James Bond está, por primera vez en seis décadas de franquicia, inequívocamente muerto. Sin tiempo para morir decidió cerrar la etapa de Daniel Craig con una doble condena: envenenado por nanobots y volatilizado por un bombardeo de misiles en la isla de Safin, en una secuencia que no deja margen a las clásicas ambigüedades del cine de acción.
La jugada pretendía ser un final “definitivo” para el Bond más humano y vulnerable, en una película que aun así rozó los 774 millones de dólares en taquilla mundial. El problema es que, cuatro años después, esa misma decisión se ha convertido en un callejón creativo justo cuando Amazon MGM necesita explotar su nueva joya de la corona.
Desde febrero de 2025, Amazon MGM tiene el control creativo pleno de la saga tras un acuerdo histórico con la familia Broccoli, que durante más de 60 años decidió quién se ponía el esmoquin y hacia dónde giraba la franquicia. El estudio ya ha enseñado sus cartas: Denis Villeneuve dirigirá la vigesimosexta película y Steven Knight, creador de Peaky Blinders, se encarga del guion, con un estreno que se maneja para 2028. Pero, según han publicado medios como Gizmodo y Radar Online, los ejecutivos “se rompen la cabeza” buscando cómo justificar que Bond vuelva a caminar por el mundo después de haber sido “hecho añicos” en pantalla. El novelista Anthony Horowitz, autor de varias novelas oficiales del personaje, lo resume sin rodeos: matar a 007 fue “un error”, porque Bond “es una leyenda” y ahora quien escriba el siguiente capítulo tiene que cargar con ese disparo en el pie narrativo.
El callejón creativo del nuevo 007
El atasco dice mucho de la tensión entre el mito y el realismo que ha marcado la era Craig. Durante décadas, la continuidad de Bond ha sido elástica hasta el absurdo: un agente que combatió en la Segunda Guerra Mundial, ligaba en la Guerra Fría y seguía persiguiendo villanos cibernéticos en pleno siglo XXI, cambiando de rostro sin explicaciones cada pocos años. El público lo aceptaba como parte del juego. Lo sorprendente, como apuntan varias crónicas, es que ahora parezca que solo Amazon está obsesionada con “explicar” cómo sobrevive un personaje que nunca ha necesitado coherencia biográfica estricta. Gizmodo comparaba la situación con Doctor Who: el espectador asume que el héroe se regenera; con Bond, durante 60 años, simplemente se ha asumido que otro actor entraba en escena y ya está.
Sobre la mesa circulan varias soluciones, algunas tan viejas como el propio fandom. La primera es resucitar la teoría de que “James Bond” y “007” no son una persona, sino un nombre en clave que heredan distintos agentes de élite. Los propios filmes han jugado a desmontar esa idea dándole infancia, casa familiar y tumbas de sus padres en Skyfall, pero es una salida tentadora porque permitiría enterrar a Craig y bautizar a otro Bond dentro de la misma línea temporal. Otra opción que se maneja, según filtraciones, es irse hacia atrás: una precuela centrada en los años en que el personaje pasa de la Royal Navy al MI6, algo que ya vimos parcialmente en Casino Royale pero que podría reimaginarse con un nuevo actor. La tercera vía es el relevo generacional: aprovechar la existencia de Mathilde, la hija que Bond tiene con Madeleine Swann en Sin tiempo para morir, o abrazar de forma directa un 007 femenino, una idea que algunos informes presentan como “la única opción limpia” si se mantiene el canon de la muerte de Craig.
Resets, nombres en clave y herederos
En paralelo, el asunto está atravesado por números y egos. Amazon pagó apenas 20 millones de dólares por el control creativo —una ganga para una franquicia que roza los 8.000 millones de recaudación histórica—, pero venía de desembolsar más de 8.000 millones por MGM. Convertir a Bond en una maquinaria de contenido “a lo Marvel” es una tentación obvia, y precisamente ahí han saltado las primeras alarmas: antiguos ejecutivos y analistas avisan del riesgo de diluir el aura de 007 con spin-offs y series si la transición no se gestiona con mucho cuidado. La marcha de Jennifer Salke, antigua jefa de Amazon MGM, se ha leído en parte como resultado de fricciones con los guardianes tradicionales de la saga, una señal de que detrás de las cortinas también se libran batallas sobre hasta dónde estirar la marca Bond.
