La llegada del verano siempre se asocia con momentos de descanso y diversión: ese merecido respiro tras meses de trabajo o estudio, las escapadas a la playa o la montaña, y las costumbres de las noches al aire libre, especialmente en los pueblos y zonas rurales. Pero junto a estas imágenes idílicas emerge un enemigo persistente en la temporada estival: los mosquitos.
Mosquitos y colores: el biólogo Jeffrey Riffell identifica qué tonos atraen más
Para muchos, esta relación con los mosquitos se vuelve casi personal. Hay quienes aseguran que "tienen la sangre dulce", intentando así justificar por qué parecen ser víctimas habituales de sus picaduras. Sin embargo, un estudio reciente publicado en la prestigiosa revista Nature apunta hacia otra explicación que va más allá del olor corporal: los colores de la ropa que vestimos.
La investigación revela que los mosquitos no solo responden a estímulos químicos, sino también a señales visuales que guían su comportamiento. Si esta hipótesis se confirma, podría abrir la puerta a nuevas estrategias para diseñar trampas o repelentes que reduzcan la molesta presencia de estos insectos, que no solo provocan irritantes marcas en la piel, sino que también pueden ser portadores de enfermedades graves como malaria, dengue o zika.
Comprender qué factores determinan la atracción de los mosquitos hacia las personas es fundamental para desarrollar métodos más efectivos de protección. Estudios previos ya demostraron que estos insectos detectan el dióxido de carbono (CO2) que exhalamos, usándolo como una señal para localizar a sus víctimas. Ahora, un equipo de científicos de la Universidad de Washington ha profundizado en cómo este gas influye en su percepción visual.
Para ello, los investigadores trabajaron con hembras de Aedes aegypti, una de las especies más comunes y peligrosas, monitorizando sus respuestas ante diferentes colores y la presencia o ausencia de CO2. Los resultados mostraron que, tras detectar el gas, los mosquitos volaban preferentemente hacia zonas pintadas de rojo, naranja, negro o cian. Sin embargo, cuando no percibían dióxido de carbono, ignoraban estos puntos, independientemente de su color.
Curiosamente, tonos como verde, azul, blanco o morado no lograban captar su atención, ni siquiera después de la exposición al CO2. “Parece que los mosquitos utilizan el olfato para identificar qué está cerca, como un posible huésped, y luego activan su visión para detectar colores y patrones específicos”, explica Jeffrey Riffell, autor principal del estudio.
El predominio de los colores rojo y naranja tiene una explicación lógica: independientemente del tono o pigmentación, la piel humana refleja una fuerte señal en esas longitudes de onda, lo que la convierte en un objetivo destacado para los mosquitos. En el experimento, se utilizaron tarjetas con diferentes colores que imitaban la piel, así como manos desnudas, confirmando que los insectos se dirigían hacia ellas tras detectar CO2. Por el contrario, una mano cubierta con un guante verde era ignorada.
Para profundizar aún más, los científicos trabajaron con mosquitos genéticamente modificados, a los que se eliminaron los genes encargados de percibir el CO2 o detectar colores específicos. Estos ejemplares dejaron de reaccionar a los estímulos visuales y olfativos, lo que evidencia la necesidad conjunta de ambos sentidos para localizar su alimento.















