Durante años, China ha ejercido un dominio casi absoluto sobre el mercado de las tierras raras, elementos esenciales para la industria tecnológica moderna. Con un control cercano al 90% de la producción y exportación mundial, según datos del U.S. Geological Survey, Pekín ha utilizado esta ventaja estratégica como herramienta geopolítica frente a potencias como Estados Unidos.
Las tierras raras no son tan escasas
Sin embargo, una revisión más profunda de la situación revela una verdad menos alarmante: las tierras raras no son tan escasas como su nombre sugiere, y su importancia, aunque considerable, no es insustituible. El secreto del liderazgo chino no reside tanto en la abundancia de sus yacimientos como en su capacidad de procesamiento.
Mientras otros países han frenado la expansión de esta industria por razones ambientales y de coste, China ha invertido agresivamente desde los años 80 en la cadena de refinado, convirtiéndose en el principal proveedor global. Según el informe "The Role of Rare Earth Elements in the Clean Energy Transition" del International Energy Agency (IEA, 2022), China no posee las mayores reservas —que están repartidas entre Australia, Estados Unidos, Brasil y Vietnam—, sino la infraestructura más eficiente para procesarlas y convertirlas en productos comercializables.
Además, la dependencia tecnológica de estos materiales no es tan crítica como suele presentarse. Aunque las tierras raras mejoran la eficiencia y durabilidad de motores eléctricos, turbinas eólicas y dispositivos electrónicos, sus sustitutos ya existen. Investigaciones como las del Massachusetts Institute of Technology (MIT) en nuevos tipos de imanes sin tierras raras indican que es posible mantener la funcionalidad de estos dispositivos a costa de ligeras pérdidas de rendimiento o vida útil. En esencia, un vehículo eléctrico puede funcionar perfectamente sin neodimio o disprosio, aunque con imanes algo menos resistentes al calor o a la corrosión.
Estados Unidos se suma ala guerra por las tierras raras
De hecho, el mercado mundial ya está reaccionando. Estados Unidos, por ejemplo, ha reactivado minas como Mountain Pass en California, y Japón ha invertido en tecnologías de reciclaje de tierras raras, reduciendo la necesidad de extracción primaria. Un informe de Adamas Intelligence prevé que la dependencia del suministro chino disminuirá drásticamente a partir de 2030, a medida que nuevos actores entren en el mercado y alternativas tecnológicas ganen terreno. Este fenómeno pone en cuestión la capacidad de China para seguir utilizando las tierras raras como un arma económica efectiva en el largo plazo.
Así, aunque a corto plazo la supremacía china sigue siendo un hecho, el control de las tierras raras es un poder destinado a erosionarse. Lejos de una catástrofe inminente para la industria tecnológica global, el futuro parece encaminado hacia un mercado de tierras raras más plural y resiliente, en el que la escasez será más un problema de voluntad política que de recursos geológicos.















