Jurassic World acaba de sacudir el lore y el canon con la última revelación de Jurassic World Rebirth (Jurassic World: El renacer), el último éxito de taquilla de Universal, que ha logrado superar a Superman en la cartelera. La nueva entrega que introduce mutantes y nuevas historias, el filme de Gareth Edwards ha confirmado que la Isla Saint-Hubert es, en realidad, el rumoreado Site C o Zona C.
‘Jurassic World: El renacer’ rompe moldes en la saga de Spielberg y revoluciona el canon con un giro inesperado
Desde su concepción en la novela original de Michael Crichton (1990), Jurassic Park ha cimentado un lore fascinante centrado en la ingeniería genética y la recreación de dinosaurios. En el núcleo de esta historia llevada al cine por Steven Spielberg están dos islas ficticias del Pacífico costarricense: Isla Nublar y la menos conocida Isla Sorna. Ambas jugaron un papel crucial tanto en los libros como en las películas, a las que ahora se suma el misterioso "Site C", sugerido en Jurassic World: Rebirth.
Isla Nublar es el lugar donde John Hammond, fundador de InGen, levantó su ambicioso parque de dinosaurios. En la novela y en la película de Spielberg (1993), la isla es el centro del primer desastre, tras fallos en la seguridad y la traición del programador Dennis Nedry. Situada a 120 millas de Costa Rica, Nublar fue devastada tras los acontecimientos de Jurassic World: El reino caído (2018), cuando una erupción volcánica arrasó con su ecosistema.
A diferencia de Nublar, Isla Sorna —también conocida como Site B— fue concebida como un complejo de clonación. Apareció en El mundo perdido (1995) y su adaptación cinematográfica (1997), siendo una isla más grande, salvaje y caótica. En Sorna, los dinosaurios se criaban antes de ser trasladados a Nublar. En Jurassic Park III (2001), se revela que los animales se reprodujeron libremente tras el abandono de la isla, provocando un ecosistema autónomo y que InGen, durante años, estuvo continuando los experimentos. Pero hay más.
La isla Saint-Hubert, situada en el Atlántico tropical a unos 365 kilómetros al este de la Guayana Francesa, es mucho más que un escenario exótico dentro del universo de Jurassic World. La isla es el epicentro para International Genetic Technologies (InGen), la compañía pionera en ingeniería genética y clonación de especies extintas, la empresa sobre la que pivota la saga, y que está destinada a experimentar con la vida misma.
Durante la década de 2020, la isla se convirtió en un santuario vivo para criaturas des-extintas, aprovechando su aislamiento y clima estable. En 2027, el ecosistema de Saint-Hubert albergaba unas 24 especies entre dinosaurios clásicos y híbridos genéticamente modificados. Entre los más destacados figuran el imponente Tyrannosaurus rex, el veloz Velociraptor, el herbívoro blindado Ankylosaurus magniventris y el acuático Mosasaurus hoffmani, junto a híbridos como el inquietante Distortus rex y el Mutadon, reflejo directo del avance tecnológico y las implicaciones morales que la saga ha explorado. De hecho, algunas especies de dinosaurios son inéditas y jamás se han visto en cautiverio.
Además de su fauna prehistórica, la isla sostiene un delicado equilibrio con especies contemporáneas como el mono araña negro (Ateles paniscus), diversas aves y una población de anacondas, creando un entorno complejo que cuestiona la interacción entre naturaleza y manipulación genética. Saint-Hubert no ha estado exenta de tragedias. En 2010, un accidente fatal con un animal modificado provocó la evacuación y la paralización de la investigación.
La bancarrota de InGen en 2015 cerró definitivamente el capítulo activo de la isla. Sin embargo, en 2027, la aparición de mercenarios ligados a Parker-Genix desató nuevas controversias sobre la explotación ilegal del lugar. Finalmente, el enigmático Site C, vinculado a proyectos secretos de clonación y creación de híbridos -se rumorea que el Indominus rex arrancó aquí antes de llegar a Nublar en el parque Jurassic World en 2015-, extiende el alcance narrativo hacia territorios remotos de la saga, simbolizando la escalada tecnológica y la constante reflexión sobre los límites éticos que la saga impone al espectador. De esta manera, se honra el legado de Michael Crichton y se añade un nuevo capítulo para el lore de Jurassic World.
