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Científicos descifran el calendario maya gracias a un misterioso códice de hace 800 años: la clave está módulos de 260 días

El hallazgo pone en valor la capacidad de abstracción matemática de los mayas y su forma de hacer ciencia.
Científicos descifran el calendario maya gracias a un misterioso códice de hace 800 años: la clave está módulos de 260 días
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Actualizado: 10:21 5/11/2025
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La clave del nuevo trabajo no es que “los mayas adivinasen eclipses”, sino cómo lo hicieron: releyendo las célebres tablas del Códice de Dresde, un equipo internacional muestra que la predicción emergía de acoplar ciclos (lunar y ritual de 260 días) en un sistema matemático que va ajustándose con correcciones periódicas. No era magia ni casualidad: era aritmética calendárica finísima aplicada a series largas de lunaciones y ventanas de riesgo de eclipse.

El estudio —publicado en Science Advances y liderado por David D. Z. Justeson— reconstruye la lógica combinatoria de las tablas de eclipses: al superponer el ciclo sinódico de la Luna con el cómputo ritual (Tzolk’in), las fechas “señaladas” no provienen de un pronóstico puntual, sino de una malla de congruencias que marca cuándo pueden caer eclipses, afinada con “resets” que corrigen la deriva acumulada. En términos modernos, es un algoritmo de sincronización de calendarios, no una lista de eclipses prevista uno a uno.

Aritmética calendárica y Tzolk’in

Eso encaja con lo que sabemos del Tzolk’in, el ciclo ritual mesoamericano de 260 días (13×20), que corre en paralelo a otros cómputos y cuya estructura permite construir secuencias repetitivas muy útiles para anclar observaciones celestes en el calendario social y religioso. La propia literatura de referencia explica esa aritmética 13×20 y su parentesco con otros calendarios mesoamericanos.

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La pieza histórica que lo soporta es el propio Códice de Dresde: el manuscrito más completo que conservamos de la astronomía maya, copiado en papel de corteza y plegado en acordeón (39 hojas), hoy custodiado en la Biblioteca Estatal de Sajonia, en Dresde. Sus secciones astronómicas (Venus, tablas de eclipses, etc.) son la base empírica sobre la que el equipo ha probado su reinterpretación matemática.

De listas proféticas a modelos

¿Por qué importa? Porque desplaza la narrativa desde “listas proféticas” a modelos: los escribas mayas cruzaban ciclos, verificaban con la experiencia y corregían. La nueva lectura sugiere una práctica científica cumulativa, donde las tablas se actualizan para mantener la fase con los periodos reales, del mismo modo que hoy ajustamos efemérides. Ese mecanismo explica su sorprendente precisión sin invocar recursos esotéricos.

En suma, la “predicción de eclipses” fue la consecuencia de una armonización de calendarios excelentemente diseñada, no el fin en sí mismo. El hallazgo pone en valor la capacidad de abstracción matemática de los mayas y su forma de hacer ciencia: observar, contar, modular con ciclos y corregir la deriva. Y lo hace apoyándose en el códice mejor conservado y en análisis formales actuales que encajan las piezas de ese algoritmo antiguo.

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