Kim Ki-duk no llegó a cumplir los 60 años. Falleció trágicamente a finales de 2020, el 11 de diciembre, debido a complicaciones causadas por COVID-19, tan solo nueve días antes de su cumpleaños. Sin embargo, en menos de seis décadas, este director y guionista surcoreano logró dejar una impronta en la historia del cine como pocos. Ganador de varios premios prestigiosos (como el León de Oro o el Oso de Plata) Ki-duk es ya una leyenda del séptimo arte cuyas místicas -y en ocasiones controversiales- cintas merece la pena descubrir y reivindicar en occidente.
La magnífica y peculiar 'Hierro 3', del año 2004, tal vez sea su filme más conocido y valorado. Pero tan solo un año antes, en 2003, el director ya había estrenado en salas una película destinada a trascender gracias a su fuerza poética y espiritualidad arrebatadora. Nos referimos a la maravillosa 'Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera' que podéis encontrar en estos momentos dentro del catálogo para suscriptores de Amazon Prime Video España (además de en Filmin).
'Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera': Todo un canto a la vida para ver en Prime Video
En 'Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera', el espectador acude desde el segundo uno a una especie de cuento o fábula que está protagonizado por un hermoso escenario y un argumento fascinante. La cinta nos invita a conocer a dos monjes budistas que viven en un monasterio flotante, en medio de un lago ubicado alrededor de las montañas, en plena naturaleza salvaje.
El mayor de los dos monjes, ya un adulto de mediana edad (interpretado por el ahora conocido Oh Young-soo gracias a la exitosa serie de Netflix 'El juego del calamar'), sirve de maestro del otro, un pequeño niño que ha de aprender poco a poco cómo es la vida de un monje budista, tomando lecciones vitales y aprendiendo de sus errores...
Utilizando una estructura de relatos divididos en segmentos, la obra de Kim Ki-duk separa la vida de estos dos monjes con grandes saltos de tiempo, lo que hace muy interesante seguir su narración. Cada uno de estos bloques nos deja ver cómo avanza la vida para ambos protagonistas en sus etapas vitales, primero siguiendo la infancia del pequeño monje, durante la estación de la primavera; luego su adolescencia, en verano; después su adultez, en otoño, y finalmente su madurez, en el invierno.
La película rebosa en todo momento una gran cantidad de iconografía budista y su historia en realidad no podría ser más simple, pero en su sencillez y en su lírica casi poética alberga reflexiones estupendas con las que uno puede conectar de inmediato. La serenidad de sus imágenes, la preciosidad de su banda sonora o, evidentemente, su propuesta visual con ese escenario tan exquisito y de ensueño la convierten en una pieza sofisticada y muy alejada del estrés de la vida moderna.
Por otro lado, la cinta también esgrime varios sellos de identidad conocidos en la obra de su autor, como la poca presencia de diálogos o la sensibilidad en su puesta en escena y su buen montaje. Todo ello suma a la hora de construir un filme diferente, único y de un aura atemporal que a decir verdad no ha envejecido ni un ápice desde su estreno hace más de dos décadas.
En 2020, el año en que Kim Ki-duk nos dejó, el medio The Guardian clasificó 'Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera' en el puesto número 5 entre los mejores clásicos del cine moderno surcoreano. Unos años antes, la BBC, a través de una encuesta a críticos internacionales, había colocado la película entre las 100 mejores cintas desde el año 2000. No nos cabe la menor duda de que ya podemos considerarla todo un clásico, uno que merece ser visto y recordado, y que demuestra el enorme talento de su creador.
