El magnate Elon Musk vuelve a marcar la agenda tecnológica y geopolítica mundial. Tras un año complicado para Tesla, con caídas de ventas superiores al 50 % en Europa y China, el empresario sudafricano ha dejado entrever su próximo gran movimiento: la producción de drones y aeronaves de despegue y aterrizaje vertical (eVTOL). En sus propias palabras, cualquier país que no pueda fabricarlos “será un estado vasallo del que pueda”, una advertencia que sitúa la cuestión de los drones en el centro del debate estratégico global.
La afirmación no es casual. China concentra actualmente la mayor parte de la fabricación mundial de drones, hasta el punto de producir en un solo día más unidades que Estados Unidos en todo un año. Musk apunta directamente a esta dependencia tecnológica como un riesgo para Washington y sus aliados, en un contexto marcado por tensiones comerciales, guerras de influencia y una carrera tecnológica que se extiende desde los semiconductores hasta la inteligencia artificial.
“Cualquier país que no pueda producir sus propios drones está destinado a convertirse en un estado vasallo de cualquier país que pueda. Y no podemos, Estados Unidos no puede producir actualmente sus propios aviones no tripulados”, explicó. “China produce más en un día que Estados Unidos en un año”, añadió.
Tesla en caída y la búsqueda de un nuevo mercado
La entrada de Musk en este sector coincide con un desplome histórico en las cifras de Tesla. Según la Asociación de Constructores Europeos de Automoción (ACEA), las ventas de la compañía cayeron un 52 % en apenas un año, pasando de 11.540 coches en abril de 2024 a 5.475 en el mismo mes de 2025. La tendencia es similar en mercados clave como Noruega, Suiza o el Reino Unido, donde la disminución alcanzó el 49 %. Ante este panorama, la diversificación hacia un mercado emergente se perfila como un movimiento de supervivencia empresarial.
Los analistas no tardaron en reaccionar. Un informe de Morgan Stanley estima que la industria global de drones y aeronaves eVTOL podría alcanzar un valor de 9 billones de dólares en las próximas décadas, convirtiéndose en uno de los sectores más lucrativos de la nueva economía digital y de defensa. Si Tesla o alguna filial de Musk logra posicionarse en este negocio, podría no solo compensar las pérdidas del sector automovilístico, sino también desafiar directamente la hegemonía china en un mercado clave.
Una apuesta geopolítica con impacto en EE.UU.
El mensaje de Musk resuena especialmente en Estados Unidos, donde las políticas proteccionistas impulsadas bajo el segundo mandato de Donald Trump han puesto de relieve la necesidad de recuperar capacidades industriales críticas. En este marco, la idea de depender de un rival geopolítico para abastecerse de drones —una tecnología con usos militares, logísticos y civiles— se percibe como una vulnerabilidad estratégica. Musk, que en paralelo ha ganado influencia política como responsable del Departamento de Eficiencia Gubernamental, parece decidido a capitalizar esa preocupación nacional.
Con un historial que incluye pagos digitales, coches eléctricos, satélites, redes sociales y cohetes reutilizables, el desembarco de Musk en la industria de los drones plantea nuevos interrogantes: ¿será capaz de replicar su fórmula de disrupción en un sector dominado por gigantes chinos y regulaciones internacionales cada vez más estrictas?
