Los científicos del Centro de Ciencias Marinas de la Universidad de Northeastern, en Massachusetts, han recibido un nuevo e inesperado huésped: una langosta americana de un azul eléctrico imposible de pasar por alto. Bautizada como ‘Neptuno’, esta singular criatura no solo ha despertado la fascinación de investigadores y curiosos, sino que también ha servido para divulgar uno de los fenómenos genéticos más raros de la naturaleza marina. Según los datos de la universidad, solo una de cada dos millones de langostas presenta esta tonalidad tan intensa.
El hallazgo se produjo en julio, cuando el pescador Brad Mylinski capturó el ejemplar a bordo del barco Sophia & Emma. Consciente de que estaba ante algo fuera de lo común, decidió no venderla y se puso en contacto con Dave Winchester, profesor de ciencias de secundaria, quien gestionó la donación de la langosta al centro científico. Gracias a esta cadena de decisiones, Neptuno logró evitar convertirse en un plato de marisco y ahora vive en un entorno controlado donde puede ser estudiada.
El misterio del azul eléctrico
El secreto de su inusual coloración reside en una mutación genética que provoca la sobreproducción de crustacianina, un complejo proteico responsable de que el caparazón adopte ese tono azul intenso. “Me quedé sin aliento al ver esta langosta”, confesó Sierra Muñoz, coordinadora del programa de divulgación del centro. “He visto langostas con un toque de azul, pero nunca de este azul eléctrico”.
Variantes cromáticas sorprendentes
La anomalía de Neptuno no es la única en el mundo de las langostas. Existen otros patrones cromáticos igualmente raros: las calicó, que presentan un mosaico de colores; las amarillas, las llamadas ‘algodón de azúcar’ con tonos rosados y las albinas, consideradas aún más infrecuentes. Estas variantes son objeto de estudio por parte de biólogos marinos, ya que pueden ofrecer pistas sobre la genética de la especie y su capacidad de adaptación a cambios ambientales.
Colaboración entre pescadores y ciencia
La presencia de ejemplares como Neptuno también es un recordatorio del papel de los pescadores en la conservación marina. Al reconocer el valor científico del animal, Mylinski optó por donarla en lugar de comercializarla, lo que permite a los investigadores avanzar en el conocimiento de la biología de la Homarus americanus y sensibilizar al público sobre la biodiversidad que habita en las aguas del Atlántico norte.
Su caparazón azul eléctrico, más allá de la curiosidad estética, es una ventana a los misterios de la evolución y la genética, recordando que los océanos aún guardan sorpresas capaces de dejarnos sin aliento.















