Durante décadas, el tiburón blanco ha sido considerado el soberano absoluto de los océanos. Su imagen, popularizada por el cine y consolidada por estudios científicos, lo situaba en la cúspide de la cadena trófica marina. Pero la realidad en las profundidades está cambiando. Y lo está haciendo por culpa de un adversario tan inesperado como fascinante: la orca (Orcinus orca), el único animal que ha logrado intimidar al más temido cazador del mar.
El misterio de las aguas vacías
El fenómeno ha sido documentado con claridad en Gansbaai, una localidad sudafricana mundialmente conocida por su abundante población de tiburones blancos. Allí, científicos del Dyer Island Conservation Trust y la Marine Dynamics Academy comenzaron a observar, desde 2017, una desaparición masiva de estos escualos sin precedentes. De repente, los tiburones abandonaron la zona, alterando radicalmente el ecosistema costero.
La respuesta no tardó en llegar: dos orcas apodadas Port y Starboard —reconocibles por la forma torcida de sus aletas dorsales— habían comenzado una campaña de caza quirúrgica. No devoraban a sus presas completas, sino que las mataban para extraer un único órgano: el hígado, rico en lípidos y vital para el metabolismo de los tiburones. Esta práctica, altamente especializada, fue documentada en la revista African Journal of Marine Science (2022) y ha puesto patas arriba las jerarquías predatorias marinas.
Huidas masivas: el océano en alerta
Mediante seguimiento por GPS y telemetría satelital, los investigadores constataron que los tiburones, al detectar la presencia de orcas en las inmediaciones, huyen inmediatamente. No se trata de reubicaciones temporales: las ausencias pueden prolongarse durante meses, algo jamás visto en las bases de datos históricas de Gansbaai. El patrón es tan claro que algunos expertos lo comparan con el comportamiento de mamíferos terrestres que evitan áreas dominadas por superdepredadores, como hienas o perros salvajes en presencia de leones.
La analogía, lejos de ser literaria, ha sido explorada desde la teoría de la ecología del miedo (fear ecology), que describe cómo el mero riesgo de depredación puede remodelar comportamientos, patrones migratorios y relaciones tróficas. En este caso, la desaparición del tiburón blanco tiene efectos dominó sobre todo el ecosistema costero.
Un desequilibrio con víctimas invisibles
La ausencia de tiburones ha sido aprovechada por otras especies como el tiburón cobrizo (Carcharhinus brachyurus), menos especializado y más abundante. Pero también ha traído consecuencias negativas: la disminución de la presión predadora ha disparado la población de focas peleteras del Cabo, que ahora depredan con mayor intensidad sobre los ya amenazados pingüinos africanos (Spheniscus demersus), cuya población está en caída libre.
Según el oceanógrafo marino Alison Kock, del Instituto Sudafricano de Biodiversidad Acuática (SAIAB), “la retirada de un gran depredador no solo altera la cadena alimentaria: reconfigura los ecosistemas completos en cascada, desde el plancton hasta los grandes vertebrados”.
¿Por qué solo los hígados?
Uno de los mayores misterios sigue siendo la preferencia quirúrgica de Port y Starboard: ¿por qué los hígados? Estudios como el publicado en Marine Mammal Science (2021) apuntan a que los hígados de tiburón, que pueden representar hasta el 25% de su peso corporal, contienen esqualeno y otros compuestos esenciales para mantener la flotabilidad y las largas migraciones. Esta riqueza energética podría haber llevado a las orcas a especializar su estrategia de caza, priorizando eficiencia sobre volumen.
Otra hipótesis, aún en estudio, sugiere que este comportamiento podría trasmitirse culturalmente entre individuos, como ya se ha documentado en orcas que cazan focas en banquisas o que atacan embarcaciones en el Estrecho de Gibraltar. La inteligencia social y la capacidad de aprendizaje de las orcas supera con creces a la de cualquier otro mamífero marino.
El caso sudafricano no es único. En 2023, el Instituto de Estudios Oceánicos de California detectó comportamientos similares en aguas del Pacífico oriental, cerca de Monterrey. Allí, algunos tiburones blancos jóvenes dejaron de regresar a sus hábitats habituales durante la temporada de alimentación tras avistamientos de orcas.















