La fecha límite para la desaparición de los triángulos de emergencia es el 1 de enero de 2026. A partir de entonces, los conductores estarán obligados a usar una baliza V-16 conectada a la red de la DGT para señalizar una avería o accidente. Quien se resista, se expondrá a una multa de 80 euros.
El argumento del organismo es claro: colocar los triángulos supone un riesgo de atropello demasiado alto. Pero tras la decisión late también un negocio que, según estimaciones, superará los 1500 millones de euros.
España se rinde a las balizas V-16: el negocio millonario que entierra a los triángulos de emergencia
La medida se enmarca en el Real Decreto 159/2021, que modifica el Reglamento General de Vehículos y establece las especificaciones técnicas de la luz: debe emitir destellos visibles en 360 grados, resistir temperaturas extremas, mantener su brillo durante media hora y garantizar conectividad por 12 años. Esa conexión permite a la DGT recibir en tiempo real la ubicación del vehículo y avisar al resto de conductores mediante paneles luminosos o alertas en los coches conectados, las llamadas señales V-27.
La decisión ha sido polémica. España es el único país europeo donde la V-16 será obligatoria, lo que plantea dudas sobre su validez fuera de nuestras fronteras. La DGT defiende el cambio citando cifras alarmantes: entre 2018 y 2022 murieron más de 100 personas atropelladas al bajar de su coche en carretera. Con la nueva luz, bastará con sacar el brazo por la ventanilla y colocarla sobre el techo, sin descender del vehículo.
Sin embargo, el trasfondo económico es difícil de ignorar. Cada dispositivo cuesta unos 40 o 50 euros e incluye el servicio de conectividad durante una década. Fabricantes y operadores de telecomunicaciones se reparten un mercado de más de 30 millones de vehículos. El primer modelo homologado fue el Help Flash IoT, de la empresa española Netun Solutions, fundada por dos ex guardias civiles y asociada con Vodafone, que también gestiona la plataforma DGT 3.0.
Hoy, más de una treintena de empresas compiten por su parte del pastel. Algunas, incluso, vendieron modelos no conectados antes del cambio de normativa y ahora los clientes se encuentran con un accesorio inservible. Mientras tanto, los triángulos que nos acompañaron durante décadas ya tienen fecha de caducidad. El futuro de la seguridad vial, al parecer, brilla con luz propia.















