El reciente avistamiento de un tiburón en la playa de Melenara (Gran Canaria) ha generado una mezcla de alarma y fascinación entre los bañistas.
Las autoridades izaron la bandera roja y prohibieron el baño como medida de precaución, especialmente tras confirmarse la presencia del animal a escasos metros de la orilla. Aunque la situación se repitió en otras playas como San Agustín y Salinetas, los expertos llaman a la calma: el riesgo para las personas es “prácticamente nulo”.
No supone ningún peligro
Así lo explicó Juan Carlos García (@jc.oceans), biólogo marino y divulgador en redes sociales, quien compartió un vídeo para arrojar luz sobre lo sucedido. Según García, el ejemplar avistado probablemente era un tiburón martillo (Sphyrna lewini), una especie habitual en las aguas del archipiélago canario y considerada inofensiva para los humanos. Su aparición en zonas poco profundas se debe, según el científico, a una conducta natural de caza: estos tiburones persiguen presas como rayas o pequeños peces hasta la orilla.
Además, García apunta a un fenómeno más amplio detrás del avistamiento: la influencia de las piscifactorías cercanas. “Los escapes de peces en estos espacios generan un entorno propicio para los depredadores marinos”, explica el biólogo. Al haber abundante alimento disponible, es lógico que especies como el tiburón martillo se acerquen a zonas costeras, aunque sin representar una amenaza directa para los bañistas.
Lejos de infundir temor, el experto pide a la ciudadanía que entienda la riqueza y fragilidad del ecosistema marino de Canarias. “Son animales elusivos, que huyen rápidamente del contacto humano. He tenido la suerte de verlos en libertad, pero desaparecen en microsegundos”, señala. En su mensaje, anima a la población a respetar las normas de seguridad, mantener distancia si se avista un tiburón y, sobre todo, valorar la biodiversidad del entorno.
Tal como han resaltado instituciones científicas en estudios previos, el Sphyrna lewini está catalogado como especie en peligro por la UICN debido a la sobrepesca y la degradación de hábitats. Verlo cerca de la costa no debería ser motivo de miedo, sino una oportunidad única de contemplar —con respeto— uno de los grandes milagros de la evolución marina.















