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China causa preocupación por hacerse con los barrios más icónicos de Japón, conquistando tanto tiendas otaku como karaokes

El Japón que fue símbolo de lo cool en Asia ahora observa cómo esa influencia es absorbida, reinterpretada y devuelta con acento mandarín.
China causa preocupación por hacerse con los barrios más icónicos de Japón, conquistando tanto tiendas otaku como karaokes
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Actualizado: 17:31 27/4/2025
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En el corazón del Japón más pop, algo está cambiando de forma silenciosa pero profunda. Barrios icónicos como Akihabara, Ameyoko o Dotonbori están viviendo un fenómeno que los medios nipones ya califican como “chinificación”: una transformación paulatina pero intensa impulsada por la migración, el capital y la creatividad de empresas chinas que se han hecho con parte del alma visual y cultural del país.

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No se trata solo de más restaurantes chinos o supermercados con carteles en mandarín: hablamos de una reconfiguración que alcanza al mismísimo anime y a los videojuegos, dos pilares de la identidad popular nipona. Un ejemplo claro está en Akihabara, meca del universo otaku, donde las imágenes kawaii siguen dominando escaparates y vallas publicitarias, pero ahora muchas de esas figuras son creación de estudios chinos como Yostar o miHoYo.

Videojuegos con estética anime que son chinos y no japoneses

Genshin Impact es omnipresente, y los personajes de producción china, con estética japonesa, se integran sin fricciones en el imaginario local. ¿El truco? Contratar talento nipón, desde diseñadores hasta seiyuus (actores de voz), garantizando una fidelidad estética que difumina la procedencia y, en muchos casos, seduce al consumidor japonés sin que este repare en el cambio.

Esta transformación no se limita al entretenimiento digital. En el tradicional mercado de Ameyoko, en Ueno, más del 80% de los negocios ya están en manos de ciudadanos chinos. En Dotonbori (Osaka), la afluencia diaria de turistas chinos —más de 13.000 al día— ha reorientado la oferta del barrio por completo: menús en mandarín, platos originarios de Dalian y comercios regentados por migrantes han sustituido a buena parte de la oferta tradicional. La fusión no es anecdótica: se ha vuelto estructural.

Negocios locales cuyos dueños ya son chinos

En barrios anteriormente deprimidos como Nishinari, también en Osaka, el fenómeno ha tomado tintes de resurrección urbana. El empresario Lin Chuanlong ha reactivado esta zona con más de 170 bares tipo karaoke, gestionados por mujeres chinas, que han devuelto la vida nocturna al barrio y han dado paso a un proyecto ambicioso: levantar un nuevo Chinatown más vibrante que los históricos de Yokohama o Kobe. La acogida, aunque mixta, ha sido suficiente para iniciar una transformación económica palpable en la zona.

Esta “chinificación” de la cultura urbana japonesa no es una sustitución ni una invasión, sino una reconfiguración progresiva de lo urbano y lo simbólico. Lo japonés, hoy, se está viendo obligado a convivir y mezclarse con una estética asiática más amplia.

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