A 106 metros bajo las aguas del Bósforo, allí donde Europa y Asia casi se rozan, se extiende una de las obras de ingeniería más impresionantes del siglo XXI. El Túnel Eurasia -conocido también como Túnel del Bósforo- fue inaugurado en 2016 y conecta los distritos de Kazlıçeşme, en la parte europea de Estambul, y Göztepe, en el lado asiático, a lo largo de un corredor subterráneo de cinco kilómetros de longitud.
La maravilla de la ingeniería moderna: un túnel de 5 km, 100 metros bajo el mar, que une dos continentes
Concebido como una alternativa al saturado tráfico de superficie, el Eurasia se suma al Túnel Marmaray -dedicado al ferrocarril- para ofrecer una nueva vía de paso bajo el Estrecho. Esta infraestructura, diseñada específicamente para el tránsito de vehículos, permitió aliviar una de las ciudades más congestionadas del planeta y reducir los cruces en ferry, una práctica diaria para miles de turcos.
El túnel cuenta con dos niveles de circulación y una batería de sistemas de seguridad y ventilación que lo sitúan entre los más avanzados del mundo, con una longitud de más de 5 kilómetros. Su estructura fue concebida para soportar la intensa actividad sísmica de la región, ya que Estambul se asienta sobre la Falla Norte de Anatolia, una de las más activas del planeta.
Más que un proyecto de movilidad, el Eurasia simboliza la unión física entre dos continentes. Es el segundo túnel que lo logra, tras el Marmaray, y su impacto en la economía y el tráfico de la ciudad ha sido inmediato: los trayectos que antes requerían una hora y media se reducen ahora a poco más de quince minutos.
El túnel alcanza un diámetro de 13,7 metros y fue excavado con una tuneladora de tipo Mixshield fabricada por la compañía alemana Herrenknecht AG, una máquina capaz de avanzar bajo el mar con una precisión milimétrica. La infraestructura dispone de cuatro carriles y un sistema de peaje electrónico cuyo precio varía según el tipo de vehículo y el horario.
Más allá de su utilidad diaria, el Túnel Eurasia se ha convertido en un símbolo de la ambición tecnológica de Turquía: una proeza que no solo une dos orillas, sino también dos mundos separados por el mar y la historia.















