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Científicos proponen usar una bomba termonuclear en el fondo marino: este es su objetivo

El debate, sin embargo, revela hasta qué punto algunos sectores están dispuestos a considerar medidas extremas ante una crisis ambiental cada vez más acuciante.
Científicos proponen usar una bomba termonuclear en el fondo marino: este es su objetivo
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Actualizado: 13:31 24/5/2025
bomba nuclear
mar

A simple vista, parece una propuesta sacada de una novela distópica. Pero Andy Haverly, investigador vinculado al estudio de la geoingeniería extrema, ha planteado seriamente detonar una bomba de hidrógeno en el fondo del océano como estrategia para mitigar el cambio climático.

Su plan se basa en una reedición contemporánea del olvidado Proyecto Ploughshare, una iniciativa estadounidense de los años 60 que exploró el uso “pacífico” de explosivos nucleares para remodelar el planeta. Haverly cree que esta idea, polémica entonces y aún más ahora, podría contribuir a eliminar grandes cantidades de CO₂ de la atmósfera.

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Busca una reacción geológica

La clave estaría en una reacción geológica conocida como meteorización forzada de rocas (Enhanced Rock Weathering, ERW). Esta técnica consiste en pulverizar rocas silicatadas, como el basalto, para que reaccionen con el CO₂ atmosférico y lo atrapen en forma de carbonatos. En teoría, una detonación nuclear en el lecho oceánico —concretamente bajo la meseta de Kerguelen, en el Océano Austral— fragmentaría vastas capas de basalto, exponiendo su superficie al agua marina y acelerando este proceso de captura de carbono de forma masiva.

El plan implica enterrar la bomba nuclear a entre 3 y 5 kilómetros bajo el fondo marino, lo que supondría una profundidad total de 6 a 8 kilómetros por debajo de la superficie del océano. Haverly afirma que, a esa profundidad, la explosión quedaría contenida y que el basalto actuaría como una barrera natural, absorbiendo buena parte de la radiactividad. “No se perderán vidas humanas de forma inmediata”, asegura, aunque admite que la radiación liberada tendrá consecuencias a largo plazo. Aun así, relativiza el impacto: “Hemos detonado más de 2.000 bombas nucleares en el pasado y emitimos más radiación cada año desde las centrales de carbón”.

La propuesta ha sido duramente criticada por expertos en geología, oceanografía y física nuclear. Desde el punto de vista técnico, las explosiones nucleares en entornos subacuáticos generan ondas de choque y perturbaciones masivas difíciles de modelar, y podrían causar daños irreversibles a ecosistemas marinos profundos, muchos de ellos aún inexplorados. Además, la precipitación radiactiva podría afectar cadenas tróficas enteras, alterando la biodiversidad oceánica en zonas críticas del planeta.

Desde un enfoque ético, el uso de tecnología nuclear en el medio ambiente, aunque con fines climáticos, revive temores históricos relacionados con la proliferación y el uso militar de estos dispositivos. Organizaciones como la International Campaign to Abolish Nuclear Weapons (ICAN) o Greenpeace han advertido en el pasado sobre los peligros de normalizar este tipo de intervenciones, incluso cuando se presentan como soluciones climáticas.

Mientras Haverly defiende su propuesta como un “sacrificio menor” frente a los millones de vidas amenazadas por el colapso climático, muchos científicos coinciden en que la solución debe centrarse en la descarbonización rápida y global, no en arriesgados experimentos nucleares.

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