En el imaginario colectivo, Matrix no solo es sinónimo de Keanu Reeves en cámara lenta o de filosofía existencial disfrazada de blockbuster, sino también de una imagen que ha trascendido el cine: la “lluvia digital” de caracteres verdes cayendo como un velo de datos sobre un mundo simulado.
Lo que pocos sabían hasta hace unos años es que ese famoso código no fue extraído de lenguajes informáticos como Python o JavaScript, sino de algo tan inesperado como un libro de recetas japonesas.
Son recetas para hacer sushi
El creador del código visual, Simon Whiteley, reveló en una entrevista con CNET que, en busca de inspiración y aprovechando la herencia japonesa de su esposa, escaneó páginas de un libro de cocina japonesa centrado en recetas de sushi. Lo hizo seleccionando caracteres escritos en katakana, el silabario japonés utilizado habitualmente para palabras extranjeras, y los combinó con letras latinas y números para dar lugar a ese aspecto críptico y alienígena que hoy asociamos con Matrix. Esta decisión, lejos de ser anecdótica, se convirtió en uno de los pilares visuales de la saga.
Pero el proceso no terminó ahí. Whiteley cuenta que la primera versión del código se movía horizontalmente, de izquierda a derecha, como si se tratase de una animación occidental. Sin embargo, algo no funcionaba. Fue entonces cuando revisó de nuevo los libros originales y entendió que, para respetar la estética japonesa, el movimiento debía ser vertical, de arriba hacia abajo, imitando la disposición tradicional de los textos nipones. Ese simple ajuste cambió por completo la percepción visual del código, aportando ese aura mecánica y orgánica a la vez que definió el universo estético de Matrix.
El toque final vino con un conjunto de distorsiones visuales: los caracteres fueron invertidos, reflejados y modificados en su espaciado. A ese efecto se sumaron los kana de medio ancho, que son una versión compacta de los silabarios japoneses muy utilizados en sistemas informáticos. El resultado fue un símbolo cinematográfico inconfundible, que no solo enmascaraba lo cotidiano —como una receta de cocina— bajo una pátina tecnológica, sino que además servía como metáfora perfecta de lo que Matrix representa: lo real disfrazado de irrealidad, y lo humano oculto tras la interfaz de una máquina.

Aunque Whiteley nunca reveló el nombre exacto del libro o revista de donde extrajo los caracteres, considera que ese pequeño secreto es “el último trocito de magia que queda”. Lo que sí está claro es que la elección de representar el código con elementos culturales tan específicos fue un acto deliberado por parte de los Wachowski para reforzar la identidad estética de la película, inspirada en la animación japonesa y el manga.