Cuando uno piensa en el arsenal de Estados Unidos, lo primero que viene a la mente son misiles Tomahawk, submarinos nucleares y películas como La caza del Octubre Rojo o Top Gun: Maverick. Pero la nueva guerra no se libra bajo o sobre el mar ni en el aire: se libra en el terreno invisible de la economía, y China tiene la sartén por el mango. Su poder no está en los misiles, sino en los minerales. Las llamadas tierras raras, esenciales para fabricar imanes, baterías y microchips, se han convertido en el auténtico campo de batalla del siglo XXI.
China nos engañó a todos: mientras el mundo observa sus cazas en el cielo, el 85 % de su verdadero poder se esconde bajo tierra
El país asiático controla gran parte de su extracción y, sobre todo, del refinado, lo que le da una ventaja casi total sobre Occidente. Y aunque muchas empresas estadounidenses fabrican fuera de China, la dependencia sigue ahí. Wilbur Ross, exsecretario de Comercio de EE. UU., lo explicó con crudeza: "Incluso si un producto tiene solo un 0,1 % de materiales chinos, necesita una licencia emitida por China". Esa es la magnitud de la trampa: un control burocrático tan invisible como efectivo.
Pese a que el foco suele ponerse en la escasez de minerales, el verdadero golpe maestro de Pekín está en la producción. China refina cerca del 90 % de todas las tierras raras del planeta, saltándose los estrictos estándares medioambientales de regiones como la Unión Europea y ofreciendo precios tan bajos que competir resulta absurdo. Su dominio no nació por casualidad: hace décadas, un grupo de ingenieros chinos viajó a Estados Unidos, estudió sus técnicas y regresó para fundar un imperio industrial que hoy sostiene su hegemonía.
Por eso, cuando Washington amenaza con nuevos aranceles, lo hace desde la inquietud, no desde la fuerza. Las tierras raras se han convertido en un arma silenciosa, capaz de frenar líneas de producción enteras en Silicon Valley o en las fábricas de defensa. Ross lo advirtió sin rodeos: "Nadie sabe cuántas reservas tiene realmente Estados Unidos, pero si este enfrentamiento continúa, habrá cierres". Y con cada nuevo pulso comercial, el riesgo de ver las fábricas apagarse se vuelve un poco más real.















