Christopher Nolan vuelve a estar en boca de todos, aunque esta vez no es por el estreno de una nueva superproducción ni por romper taquillas poniendo sus entradas a la venta antes de tiempo. A falta de un año para el desembarco de La Odisea, y con tan solo una imagen oficial en circulación, el rodaje de su próximo proyecto ha encendido un debate político y ético que trasciende el cine. La controversia no nace de su guion, ni de su reparto, sino del lugar elegido para filmar: la ciudad de Dajla, en el disputado territorio del Sáhara Occidental.
Christopher Nolan, en el centro de la tormenta: la elección de Marruecos como escenario de La Odisea desata una ola de críticas
El ruido comenzó hace semanas, con las primeras voces como Javier Bardem alzándose contra el rodaje en esta localidad ocupada por Marruecos. Pero ahora el malestar se amplifica con un comunicado público respaldado por algunos de los nombres más relevantes del cine español: Rodrigo Sorogoyen, Icíar Bollaín, Benito Zambrano, Fernando Colomo o el citado Bardem, entre otros. Un manifiesto respaldado por el Festival Internacional de Cine del Sáhara (FiSahara) que exige transparencia y cuestiona directamente el silencio de los productores sobre la elección de una zona cuya soberanía está en disputa desde hace casi medio siglo.
La denuncia va más allá de lo simbólico. El texto, suscrito por directores, actores y cineastas, acusa al equipo de rodaje de haber filmado "sin el consentimiento del pueblo saharaui", señalando que la única autorización proviene de la potencia ocupante: Marruecos. En palabras del propio manifiesto, Nolan "podría estar contribuyendo, aunque de forma involuntaria, a la represión del pueblo saharaui", al ayudar a normalizar una ocupación calificada como ilegal por numerosos organismos internacionales.
El paralelismo es elocuente: Dajla se ha convertido en un escaparate turístico impulsado por Rabat, del mismo modo en que Netanyahu, denuncian, pretende transformar Gaza en un parque temático al servicio del relato. Surf, festivales, congresos y energías limpias al servicio de una campaña internacional que busca maquillar con brochazos verdes la crudeza de una ocupación militar.
Detrás de esta tormenta hay décadas de conflicto. El Sáhara Occidental fue abandonado por España en 1975, sin cumplir su promesa de organizar un referéndum de autodeterminación. Marruecos tomó el relevo con la llamada Marcha Verde: una ocupación masiva en la que, según denuncian diversas fuentes, se bombardeó con fósforo blanco a miles de civiles saharauis, forzando su éxodo al desierto y a los campos de Tinduf. A día de hoy, más de 170.000 personas sobreviven en condiciones precarias, mientras el Frente Polisario continúa reclamando el derecho a decidir su futuro.
En este contexto, la elección de Dajla como plató de lujo para una producción hollywoodiense no es inocente. Así lo interpreta el Ministerio de Cultura del Frente Polisario, que acusa a la película de ser una herramienta más dentro de la maquinaria marroquí de "blanqueo cultural". Una estrategia que en los últimos años ha incluido la invitación masiva de influencers y medios occidentales para lavar la imagen del régimen.
Mientras tanto, desde Marruecos se celebra el rodaje como un hito. Reda Benjelloun, del Centro Cinematográfico Marroquí, ha declarado que La Odisea, que ha estado filmando secuencias realmente colosales, marcará un antes y un después para la región. Desde el otro lado del conflicto, lo que algunos ven como una oportunidad de promoción internacional, otros lo entienden como una validación implícita de una ocupación que no ha sido reconocida por la ONU.
Y en el centro de todo, Christopher Nolan. Aún sin pronunciarse, el director se enfrenta ahora a una de las situaciones más comprometidas de su carrera. Su silencio, dicen desde el FiSahara, también habla.
