la revista Science Advances y recogidos por medios españoles, confirmaron que la calima transportaba residuos de ensayos nucleares realizados en el siglo XX.

Entre 1960 y 1961, Francia llevó a cabo cuatro pruebas nucleares en el desierto argelino, seguidas de trece detonaciones subterráneas. Aunque se han documentado sus efectos, cada episodio de calima en Francia reaviva la preocupación por la posible presencia de radiactividad en el aire. Las mediciones de marzo de 2022 mostraron que la densidad de partículas de polvo superó con creces los niveles habituales. En lugares como Almería, donde normalmente se registran menos de 100 microgramos por metro cúbico, se alcanzaron picos de hasta 3100 microgramos. Este incremento llevó a los científicos europeos a movilizarse y recoger muestras en diferentes países.
El análisis detallado de estas muestras reveló grandes cantidades de palygorskita, un mineral arcilloso característico del norte del Sáhara. Esto permitió rastrear el origen del polvo hasta el sur de Argelia. Al mismo tiempo, se confirmó la presencia de cesio y plutonio, aunque en niveles de radiación demasiado bajos como para representar un riesgo para la salud humana.
El siguiente paso fue determinar de dónde procedían esas partículas radiactivas. Según Germán Orizaola, coautor del estudio, "cada país tenía su propia receta para la bomba nuclear". Los científicos concluyeron que los isótopos detectados no coincidían con los de las pruebas francesas en Argelia, sino con los residuos de detonaciones realizadas en todo el mundo. Aunque las partículas radiactivas se encontraron en la zona donde Francia hizo sus pruebas, el verdadero origen del material parece estar en las masivas explosiones atómicas llevadas a cabo por la Unión Soviética y Estados Unidos. La magnitud de estas pruebas fue tal que, décadas después de la última detonación, sus efectos siguen presentes en la atmósfera y pueden viajar miles de kilómetros, ocultos en tormentas de arena que recorren el planeta y son cada vez más frecuentes.