Drake Bell fue, durante buena parte de los 2000, el rostro omnipresente de una generación. El actor y músico alcanzó la fama mundial con Drake & Josh, la icónica sitcom de Nickelodeon que todavía hoy se repite en bucle en plataformas y canales por cable. Pero como suele suceder en la trastienda de Hollywood, detrás de la carcajada fácil y el éxito juvenil se escondía un contrato leonino que, según él mismo ha denunciado, no le dejó ni con estabilidad ni con derechos de imagen.
Drake Bell, la exestrella de Nickelodeon que hoy lucha por pagar el alquiler mientras su serie arrasa en streaming
Bell ha roto su silencio en el pódcast The Unplanned, donde ha revelado que su situación económica actual dista mucho de la que el público asume cuando piensa en una “estrella de televisión”. “Esa es la percepción general: ‘Te vi en la tele, seguro que eres rico. Saliste en un anuncio, vives en una mansión de Los Ángeles’. Pero eso está muy lejos de la realidad”, lamenta.
El actor pone ejemplos muy concretos: Drake & Josh sigue emitiéndose sin parar en varios canales, está disponible en plataformas como Netflix —donde ha llegado incluso al top 10—, y sin embargo, él tiene que hacer malabares para pagar el alquiler del mes. La razón es sencilla: no cobra regalías. No hay royalties, no hay ingresos pasivos. Solo hay silencio legal.
“Hay tres canales haciendo maratones de Drake & Josh, Netflix la compró, es un éxito... y yo estoy viendo cómo pagar el alquiler”, confiesa con resignación. Su contrato, firmado cuando tenía apenas 17 años, no incluía ninguna cláusula por la que él pudiera beneficiarse de las futuras explotaciones de la serie. Un error —o una imposición— que lo ha condenado a ver cómo su imagen genera millones para otros.
Bell compara su caso con el de otros actores que sí supieron —o pudieron— negociar mejor. “Cada miembro del reparto de Friends gana más de 20 millones de dólares al año, solo por la sindicación. No graban nada, no van a plató, pero su serie sigue emitiéndose, su imagen sigue generando dinero, y ellos reciben su parte. Como debería ser”, concluye. Su denuncia reabre el eterno debate sobre la explotación en la industria del entretenimiento, sobre todo entre los actores jóvenes. También deja una pregunta incómoda flotando en el aire: ¿cuántos más habrá como él?















